Septiembre 1, 2024

La clase media, el “centro social” y el Estado “canuto”: los mitos de la derecha

Evelyn Matthei está consciente de su inminente derrota, pero trata de salvar “el santo y la limosna” y, para lograrlo, debe reconquistar el electorado más conservador de lo que, eufemísticamente, llaman el “centro derecha”, que no es más que la derecha dura, bajo el modelo franquista-Chicago Boys. En su cierre de campaña, en Temuco, junto a los jóvenes llamados “liberales” – que más parecen pastores evangélicos – en un lugar destacado de la tribuna, de repente asoma Jovino Novoa, un verdadero símbolo de la idea del comando, en el sentido de reconquistar a esta ultra derecha que, según los dirigentes, no concurrió a las urnas en la primera vuelta.

 

La “revolución” que anuncia la candidata es una verdadera contrarrevolución, pues equivale a volver a la fuente misma de aquello que los dirigentes de la UDI llaman “lo popular”, es decir, según los coroneles, siguiendo a Jaime Guzmán en el sentido de disputarle a los comunistas y socialistas los sectores populares, respondiendo reaccionariamente a lo que se llamó “la apostasía de las masas”. El próximo congreso de la UDI, a celebrarse en enero, se tratará de volver a la médula fundacional, intentado recuperar, e la misma familia a herejes, como el pastor Iván Moreira – según él, “roteado por los clasistas de la actual directiva”.

 

El nuevo discurso de la “clase media” – según el evangelio de la pastora Matthei – es tan falso e irreal como aquel de la “meritocracia” del hijo del ferretero Laurence Golborne, o el concepto del “centro social”, predicado por el Cristo de Palo, Pablo Longueira. Al final, se resuelve todo en que las ideas “meritocracia, centro social, clase media” son equivalentes a la hegemonía absoluta de la derecha, precisamente en las comunas más ricas del país. En este sentido, la revolución a la cual Matthei alude no es más que la dictadura de los ricos sobre la inmensa mayoría de los ciudadanos, tal cual la llevó a cabo el único “personaje exitoso” de la derecha, Augusto Pinochet. En la elección del domingo 17, se trata de llegar, al menos, al 40% que los partidarios del dictador obtuvieron en sucesivas elecciones democráticas.

Evelyn Matthei ha querido inventar, en estos dos últimos días de campaña, una especie de resurrección del espíritu “combativo” de la derecha en defensa de sus intereses y de su doctrina, atribuyéndose un éxito en el último debate presidencial que quiso rememorar el carácter inseguro y vago de la candidata contendora. Se sabe que los debates presidenciales muy poco sirven para conquistar nuevos electores, pero son útiles para reafirmar la fe de los partidarios y creen una especie de mística – algo similar al “sin vacilar marchar, soldados del Señor”, en el himno del “ejército de salvación” o en el canto introductorio a la misa católica “…miembros de una iglesia, vamos caminando a la casa del Señor…”

 

El populismo de la candidata Matthei es tan evidente que al ser interrogada por un periodista, le respondió: “Ud. no me conoce a mí, cuando fui senadora por la IV Región trabajé un día entero como temporera” y pude constatar que las pobres “rotitas” no tenían baño para depositar sus excrementos, y Ud. no sabe lo cansada que llegué a mi casa” – en este plano de sacrificio, el Opus Dei, Joaquín Lavín, es un maestro inigualable, a quien Matthei no le llega ni a los tobillos. Por mucho que prometa vivir con los pobladores, en sus primeros días de gobierno, son muy pocos los apóstoles que le creen tan ridícula historia.

 

El concepto de la clase media es uno de los más manoseados por los políticos, en el fono, no hay ser humano que no sienta de clase media, incluso, el millonario Presidente, Sebastián Piñera, quien puede sostener, con propiedad, que sus antepasados vienen de Coquimbo y eran unos pobres provincianos, despreciados por la aristocracia santiaguina. Lo mismo ocurre con la clase pobre emergente, cuya mayor ambición es ser clasificado como de clase media.

 

El candidato o candidata presidencial que, efectivamente represente a la clase media, debiera tener, como mínimo, el 80% de los sufragios ciudadanos y representaría, sin duda, a la clase hegemónica en la sociedad, pero como el concepto “clase media” es abstracto, subjetivo e inalcanzable de comprensión, por consiguiente, por consiguiente, puede ser utilizado por cualquier demagogo de derecha.

Rafael Luis Gumucio Rivas

13/12/2013

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