Julio 24, 2024

Dudas en la izquierda: ¿Gramsci, Sabina o Salman Rushdie?

Es cierto que mucha gente de izquierda consecuente ha estado todo este tiempo en la pelea cotidiana. Pero también es dramáticamente cierto que el esfuerzo hecho en este largo lapso ha sumado cero, si se mide desde el punto de vista del castigo cotidiano que sufre el pueblo.

 

 

Ha habido en esas gentes el pecado de creer que haciendo las mismas cosas que no dan resultados, se pueden llegar a algo diferente. Se ha abusado de la fe que se le tiene al arte de la serendipia, pero con malos resultados.

 

Como si la marcha número mil, pudiera transmutarse por sí sola en proyecto, en idea, en horizonte, en contradicción, resilencia y seducción. En victoria.

 

Triunfos, avances, logros metas accidentales o no, no ha habido ni por pienso.

 

Innumerables certámenes y ponencias intentan descubrir cuál es la contradicción del momento sin atrevernos a caer en cuenta que durante muchos años hemos caído en la trampa perfecta: aquella en la que se entra voluntariamente y dando las gracias al cazador: la de creer que que así como se llevan las cosas, se llegará irremediablemente a la solución necesaria, única e inmutable para salir de esta forma de dictadura.

 

Pero no.

 

Cuando nos preguntamos cómo es posible que sujetos como Piñera, un especulador sin bandera, ganador de plata a manos llenas, sin ética en el afán troglodita por ser cada vez más rico, que no ha generado un mísero puesto de trabajo, haya sido por dos veces presidente del país. ¡Dos veces!

 

Debemos responder que algo pasa en el alma de Chile. Y no es muy bueno.

 

¿Quién responde por esto? ¿Nadie fue de manera que fuimos todos?

 

Se da cita en el país una especie de internacional del racismo, de la xenofobia, de la intolerancia y del odio hacia mujeres, maricones, indios y negros. Y todo cuanto huela a pobre o poca cosa.

 

¿Cómo llegamos este nivel de desvergüenza para aceptar sin chistar la presencia de presidentes como el colombiano, en cuyo país se asesina a dirigentes sociales con una facilidad tan siniestra como la impunidad en que queda ese genocidio?

 

¿Y que dé lo mismo que pasee por nuestras calles maltratadas el brasileño Bolsonaro que se burla de los familiares que buscan las osamentas de sus seres queridos asesinados, que amenaza con desertificar la Amazonia, mientas visita ese antro de criminales que es la CIA y  despliega su misoginia, homofobia y racismo como si fueran virtudes?

 

¿Se estará preguntado la izquierda cuál es la contradicción del momento? ¿Dirá algo al respecto Marx, Mariategui, Gramsci o Joaquín Sabina?

 

¿Dictadura o democracia? ¿Barbarie o humanidad? ¿Ripley o Falabella?

 

Habremos de caer en cuenta que no hubo transición que no haya sido hacia la perfección de los conceptos más trascendentes de la tiranía. Y que esas convicciones se adentraron muy profundas en mucha gente

 

Mientras una parte de la izquierda negocia cupos y asientos en el Congreso, otra saca cuentas para las próximas elecciones municipales y otra más hace esfuerzos para que la siguiente marcha sea más combativa que la anterior.

 

Y la izquierda grande y callada, los leales al legado de Salvador Allende, los humildes, los que no tiene redes sociales ni dietas ni amigos en puestos bien pagados,  esperan con la paciencia de los perdedores eternos.

 

Es tiempo del más perfecto pesimismo respecto no tan solo del futuro, sino del  presente inmediato. Y de creer a pie juntillas que la cosa va de mal en peor. Y que el riesgo de que nos invada la muerte y la destrucción es tan cierta como la mala suerte.

 

Hará falta voluntad, generosidad y sobre todo valentía para asumir el desafío de tratar de entender qué pasa en el mundo hoy. Y cuál debiera ser la consigna que resuma el mínimo común de la mayoría.

 

Quizás sería bueno partir por aceptar que, en virtud de los resultados, todo lo que se ha hecho hasta ahora no ha servido para nada. O para bien poco.

 

Como decía Gibreel Farishta, cuando caía desde el cielo en Los Versos Satánicos de Salman Rusdhie: Para nacer de nuevo primero tienes que morir.

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