Mayo 6, 2024

Educación Bancaria versus Educación liberadora

 

La educación no forma hombres libres, pensantes e iguales en derechos y deberes, es un supermercado: según tu dinero puedes comprar caviares, longanizas, bistec, papas y puro pan y té. Usted no es un alumno, es un consumidor, un cliente, que sólo puede reclamar ante el Sernac; hay que ser muy ingenuo, para no decir estúpido, para constatar que los baños de colegios pobres pasen el año atrapados y huelan a mierda putrefacta, y que la señoritas de colegios ricos dispongan de papel Confort; esta realidad es igual a hace un siglo; es que la historia hace tiempo está estancada para los pobres.

 

El Estado tenía la obligación, a partir de 1920, de asegurar la educación primaria para todos los chilenos, logro que fue fruto de una tremenda lucha entre liberales y conservadores, y sólo fue posible por el acuerdo de mis dos abuelos, Manuel Rivas Vicuña, líder liberal y Rafael Luis Gumucio, líder conservador. Pero no idealicemos ahora el Estado docente: en el Chile de 1910 había un 50% de analfabetos, y un 20% llegaba a cuarto año de preparatoria, por tanto, según don Valentín Letelier, la educación secundaria estaba destinada, solamente, a una clase media, arribista y radical; la clase alta pechoña tenía asegurada la educación de sus hijos, desde el siglo XVII, con los jesuitas o los Padres de Picpus – Los Sagrados Corazones.

 

Nada nuevo bajo el sol: a fines del siglo XIX imitábamos a los alemanes, convencidos que habían triunfado gracias a las competencias docentes de los profesores primarios, entonces importamos maestros germanos a granel –buenos, malos y hasta sinvergüenzas. Todos los profesores del pedagógico, fundado por Julio Bañados Espinoza, fueron de esa nacionalidad. De ahí viene la estupidez de las clases de gimnasia y de las marchas militares, con paso de ganso, incluyéndome como víctima de tan torturante ejercicio, sin poder distinguir el pie derecho del pie izquierdo, y con la imposibilidad de seguir los brutales y ensordecedores golpes de tambor. Después imitamos a los ingleses, a los americanos y a los españoles; es que Chile es un país de monos tití.

 

Valentín Letelier, en su libro La filosofía de la educación, tenía una visión noble del Estado docente: la educación era la formadora de la nacionalidad; como hoy no tenemos país, salvo la bandera del “becerro de oro” – la adoración del dinero, la construcción de puentes, (que se caen todos los días), y las carreteras de alta velocidad, estos escritos de don Valentín más vale tirarlos a la chimenea.

 

Veamos la libertad de enseñanza: esta era otra locura de nuestra oligarquía del “marqués” Irarrázaval: para oponerse al poder absoluto de los presidentes de la república, era necesario crear una comuna autónoma, incluso, los diarios liberales se reían de él caricaturizándolo como un feroz comunero, de 1871; la comuna autónoma fue un desastre total: los municipios eran mucho más corruptos que el gobierno central; en las comunas ricas – Santiago, Valparaíso y Concepción – se robaba en grande y, en las chicas, se recurría al menudeo –caja chica.

 

En 1910 el profesor Venegas, como los chiquillos de hoy, destapó la olla: la educación, en esa época, era una mierda: los directores eran nombrados por el partido radical y los liberales democráticos; la alumnas eran explotadas por las monjas del colegio, los salesianos vendían los productos elaborados por los estudiantes; todo era un negociado para la oligarquía y, al igual que ahora, la SOFOFA se aprovechaba de trabajo de práctica de los alumnos de educación técnica.

 

Como Chile es un país de paradojas, los profesores ácratas, en 1927, implementaron una reforma educacional en plena dictadura de Ibáñez, que consistía en centrar la educación en el alumno. Para qué decir que el Estado docente tiene momentos gloriosos, como el “gobernar es educar”, de Pedro Aguirre Cerda, y las reformas educacionales de Frei Montalva y el intento de reforma – la ENU- de Salvador Allende. Pero es evidente que en estos períodos el número de alumnos que entraba a la educación media y universitaria era elitista y muy reducido, sólo clase alta y media; por eso era gratuita y no muy onerosa para el Estado y profesores de calidad moral e intelectual. Eso era el Estado docente en esa época.

 

La libertad de enseñanza de Pinochet, hasta Sebastian Piñera no tiene nada que ver con los ideales católicos de Abdón Cifuentes: hoy es neoliberal, no tiene ni Dios ni ley, convirtió a Cristo en mercader del templo, el educador es un prestador de servicios, servil empleado de un sostenedor o un alcalde; el educando es un consumidor, comprador de servicios, al igual que en el supermercado, pero que ni siquiera, tiene un Sernac; todo se rige por cuánto dinero tienes para comprar un bien: el ABC1 compra bienes de calidad en el mall de Las Condes educacional y, los del E, marraquetas compradas al fiado. Como todo es mercado, el consumidor debe informarse sobre la clasificación de los bonos (desde la triple A hasta los default). En el plano educativo, en los colegios triple A, el profesor tiene pocos e instruidos alumnos y puede innovar sin ningún problema y aún así, somos inferiores a otros países de América Latina; en los colegios de poblaciones hay que tratar de pasar el día sin resfriarse, ni mojarse, son guarderías en las cuales se ocupa la JEC en ver videos anticuados y aburridos, carentes de intenciones pedagógicas.

 

La asistencia a los colegios de hoy sirve para cobrar la subvención por alumno y no interesa, para nada, los aprendizajes significativos, ni hablar de constructivismo o de constructivismo, eso es como en chino; lo único que importa es entrenar a los alumnos en estúpidas respuestas para cumplir con el SIMCE y, posteriormente, en el cuarto medio, para rendir la inútil Prueba de Selección Universitaria –PSU- que ostenta el récord de torpes preguntas mecánicas, de selección múltiple. Pero qué importa, si son los tullidos, los derrotados del sistema, los pobretes que, según Hayek, sólo deben ser auxiliados por el Estado, al igual que los vagabundos sin casa.

 

Formador de formadores:

La frase, por sí sola, me parece pretenciosa. Ya hace tiempo que se destruyeron las Escuelas Normales, en las cuales se formaron líderes como César Godoy Urrutia, Ricardo Fonseca, Luis Corvalán, y otros notables líderes del pensamiento; hoy forman los profesores las universidades. Algunas de ellas sólo cuentan con una mesa de pimpón, un pizarrón y unos miserables profesores-taxis, pagados con boleta de servicio y cuarenta alumnos. La carrera de pedagogía es la más barata, rentable y desprestigiada. Si usted logra ser profesor de Básica se salva de trabajar de empacador en el supermercado.

 

En las universidades se ofrecen cursos de todo tipo: unos por correspondencia, otros los sábados, otros breves cursos de perfeccionamiento; no en vano las universidades han inventado millones de carreras nuevas para lograr dinero fresco y la calidad sigue siendo monstruosa.

 

Como se puede ver, las famosas pasantías y cursos de perfeccionamiento sólo han servido para llenar una página más del nutrido currículo de nuestros docentes que, muchas veces, agregan hasta el día en que su mamá les compró un traje de marinero. Mientras Chile les muestre el trasero a sus profesores, nuestra educación seguirá siendo una mierda; mientras no tengamos maestros bien remunerados, sabios y respetables los alumnos, con toda razón, se reirán de ellos, los agredirán y harán que los apoderados también les falten al respeto.

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