¿Se acaba el capitalismo?
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Ojalá así sea, pero no lo creo. La crisis subprime que explotó en 2008, afectó directamente la médula del sistema financiero mundial pero el taimado 1% administró magistralmente el desastre; consiguió traspasar deuda, factura y efectos colaterales a los trabajadores. Nada nuevo ni novedoso.
El submundo cruel e incivilizado de Wall Street sabe a que juega. Crisis es oportunidad, bien que lo saben, y lo aplican con tanta eficacia los lobos, con insana intensidad de acuerdo con los tiempos.
Si algo es previsible al final de esta crisis pandémica es que el mundo retrocederá a 1918 y tendremos un dantesco escenario de pobreza y desolación. No es precisamente este escenario propicio para la revigorización del ansia acumulativa?
Tengamos en cuenta, por si algo faltara, que quien en realidad aprehende, aprende y reaprende de las crisis es precisamente el sistema fagocitador de sueños y esperanzas.
Las materias primas, ese oscuro deseo y fetiche del «pensamiento» progresista, seguirá siendo el asidero acumulativo preferido de las metrópolis. Henos allí a los países extractivistas peleando y disputando cupos para colocación de las rocas, pulpas y líquidos extraídos a la tierra.
El progresismo no sale de su eterno ritornello y su ensimismamiento en el ¡ahora si!, ya convertido en mantra de roca y acero.
Los pueblos esperan pero la pandemia no. Al covid 19 se le antepone el virus dañoso del capitalismo. Sesenta millones murieron con gripe la española y para entonces la espuela liberaral se incrustó en las débiles costillas de una humanidad humillada, ha cambiado algo?
Por Arévalo Méndez
Embajador de Venezuela en Chile