Mayo 19, 2024

El Papa inicia un cambio en la Iglesia frente a la globalización y el neoliberalismo

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En su misa diaria en el Vaticano, el 5 de abril, el Papa dijo “Cuando la Iglesia pierde la valentía, entra en la Iglesia un ambiente tibio. Los tibios, los cristianos tibios, sin valentía… eso hace mucho daño a la Iglesia. Porque la tibieza te encierra en ti mismo, y comienzan los problemas entre nosotros, faltan los horizontes.


 

Y falta la valentía, la valentía de la oración hacia el Cielo y la valentía para anunciar el Evangelio. Somos tibios… y empleamos las fuerzas en nuestras pequeñas cosas, en nuestros celos, en nuestras envidias, en el carrerismo, en ir adelante de forma egoísta, de todas estas cosas. Pero esto no hace bien a la Iglesia: la Iglesia debe ser valiente”1.

Parecía una prédica habitual, pero era solo el inicio de posteriores prédicas en el mismo sentido. Unos días más tarde, el jueves 16 en la mañana, continúo desarrollando estas ideas. Se refirió al apóstol Pablo de Tarso, como ejemplo del coraje cristiano: “Pablo molesta: es un hombre que con su predicación, con su trabajo, con su actitud da fastidio, precisamente porque anuncia Jesucristo y el anuncio de Jesucristo a nuestras comodidades, tantas veces a nuestras estructuras cómodas – también cristianas, ¿no? – da fastidio. El Señor siempre quiere que nosotros vayamos adelante, más allá, más allá, más allá… Que no nos refugiemos en una vida tranquila o en las estructuras caducas, estas cosas, ¿no? El Señor… Y Pablo, predicando al Señor, daba fastidio. Pero él iba adelante, porque tenía en sí esa actitud tan cristiana que es el celo apostólico. Tenía precisamente fervor apostólico. No era un hombre de compromisos. ¡No! La verdad: ¡adelante! El anuncio de Jesucristo: ¡adelante!”2. No fue casual esta referencia, San Pablo fue el principal apóstol que difundió el cristianismo en el Imperio Romano, criticando la sociedad de la época y fue condenado a muerte por los romanos.

En la tarde de ese mismo día, el Papa pronunció un discurso de recepción a cuatro embajadores ante la Santa Sede, y fue más allá…. Este breve, pero profunda alocución podría ser el inicio de un significativo cambio de la actitud de la Iglesia frente a la globalización y las políticas neoliberales, y de denuncia de las injusticias de las sociedades contemporáneas. Este fue un tema casi olvidado durante los ocho años del pontificado de Benedicto XVI, en que predominaron los grupos más conservadores: Opus Dei, Legionarios de Cristo, Comunión y liberación y otros3. El Papa en este discurso retomó con particular energía la Doctrina social de la Iglesia y su postura crítica al materialismo y el economicismo, afirmando la necesidad de una ética humanista cristiana, autónoma respecto al mercado.

Sin embargo, la prensa conservadora chilena solo le dedicó un breve espacio, donde se citaron algunas frases. Al día siguiente Paulsen en su programa de la radio ADN comentaba: “la pregunta es, ¿se considera que esto es un discurso de alcance menor?, cuando el Papa hace una referencia de este nivel de profundidad y de este nivel de crítica a la situación actual en términos del dominio del dinero y la especulación financiera en los mercados y su idolización como si fuera, y lo mencionó, el antiguo becerro del oro”4.

 

El discurso del Papa fue el siguiente:

Señores Embajadores, nuestra humanidad está viviendo en la actualidad como un momento álgido de su propia historia, teniendo en cuenta los avances registrados en diversos campos. Debemos alabar los logros positivos que contribuyen al auténtico bienestar de la humanidad, como por ejemplo en los ámbitos de la salud, de la educación y de la comunicación. Sin embargo, también hay que reconocer que la mayoría de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo siguen viviendo en precariedad cotidiana, con consecuencias funestas. Algunas patologías aumentan, con sus consecuencias psicológicas, el miedo y la desesperación se apoderan de los corazones de numerosas personas, incluso en los llamados países ricos; la alegría de vivir va disminuyendo; la indecencia y la violencia aumentan; la pobreza se vuelve cada vez más impactante.

Se tiene que luchar para vivir, y, a menudo, para vivir sin dignidad. Una de las causas de esta situación, en mi opinión, se encuentra en nuestra relación con el dinero y en nuestra aceptación de su imperio y dominio en nuestro ser y en nuestras sociedades. De este modo, la crisis financiera que estamos viviendo, nos hace olvidar que su primer origen se encuentra en una profunda crisis antropológica ¡en la negación de la primacía del hombre! Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32, 15-34) ha encontrado una imagen nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano.

