Julio 6, 2024

A propósito de memorias y museos

Desde el punto de vista de las víctimas, sus familiares y compañeros, y por sobre todo, desde el punto de vista de las generaciones que no vivieron esa época, el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, tiene faltas y omisiones.

 

 

 

Ya la idea de museo es algo que retrotrae a un lugar silencioso en el que se reverencia a lo pasado, a creaciones y costumbres de antes y ofrece restos estáticos de lo que fue y ya no será.

 

 

 

Y pocas cosas deberían ser tan actuales como el valor desplegado por millones de chilenos que día a día, hicieron todo cuanto pudieron para deshacerse de una tiranía cruel. Y que pagaron su costo en vidas y sufrimiento.

 

 

 

La idea de memoria es corta y roma en el caso del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos.

 

 

 

El advenimiento de la pos dictadura fue también un intento por matar la historia. Despojarla del heroísmo de millones, apostando a que se esfumara conforme pasaran los años. Circunscribirla al concepto de memoria que late en lo estático de una sala fría de museo. Y, por cierto, para blanquear a los represores civiles y militares.

 

 

 

Despojar al pueblo de su historia es una manera de controlarlo.

 

 

 

La arremetida de la Concertación significó, a propósito de memoria, una históricamante inexcusable falta de interés por reconstruir el paso siniestro y criminal de los aparatos de exterminio del tirano.

 

 

 

No se explica por razones arquitectónicas que el más importante centro de detención clandestina y de tortura de la CNI, el cuartel de la calle Borgoño, haya sido demolido y que el mismo destino haya tenido la Cárcel Pública, centro de detención de miles presos políticos, desde donde numerosos de estos se fugaron.

 

 

 

En ningún gobierno de la Concertación/Nueva Mayoría, hubo real interés por reconstituir la historia desde el punto de vista de los que más lucharon y que mayor costo pagaron.

 

 

 

Una vía necesaria e inexcusable era la investigación judicial de los miles de casos que involucraban crímenes y violaciones a los derechos humanos. Pero la decisión política fue resolver solo algunos casos llamados emblemáticos. Puedo más el temor, el acomodo, lo que pudieran decir sus nuevos amigos y comparsas en la repartición del Estado.

 

 

 

Porque esa época oscura de la dictadura no fue solo dolor, angustia, tragedia y crimen.

 

 

 

También y por sobre todo, fue resistencia, lucha combate y un despliegue de heroísmo  del pueblo que merece un lugar en la memoria, por lo tanto en el futuro.

 

 

 

Estos aspectos también han sido un objetivo de quienes quieren limitar la memoria solo al retrato del ausente, del héroe desparecido, del camarada asesinado y restringir el alcance y rol de la memoria, la que por sobre todo, es futuro.

 

 

 

El Museo de la Memoria es de corto alcance si el objetivo es recordar lo que pasó solo en términos de víctimas de la dictadura. Hay mucho más que traer al presente como tributo al futuro y como respuesta a la necesidad de justicia del presente.

 

 

 

Precisamente la falta de memoria activa permite que criminales que han pasado inadvertidos por esa falta inexcusable de justicia a esta hora andan por las calles con un desparpajo que solo da la impunidad. Muchos con puestos en el gobierno o en el sistema institucional.

 

 

 

Una gran deuda del Museo de la Memoria es no hacer presente que la bestia aún está ahí. 

 

 

 

Quizás ni siquiera llame la atención lo que Javiera Parada, hija de una víctima, llama a un acuerdo nacional por los derechos humanos con todo el espectro político, olvidando que la única manera de que se respeten de verdad esos derechos, es por medio de la justica plena y oportuna, le memoria viva y libre y la reparación justa y necesaria.

 

 

 

Cualquier otro acuerdo no es sino una forma solapada de impunidad.

 

 

 

Hace falta un lugar en el que se reivindique esa época. Un lugar en que campee la memoria audaz y diga que no solo fue persecución, tortura y muerte. Que fue lucha cotidiana, heroísmo, creación y decisión. Que anuncie tanto como rememore.

 

 

 

Las actuales y futuras generaciones deben conocer el rol del pueblo y su contribución para resistir el oprobio y la represión.

 

 

 

De seguir así las cosas, más de uno tenderá a pensar que el tirano se fue porque quiso. O que eso que llaman dictadura jamás existió.

 

 

 

Recuerdo ahora un evento que entrega luces.

 

 

 

La subdirectora de la temporalmente cerrada revista Punto Final, Francisca Cabieses, y el que escribe, fuimos al Museo de la Memoria y los Derechos Humanos para solicitar que en ese recinto pudiéramos celebrar los cincuenta años de la publicación. Era el mes de agosto del año 2015.

 

 

 

En la revista, sobre todo en su director Manuel Cabieses, había el genuino convencimiento de que era un lugar adecuado si de memoria se trata.

 

 

 

La revista Punto Final, allanada y clausurada tempranamente, es una publicación en la que se puede rastrear los acontecimiento más notables del siglo veinte, en  la que han escrito importantes intelectuales, políticos, escritores y  periodistas del país y América latina. Punto Final ha dejado una huella en lo que respecta a memoria y a derechos humanos.

 

 

Varios de sus periodistas fueron ejecutados durante la dictadura, incluida su secretaria, y muchos sufrieron la prisión, la tortura y el exilio. Su director estuvo dos años detenido en los campos de prisioneros de Chacabuco y Tres Álamos.

 

 

 

Sin embargo, la administración del Museo de la Memoria, negó el espacio. La paradoja, lo contrario a la opinión común, es una forma que adopta la realidad para tomarnos el pelo de vez en cuando. 

 

 

 

 

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