La dictadura de Pinochet nació reñida con el periodismo. La historia recuerda que entre
los primeros bandos militares estuvieron los que clausuraban temporal o definitivamente a
algunos medios de comunicación, mientras se le imponía la censura previa al resto. Ya en
La Moneda muere el primer periodista -Augusto Olivares- mientras que muchos otros son
detenidos en campos de concentración o forzados al exilio. En más de 17 años de
autoritarismo, las relaciones entre militares y comunicadores sociales fue muy tensa y el
ejercicio de la profesión de informar fue perseguido sistemáticamente.
Sin embargo, esos tensos años registran el surgimiento de varios diarios, revistas y
radios democráticas a través de los cuales la disidencia pudo expresarse, denunciar las
graves violaciones a los Derechos Humanos y promover la movilización. Por lo mismo es que
estos medios sufrieron diversas formas de persecución judicial a través de los tribunales
civiles y militares. Muchos periodistas, asimismo, fueron víctimas del amedrentamiento
constante, y ya bastante avanzada la Dictadura, el editor internacional de la Revista
Análisis, José Carrasco Tapia, fue ultimado con catorce impactos de bala, crimen que hasta
hoy sigue impune, aunque los autores materiales están ya identificados.
Las organizaciones gremiales de los periodistas han completado el balance de los
profesionales que fueron asesinados, encarcelados y acosados de distinta manera. El Informe
oficial de la Comisión de Verdad y Reconciliación también registra caso a caso la
persecución que afectó a más de un centenar de periodistas, fotógrafos y camarógrafos,
entre ellos varios corresponsales extranjeros. Los tribunales de justicia, en tanto, han
abierto investigación y procesado a algunos militares por su participación en casos de los
periodistas que fueron asesinados o hechos desaparecer y todo indica que en los próximos
meses van a ejecutoriarse las primeras condenas. Ello, a pesar de que sigue vigente en Chile
la Ley de Amnistía dictada por la Dictadura y que protege con el manto de la impunidad los
actos de represión entre 1973 y1977. Asimismo, en lo que toca al Estado, los profesionales
de la prensa perseguidos por la Dictadura han sido favorecidos por algunas discretas
reparaciones de carácter previsional y la eliminación de sus prontuarios judiciales a
objeto de facilitarles sus trámites de jubilación y posibilidades laborales. En este
momento, otra Comisión de carácter oficial estudia la situación de los chilenos que fueron
torturados y encarcelados, entre los que probablemente se consignen una treintena de
periodistas. Según la Ley, estos serán reparados moral y pecuniariamente, aunque el mismo
texto establece que ésta será más simbólica que efectiva.
En el balance de los despropósitos cometidos por la Dictadura contra los medios y sus
profesionales resulta nítido que la represión fue ejercida fundamentalmente por la
Dirección Nacional de Inteligencia (DINA)y su sucesora la Central Nacional de Inteligencia
(CNI), entidades represivas creadas por Pinochet e integradas principalmente por efectivos
del Ejercito. Sin embargo, en el actual período de transición a la democracia no se conoce
de parte de las Fuerzas Armadas un "mea culpa" por las violaciones cometidas contra la
Libertad de Expresión y la dignidad de los profesionales de la prensa. Hasta aquí, los
nuevos mandos militares no han emprendido acción alguna destinada a esclarecer hechos tan
dramáticos como el homicidio de Carrasco Tapia, las expropiaciones de inmuebles y
maquinarias de imprenta, las detenciones arbitrarias y los diversos atentados contra la
propiedad personal y familiar de varios periodistas. Después de 14 años, por ejemplo, las
oficinas del diario El Clarín, sus talleres y mobiliario siguen ocupadas por dependencias
del Ejército. Luego de demandar por años la devolución de estos bienes, los propietarios
del que fuera el diario de mayor circulación nacional han debido querellarse en un tribunal
extranjero contra el Estado Chileno, a objeto de recuperar los bienes arrebatados y ser
indemnizados por el enorme perjuicio de impedírseles la circulación por más de 30años.
Tampoco se aprecia un esfuerzo de los institutos militares por recuperar su deteriorada
imagen ante los medios de comunicación. La oficialidad, en general se muestra muy reacia a
enfrentar a los reporteros, informar sobre sus actividades castrenses y trasparentar sus
gastos y operaciones. En estos meses, especialmente el Ejército y la Armada están
adquiriendo gran aviones de combate y navíos, sin que la opinión pública chilena conozca
las razones estratégicas o tácticas de tales compras. En el debate público provocado por
estos millonarios gastos, las distintas ramas de las FF.AA se abstienen de participar o
hacer públicos informes o estudios los justifiquen.
Finalmente, tampoco la ciudadanía ha recibido señal alguna del Ejército en cuanto a
renunciar a los abultados ingresos que recibe esta institución más allá del presupuesto
fiscal regular. Se trata nada menos que del 10 por ciento de todas las ventas de cobre
efectuadas por la Corporación del Cobre (Codelco), empresa estatal que produce más del 30
por ciento de la principal extracción minera del país y de cuyas exportaciones se alimenta
fundamentalmente la economía chilena y el erario público. Demandada por la propia empresa y
la ciudadanía, las autoridades políticas no se atreven todavía a contrariar el deseo de los
militares de continuar privilegiados por este aporte que podría destinarse a la educación,
la salud o la construcción de viviendas, en el que se sindica como uno de la s naciones de
mayor inequidad social en el continente. Un país, por lo demás que no tiene en el horizonte
posibilidad de conflicto bélico alguno, toda vez que ha ido resolviendo por la vía
diplomática todos sus pendientes en cuestión de límites y tensiones con sus vecinos.
Sólo la policía uniformada o Carabineros de Chile ha logrado importantes avances en la
recuperación de su imagen pública y relaciones con la prensa. Encuestas nos dicen que esta
institución es la mejor evaluada por el país y que en pocos años los chilenos han olvidado
los terribles agravios que sus efectivos cometieron contra la población durante la
Dictadura Militar. La presencia de Carabineros en las calles, colaborando con el flujo del
Transito, la prevención de la criminalidad, la resolución del delito y otras múltiples
tareas los ha reconciliado con la nación. Aporta a ello, también, su disposición a
colaborar con las investigaciones judiciales y el haber marginado de la institución a
quienes delinquieron en materia de Derechos Humanos. Los policías, además, demuestran
solvencia en el combate a la corrupción, tema que preocupa muchísimo en este momento al
país, cuando se suceden con inquietante frecuencia los escándalos contra la probidad de
políticos y administradores públicos. Episodios, éstos, en que también se han visto
comprometidos oficiales de las Fuerzas Armadas.
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