La crisis mundial que afecta las finanzas y la economía parece poner de relieve sus deformidades, y, sobre todo, la grave falta de su orientación antropológica, que reduce al hombre a una sola de sus necesidades: el consumo. Y peor aún, el ser humano es considerado hoy como un bien en sí que se puede utilizar y luego desechar. Esta deriva se verifica a nivel individual y social. Y además ¡es promovida! En este contexto, la solidaridad, que es el tesoro de los pobres, se considera a menudo contraproducente, contraria a la racionalidad financiera y económica. Al tiempo que los ingresos de una minoría van creciendo de manera exponencial, los de la mayoría van disminuyendo. Este desequilibrio proviene de ideologías que promueven la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera, negando de este modo el derecho de control de los Estados, aun estando encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone de forma unilateral y sin remedio posible, sus leyes y sus reglas. Además, la deuda y el crédito alejan a los Países de su economía real y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. A todo ello se añade, una corrupción tentacular y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y de poseer se ha vuelto sin límites.

Detrás de esta actitud se encuentra el rechazo de la ética, el rechazo de Dios. ¡Igual como la solidaridad, la ética molesta! Se considera contraproducente; demasiado humana, porque relativiza el dinero y el poder; se ve como una amenaza, porque rechaza la manipulación y el sometimiento de la persona. Porque la ética lleva hacia Dios, que está fuera de las categorías del mercado. Dios es considerado por estos financieros, economistas y políticos, como no manejable, incluso peligroso, ya que llama al hombre a su plena realización y a la independencia de cualquier tipo de esclavitud. La ética -una ética no ideológica, naturalmente – permite, en mi opinión, crear un equilibrio y un orden social más humano. En este sentido, animo a los expertos financieros y a los líderes gubernamentales de sus países a considerar las palabras de San Juan Crisóstomo: “No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles sus vidas. No son nuestros los bienes que poseemos, sino suyos” (Homélie sur Lazare, 1, 6: PG 48, 992D).

Queridos Embajadores, sería conveniente realizar una reforma financiera que fuera ética y, a su vez que comportara una reforma económica saludable para todos. Sin embargo, esto requeriría un cambio audaz de actitud de los dirigentes políticos. Les exhorto a que afronten este reto, con determinación y visión de futuro, por supuesto, teniendo en cuenta la naturaleza específica de sus contextos. ¡El dinero debe servir y no gobernar! El Papa ama a todos, ricos y pobres; pero el Papa tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promoverlos. El Papa insta a la solidaridad desinteresada y a un retorno de la ética en favor del hombre en la realidad económica y financiera.

La Iglesia, por su parte, siempre trabaja para el desarrollo integral de cada persona. En este sentido, ella recuerda que el bien común no debe ser una simple suma, un simple esquema conceptual, de calidad inferior, añadido a la agenda política. La Iglesia anima a los gobernantes a estar verdaderamente al servicio del bien común de sus pueblos. Exhorta a los dirigentes de las realidades financieras a tomar en consideración la ética y la solidaridad. ¿Y por qué no acudir a Dios para inspirar los propios diseños? Se formará una nueva mentalidad política y económica que ayudará a transformar la dicotomía absoluta entre lo económico y lo social en una sana convivencia.

Por último, saludo con afecto, a través de ustedes, a los Pastores y los fieles de las comunidades católicas en sus países. Les insto a continuar su testimonio valiente y gozoso de la fe y del amor fraternal enseñados por Cristo. ¡No tengan miedo de ofrecer su contribución al desarrollo de sus países a través de iniciativas y actitudes inspiradas en las Sagradas Escrituras!

Y en el momento en que comienzan su misión, les ofrezco, señores Embajadores, mis mejores deseos, asegurando la cooperación de la Curia Romana para el cumplimiento de su función. Con este fin, de buen grado, invoco sobre ustedes y sus familias y sus colaboradores, la abundancia de las bendiciones divinas.

Texto traducido del original por Radio Vaticana: http://es.radiovaticana.va.

 

 

2 Reproducido en: enclavedefe.com/index.php/iglesia/item/722-1

de Maciel (sin editorial ni fecha). La crítica de la globalización y de las políticas neoliberales fue realizada Juan Pablo II en la década de los ochenta, pero luego fue desapareciendo, conforme aumentaba la influencia en el Vaticano de los sectores más conservadores. Recuérdese el discurso sobre la economía de la solidaridad de la Sede la de la ONU en chile, en abril de 1987, reproducido en: http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/1987/april/documents/hf_jp-ii_spe_19870403_cepalc-chile_sp.html.

4 Reproducido en: www.adnradio.cl/noticias/economia/…discurso…/1900237.aspx

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