Crónicas de un país anormal

Las AFP: ahorro forzoso de los trabajadores para financiar a las empresas

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En el vocabulario “tontilandés” debemos esforzarnos en comprender que todo lo que se dice corresponde a lo contrario a la realidad: en Chile reina la igualdad ante la ley, sin embargo, la ley se aplica en forma discriminadora, pues no se condena el delito, sino la mala suerte de ser pobre. Las cárceles están abarrotadas de pobres, hombres y mujeres, pero no se ve ningún millonario que ha delinquido en grande, (por ejemplo, graves delitos económicos terminan con sentencias tan patéticas, como enviarlos a estudiar ética en las universidades que, en algunos casos son de su propiedad o de sus amigos personales. El hecho de coludirse para robar el dinero de los consumidores es, apenas, una falta, por ejemplo.

El inicuo sistema de las AFP, creado por el hermano del Presidente de los especuladores, José Piñera, es la antítesis de un real sistema de previsión social, pues sirve a unas empresas para invertir el ahorro forzoso de los chilenos, a quienes se les descuenta por planilla mes a mes, para que, al final de su vida laboral, “el rey de los huevones” reciba una pensión, muchas veces más baja quela básica solidaria.

El sistema de las AFP está lleno de engaños – como lo es el diccionario en Tontilandia -: se les dice a los cotizantes, en grandes titulares, que son propietarios de sus ahorros, y que podrán disfrutar de este capital una vez que cumplan la edad requerida para jubilarse. Según el diccionario, la propiedad tiene tres acepciones: el uso, el goce y la libre disposición de un bien; si las AFP fueran Organismos encargados de salvaguardar los fondos de la previsión social, el ogro filantrópico, el Estado, podría coercitivamente obligar a los asalariados a ahorrar un porcentaje de su salario para garantizarle una pensión digna y justa.

Según José Piñera Echeñique, antaño ministro del dictador Pinochet, al llegar a la edad de jubilar el ahorrante ganaría una jubilación equivalente a su último sueldo; con semejante ganga, qué habitante de Tontilandia no iba a entusiasmarse por un futuro promisorio. El general dictador había cumplido su palabra, gracias a José Piñera, de convertir a los tontilandeses de proletarios a propietarios. Como en el cuento de La Cenicienta, a las 12 de la noche toda la magia prometida por el ex ministro de Trabajo, como por encanto, desapareció, y el príncipe se transformó en un “violador”.




Si nos preguntamos por qué la derecha ha podido tener el poder a través del sufragio universal, la respuesta es simple: basta con insultar a los pobres y tratarlos de ignorantes, desaseados, inútiles y flojos, y que Dios y su hijo banquero haya hecho más ricos a los ricos con el loable propósito de que el padre y la madre rico, proteja a estos hijos, castigados por el destino, (los pobres equivalen a los hijos tontos). De esta raíz viene el derecho divino de los reyes y el respeto que todo ciudadano debe al Presidente de la República que, se supone, es mandatado por el pueblo, aunque en muchos casos haya obtenido sólo el 20% de apoyo de los electores, pues la voz de Dios es la voz del pueblo, según el caso, que es otra de las argucias del diccionario tontilandés.

Por desgracia, en muchas ocasiones la voluntad de Dios para legar el poder en un rey o al pueblo soberano es más errónea que sabía: veamos: Sebastián Piñera fue elegido por la mayoría de los votantes y, al poco tiempo, el 95% llegó a rechazarlo, (en pleno estallido social), hecho que no ocurre sólo con el Presidente Piñera, sino que, con la mayoría de los mandatarios en América Latina, (al menos Lenin Moreno, en Ecuador; Jair Bolsonaro, en Brasil; y otros Jefes de Estado de la región).

Volviendo al caso de las AFP y el ahorro forzoso, que fue impuesto por un dictador criminal, (supongo, su poder no emana de Dios, muy por el contrario, la teología tomista consagra el derecho a rebelión contra los tiranos).

Los supuestos fondos de las AFP, que son propiedad de cada ciudadano cotizante, hasta que lleguemos a la edad de jubilación los administradores pueden invertir en acciones y bonos que consideren más rentables.

Antes del gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle existía una parte del fondo destinada a proteger las pérdidas de los fondos de las AFP, que fluctuaban según el mercado, por consiguiente, los ahorrantes no corrían riesgos ante las bajas de la bolsa y el mercado secundario. Es lamentable el reconocer que un gobierno democrático haya terminado por proteger el robo por parte de las AFP, es decir, las AFP no corrían ningún riesgo, mientras que las pérdidas eran traspasadas a los cotizantes. (Era un juego de ganar-ganar para las AFP Y Pierde – pierde para el ahorista).

Durante el gobierno de Ricardo Lagos se inventó la modalidad de la división de los fondos en distintos tipos de calificación de riesgo: el A, se invertía sólo en acciones, y era el más riesgoso, pero daba mayores ganancias; era una inversión a largo plazo. Los fondos B, C y D se daba una mezcla de Acciones y Bonos, y el E se invertía todos ahorros en Bonos, de alta calificación y cero riesgos, destinado, especialmente a las personas que estaban a punto de jubilar, quizás para proteger los fondos que, en una crisis económica, podrían reducirse a la mitad de lo ahorrado.

