Por qué el gobierno no quiere usar los fondos soberanos
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Actualmente Chile cuenta con fondos acumulados en dos de los llamados fondos soberanos. Uno es el Fondo de Reserva Previsional, que alcanza a 10 mil 800 millones de dólares y el otro es el Fondo de Estabilidad Económica y Social, que suma 12 mil 333 millones de dólares, ambas cifras a diciembre del 2019.
Esos fondos se han constituido en base a los ahorros que Chile ha logrado generar a lo largo de los últimos 30 años y existen no para contemplarlos como si estuvieran en vitrina, sino para usarlos cuando surjan en el país emergencias de cualquier naturaleza que obliguen al Gobierno a gastar más fondos que los que se están recaudando por medio de los ingresos ordinarios en un año normal.
Hasta ahora, enfrentados a la crisis sanitaria y a sus efectos económicos y sociales – y a la necesidad de buscar financiamiento para los muchos gastos que toda esta situación entraña – el Gobierno ha actuado prácticamente como si esos fondos no existiesen o como si no se pudiesen tocar. Una conducta tan extraña no puede carecer de explicación.
Esos fondos – además de los fines explícitos de financiar gastos extraordinarios, dados fundamentalmente por situaciones de emergencia – tienen una función implícita: permiten generar una determinada imagen internacional sobre la salud financiera del país. En otras palabras, permite mostrar a la comunidad financiera internacional que Chile es un país solvente y que tiene sólidas espaldas financieras. Esa circunstancia favorecería al Gobierno, si este se decidiera a endeudarse internacionalmente, cosa que tampoco el actual Gobierno ha intentado en forma relevante en el contexto de la crisis actual. Pero no es solo el Gobierno el que podría endeudarse teniendo como telón de fondo el dinero existente en esos fondos soberanos. También el sector privado se beneficia de ese factor de imagen internacional. Más aun, se puede decir que el que más se beneficia es precisamente el empresariado nacional y el sector bancario local. Veamos.
La deuda externa de Chile alcanza hoy en día aproximadamente a los 195 mil millones de dólares. Pero de esa cantidad, solo 27 mil 800 millones de dólares es deuda del Gobierno o deuda pública. En el resto de las instancias deudoras destacan las empresas no financieras (75 mil 300 millones de dólares) y la banca (32mil 200 millones de dólares). Esa deuda privada no está formalmente garantizada por el dinero que existe en los fondos soberanos, pero implícitamente, como ya dijimos, ellos actúan como un elemento de referencia que permite a esos sectores contar con créditos y gozar de tasas de interés más bajas que las que pueden afectar a otros países de la región. Pero hay que agregar que los créditos internacionales que contrata el empresariado chileno no siempre son para financiar proyectos de inversión en el propio país, sino que hay un sustantivo despliegue de inversiones de empresas chilenas en otros países, que en no pequeña medida se nutren de esos fondos conseguidos gracias al hecho de que Chile cuenta con esos fondos soberanos.
Si las cantidades acumuladas en esos fondos soberanos disminuyeran, como legítimamente puede suceder, los grandes empresarios y banqueros chilenos tendrían más dificultades en sus operaciones con el sistema financiero internacional.
En definitiva, el usar o no usar esos fondos soberanos – que acumulan una cantidad bastante alta de dinero que pertenece a Chile y a todos los chilenos – es una cuestión de conveniencia o de elección respecto a sus usos alternativos y respecto al momento u oportunidad de hacer esos gastos. Y todo parece indicar que la oportunidad es ahora, lo cual no significa que haya que arrojar toda la carne a la parrilla y gastarse íntegros esos fondos, pero parte de ellos sí que son posibles y deseables de usar. En definitiva, lo que está en juego es la salud y la vida de millones de chilenos.
Por Sergio Arancibia
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