Sin caer en teorías de la conspiración, en Estados Unidos llevan décadas sometiendo a los ciudadanos a la guerra neocortical. Eliminar la capacidad de pensar hasta provocar la derrota del pensamiento. El objetivo, dirán sus mentores, consiste en “paralizar en el adversario el ciclo de observación, de la orientación, de la decisión y de la acción [...]; en suma, anular su