Julio 5, 2024

El retorno de los constructores de catedrales

lienzo_estudiantes

lienzo_estudiantesEl acontecimiento encierra claves y promesas fecundas. Sucedió en la jornada de paro del 24 de agosto pasado como a las 13:30 en la intersección entre Andrés Bello y el puentecito Montt que atraviesa el Mapocho. Hasta ese lugar llegó una bulliciosa marcha de estudiantes de la Pontificia UC que se dirigía a los barrios de Las Condes; espacios de vida y ajetreo familiar de esos estudiantes de cabellos, piel y ojos claros.

 

 

 

Allí en la hora de merienda y descanso de cientos de trabajadores de las construcciones aledañas a la imponente torre del “Costanera Center”, símbolo del Chile empresarial pujante, se tejió un escenario social que le puso electricidad con signos de interrogación al ambiente.

 

¿Qué puede surgir de ese encuentro de esos dos Chile y de esas dos culturas, la de los trabajadores y la de los pijecitos estudiantes de la Católica?

 

De repente, como un rayo en un cielo sereno llegó la respuesta. La voz de Juan José Moreno, el joven estudiante que animaba con sus cánticos estudiantiles la marcha, lanzó la clásica consigna de los universitarios de la izquierda del 68 al 73, el “Adelante, adelante, obreros y estudiantes”. Primero hubo sorpresa en los rostros de los trabajadores de la construcción, después sonrisas, luego vitoreo con cascos al aire. Pero eso no fue todo. Fue de película el momento. Cuando la voz femenina de la espigada estudiante de largos cabellos en bicicleta llenó el ambiente con el allendista “El pueblo unido jamás será vencido”, las dudas se disiparon. Lo percibí cuando los puños se levantaron y lo vi en los ojos del elegante conductor del BMW 2011 que bloqueado por la fusión de cuerpos e identidades en la calle, contemplaba anonadado la escena. ¿Vuelve la Historia de los cambios estructurales envuelta en nuevos ropajes? Nada sociológicamente determinante diría el investigador en busca de la repetición regular de un hecho para sacar una conclusión válida. Y pese a todo … Se mueve y se menea … La batea …

 

Cabe recordar. Allá por los 60, Herbert Marcuse, en el prólogo de El Hombre Unidimensional, una obra que no ha perdido una coma de actualidad, puesto que fue y es una crítica feroz a la sociedad de consumo norteamericana y al conformismo y alienación que ésta produce, el filósofo judío-alemán-norteamericano asentaba un principio básico de la Teoría Crítica: que la vida vale la pena ser vivida, pero a condición de que ésta sea digna. El libro plantea la necesidad de buscar vías de emancipación teóricas y prácticas a la opresión y a las alienaciones, tanto del modelo comunista burocrático de la época, como al capitalismo de la posguerra que en sus rasgos esenciales perdura.

 

Peor aún, estos últimos 10 años el sistema económico perfeccionado en Chile y transformado en laboratorio neoliberal permanente desde 1973, muestra cada vez más una tendencia a exacerbar los peores rasgos detectados por Marcuse. Pero ¡sorpresa!. este año el mundo está cambiando, en las rebeliones árabes en Egipto y Túnez los trabajadores silenciados volvieron a la escena política. Junto con los jóvenes estudiantes y cesantes desalojaron a dos dictadores del poder; hasta ese minuto aliados y sostenidos por las potencias imperialistas europeas y estadounidense. Sin olvidar que en muchas plazas de Europa los indignados comenzaron a resistir la ofensiva neoliberal de los gobiernos conservadores y socialistas liberales. Rápidamente, en el espacio de seis meses, el escenario mundial se llenó de movilizaciones.

 

En medio de una crisis profunda del capitalismo global y de aumento de la desigualdad asistimos al espectáculo de imágenes televisivas, al desconcierto de las clases dominantes y al estupor de los intelectuales que buscan respuestas.

 

Eugenio Tironi es uno de ellos en Chile. Como H. Marcuse quiere detectar causas, pero a diferencia de éste no quiere cambiar el sistema. Tampoco comparte las ideas de Stéphane Hessel en su opúsculo ¡Indignaos! quien cita a Sartre, para llamar a comprometerse con el cambio. E. Tironi es un intelectual comprometido, pero con el capital. El sociólogo provee informes acerca de las tendencias culturales a las empresas después de sondear el alma de los chilenos con el fin de planificar campañas de marketing y acentuar los controles sociales denunciados por H. Marcuse. En su libro recién publicado (*), Tironi se afana por sostener que los estudiantes que pelean por la gratuidad de la educación pública han roto todo vínculo con el pasado. “Se rompió, pues, la continuidad histórica. El pasado no es la luz que ilumina el futuro”, escribe.

 

Sin embargo, el pasado vuelve en la forma explicada al comienzo, no para repetirlo sino para darle impulso y justificar las luchas presentes por la gratuidad y la igualdad. Tironi olvida las formas de transmisión generacional de la consciencia. La de padres y madres que lucharon contra Pinochet y hoy están desilusionados y airados con las políticas de la Concertación y del Gobierno empresarial. Son sus hijos que están activando demandas sepultadas y actividades creativas.

 

Como los “situacionistas” de Guy Debord franceses el 68. Cuando en el mayo 68 francés un llamado de los trabajadores a la solidaridad con los estudiantes en huelga paró efectivamente Francia el 13 de mayo, Charles de Gaulle, Jefe del Estado, sale de París en helicóptero para irse a la Base Militar francesa de Baden-Baden en Alemania a reunirse en secreto con el General Massu. Días después, De Gaulle llama a sus partidarios a manifestar y la dirigencia sindical acepta negociar por separado demandas obreras pese a la reticencia de las bases que querían apoyar el movimiento estudiantil. La normalidad se reinstala. En 1980, el socialista Mitterrand fue elegido presidente y su Gobierno junto con los otros gobiernos socialistas comienzan a aplicar políticas neoliberales. Hoy Sarkozy continúa y profundiza lo mismo; como Piñera con la obra de legitimación concertacionista del modelo de Pinochet.

 

Tanto aquí como en Europa, Norte y Latinoamérica, importantes mayorías de ciudadanos y jóvenes quieren la política de constructores de catedrales y no de sacristanes de capillas. Exigen relatos nobles y tareas grandiosas y no la publicitaria mezquindad del capital. Quieren de nuevo cambiar las estructuras. Y para hacerlo, lo saben intuitivamente, necesitan la solidaridad y el apoyo concreto de los trabajadores organizados.

 

(*) ¿Por qué no me quieren? Del Piñera way a la rebelión de los estudiantes, Uqbar Editores, agosto 2011

 

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