El hundimiento de las ideologías racistas
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El escritor Arthur Gobineau, en el Ensayo sobre las razas humanas, anticipó antes de su muerte, acaecida en Torino el 14 de febrero de 1882, que el alud de los chinos y los eslavos iba a poner fin a la civilización aria europea. (Herman, “La idea de decadencia en la historia occidental”, 1997:75).
Para este pensador la civilización principal era la india, donde tuvieron origen los arios. En 1813, los eruditos usaban el vocablo “indoeuropeo” para referirse a la civilización occidental.
Para Gobineau, la raza blanca ha desaparecido de la faz de la tierra, pues perdió toda su pureza: la vitalidad de la raza aria se había degenerado y agotado. Las tribus germánicas y los vikingos eran el último aliento de la cultura y, desde entonces, la civilización funciona con tiempo y vitalidad prestada. Según Gobineau la historia es un incesante ciclo de guerras, mestizajes y conflictos.
La desaparición de la raza blanca tiene un triste epílogo. Al final de la Edad Media los guerreros germanos, rubios, de hombros anchos, formados en la una religión pura y severa, sumado a una política sabia y una historia gloriosa fueron derrotados a raíz de que la iglesia católica, neciamente inculcara la tolerancia, la sociabilidad, la cortesía, a la nobleza feudal, que luego fue su perdición, (en vez de conquistar a los siervos se casaron con ellos).
El resto de la historia europea se convirtió en la lucha de lo que restaba de la aristocracia ario-germánica, contra del orden burgués ascendente. La Revolución Francesa marca el fin de la exclusividad racial aria: ya no hay clases, ni pueblo, sino tan solo individuos que flotan como restos de un naufragio. (op. Cit.: 68-69)
El pensamiento de Gobineau es la antítesis del de Alexis de Tocqueville, (autor de La democracia en América), en el sentido que según Tocqueville Estados Unidos era el país portador de la antorcha de la civilización europea, y desde allí se resumía también el sentido de los derechos humanos de otras naciones y pueblos de Asia, África y Europa. Gobineau despreciaba la cultura burguesa de la ilustración amante de la razón y destructora del vitalismo de los areos
Tocqueville sentía repulsión por la perspectiva racista de Gobineau, gobernada ésta por un determinismo y fatalismo racial, capaz de eliminar toda libertad humana, hasta el punto de que no puede hacer nada, pues está dominado por el determinismo biológico y, consecuentemente, la moral no existe, y está “más allá del bien y el mal…” como escribía Nietzsche. Los principios morales eran opuestos a la vitalidad de la raza aria, (Nietzsche llamaría “la voluntad de poder”). ( ibid. , 73-74)
Chamberlain llevó el mito ario al pangermanismo: el elemento corruptor de la civilización occidental eran los judíos, culpables del deterioro de la vitalidad teutónica, y su solo existencia significaba un crimen contra las sagradas leyes de la vida; la religión judía, comparada con la rica vida religiosa de los arios, es rígida, pobre y estéril y sin alma. Los héroes de Chamberlain eran Martin Lutero, Dante y Jesucristo. (Este autor intenta demostrar que Jesús no era judío, sino ario). Por otra parte, Ignacio de Loyola era un vasco degenerado. (Ibid 81)
En 1927 Chamberlain conoció a Hitler: ambos compartían la visión antijudía y anticlerical. Posiblemente, Hitler nunca leyó a Gobineau, pero Albert Rosenberberg y Dietrich Eckhart le presentaron las ideas de Chamberlain y otras doctrinas raciales y arianistas.
En 1923, desde la cárcel Hitler escribía en Mi lucha: “…toda cultura, arte y civilización fueron logros de la raza aria…Todas las grandes culturas del pasado perecieron sólo porque la raza creativa original murió por contaminación de la sangre…” ( Ibid: 80-82)
Chamberlain no alcanzó a disfrutar del triunfo de su discípulo predilecto, Hitler.
El anti-judaísmo no es exclusivo de los nazis, pues autores franceses lo desarrollaron antes y más profundamente.
Los judíos eran rechazados por los cristianos, no sólo por considerarlos deicidas, sino que también los acusaban de usura y el préstamo a intereses elevados, sin embargo, los Papas del Renacimiento eran elegidos no sólo gracias a la “simonía”, sino también al apoyo de los grandes banqueros judíos.
En honor a la verdad, Nietzsche jamás fue antisemita, pero su hermana, casada con un nazi, se apropió de la Fundación que lleva el nombre de Nietzsche, incluso, invitó a Hitler, con muestras de pleitesía, a la sede de dicha Fundación.
Oswald Spengler, que era admirado por Hitler, siempre se negó a visitar al líder nazi y, hasta su muerte, rechazó las ideas racistas del nacionalsocialismo.
Los racistas norteamericanos, incluido Trump, y más cercanos, algunos de los latinoamericanos, son herederos de las teorías arias sobre la supremacía blanca, desarrollada especialmente por Gobineau y sus discípulos.
Rafael Gumucio Rivas (El Viejo)
06/06/2020
Bibliografía
Arthur, Herman, La idea de decadencia en la historia occidental, Andrés Bello, 1997. 55 a 82
Restos del naufragio
Arthur de Gobineau y el pesimismo racial