La división de los fondos por escalas de riesgo justificaba que los ahorrantes corrieran con el riesgo de las pérdidas de los sus propios fondos, y mientras las Acciones y Bonos rentaran en períodos de locura y auge bursátil, los ahorrantes tenían que permitir que los administradores de los fondos pudieran jugar a la ruleta a su amaño, repartiendo dinero ajeno entre las empresas predilectas de ellos. Además de invertir en empresas chilenas, se sumó el derecho de hacerlo en el mercado mundial de bolsas.

Al llegar el momento en que los cotizantes cumplieron la edad de jubilar tuvieron la triste noticia de que sus pensiones eran miserables.

Los ahorrantes forzados suponían que, una vez llegada la edad para jubilar podían hacer lo que querían con sus ahorros, definidos como de su propiedad, pero como siempre hay trampas en Tontilandia, al feliz anciano y nuevo propietario se le daban dos posibilidades a elegir: meterlos en una renta vitalicia, administrada por aseguradoras, o bien, que las AFP siguieran administrando su jubilación. El dinero del ahorrante era algo así como la copa, que se mira y no se toca.

Con mucha razón, los chilenos son considerados fantoches, desagradables y pagados de sí mismos. Chile fue el modelo para los neoliberales del mundo: cuando el gobierno peruano, que había pisado el palito al adoptar el sistema de las AFP de capitalización individual su gobierno, al darse cuenta del desastre que acarreaba “el paquete chileno”, decidió permitir a los cotizantes el retiro del 95% de los fondos acumulados y, ahora con la pandemia, el gobierno permitió que se pudiera usar el 10% de los fondos. El gobierno de Cristina Fernández, en Argentina, más inteligente, reemplazó el sistema de las AFP por el solidario.

Una profesora de Antofagasta solicitó que la AFP le devolviera sus fondos acumulados a fin de poder pagar la última cuota de hipoteca de su casa, pues de no hacerlo, significaba la pérdida de su propiedad; la AFP se ha negado a entregarlos; la profesora llevó el caso a la justicia y la AFP, alegando inconstitucionalidad, sometió el caso ante el Tribunal Constitucional, que favoreció a la AFP. Afortunadamente, la valiente profesora siguió insistiendo hasta que el Tribunal de Apelaciones de Antofagasta le dio la razón, sin embargo, la AFP se niega a entregarle el dinero so pretexto de que aún resta una instancia ante la Corte Suprema.

La senadora Ximena Rincón y algunos otros padres conscriptos han propuesto que el ahorrante pueda retirar el 10% de sus fondos; (al igual como en Perú), proyecto que sólo corresponde enviar al Presidente de la República. La senadora y sus colegas quieren presionar al gobierno a fin de que los ciudadanos que están pasando hambre puedan hacer uso de fondos, que son de su propiedad. Hay otras propuestas en ciernes, (la del profesor Ramos, por ejemplo, en que se considere como un auto-préstamo el retiro del 10%, agregando un año más a la edad de jubilación, tanto de hombres como de mujeres).

La derecha argumenta que este retiro es “pan para hoy y hambre para mañana”, pues reduciría el fondo cuando el ahorrante debiera jubilar. La solución, según lo propuesto por la senadora Rincón, es que el Estado se comprometa a entregar un Bono de reconocimiento, con sus respectivos intereses, para tapar el hoyo dejado al utilizar el 10% solicitado, a fin de no morir de hambre.

No cabe duda que sería mucho mejor que el Estado chileno asumiera las necesidades de aquellas familias que no van a recibir el monto del Ingreso del Monto Familiar de Emergencia (IFE). Los 15.000 millones de dólares que va gastar el Estado para auxiliar a los ciudadanos necesitados durante la pandemia sólo alcanza para dos millones quinientas mil familias, por consiguiente, muchas familias chilenas no accederán a ningún peso de ayuda estatal, y tendrán que optar entre salir a trabajar y ganar unos pesos, o morir infectados por el Covid-19.

El gobierno cuenta varios instrumentos para recaudar dinero: en primer lugar, el impuesto a las transacciones financieras de más de un millón de dólares; en segundo lugar, un impuesto patrimonial a la riqueza, que significaría un mínimo de solidaridad de parte de los cristianos dueños de Chile; en tercer lugar, un crédito contundente, que permita enfrentar la pandemia y relanzar la economía; en cuarto lugar, hoy, en todos los países del mundo, la tasa de interés está muy baja y, en algunos casos, negativa, por consiguiente, el endeudarse para un país como Chile, que tiene una deuda externa menor a un tercio del PIB, sería un buen negocio si no se roban el monto del crédito; en quinto lugar, Chile continúa con una buena calificación de riesgo país, por consiguiente, los intereses son bajos.

Debiera existir un tope en la rentabilidad de las ganancias de aquellas empresas que pretendan estar al servicio de los ciudadanos, tanto en la Salud, como en la Previsión, pues las ganancias de las ISAPRES son, verdaderamente, escandalosas, algo similar ocurre con las Administradores de Fondos de Pensiones, (AFP).

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

27/06/2020

 



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