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«El vino es cultura»: Presencia en lo sagrado y en lo profano

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La presencia universal del vino es innegable y esto posibilita una oportunidad para la producción del vino chileno que no es tan desconocido en el contexto mundial aunque la visión que se tiene de éste es bastante limitada, en parte por la publicidad comercial que esconde lo más genuino de nuestros mostos, esos que son de alta calidad, con identidad geográfica de sus valles, prácticas artesanales de la cultura campesina conciente con la responsabilidad agroecológica y que rescatan el origen más genuino de algunas cepas consideradas más propias en cuanto criollas. Insisto, poco sabemos los chilenos sobre nuestros vinos, por esa la relevancia de generar contenidos que consideren una historia más profunda que la que se suele comunicar. Importante es la historia y el testimonio de los reales protagonistas que con nobleza colocan cuerpo y alma misteriosamente dentro de cada botella.
Volviendo a la historia universal del vino, se puede decir, siguiendo parte de su historiografía abierta y no cerrada por un consenso general, que los primeros indicios sobre su descubrimiento podrían localizarse por Irán más de 5000 años a.c. Agradable sorpresa podemos imaginar en quienes comenzaron a disfrutar un dulce jugo de uva que provocaba estados de placer dada una quizá lo más probable inesperada fermentación, presentándose así un origen fortuito al interior de algún objeto de materia noble. No es difícil pensar una comprensión misteriosa del vino en culturas con prácticas religiosas cotidianas.
En las religiones, generalmente existen creencias en la existencia de seres sobrenaturales a los cuales se les atribuye capacidades extraordinarias a partir de lo cual se les confiere superioridad entitativa. Esa superioridad explica las creencias de la acción providencial de los dioses sobre los humanos, en reciprocidad se establecen culturalmente obligaciones y prácticas para tributarlos, siendo esto el origen del culto privado o público con ritos litúrgicos que buscan agradarlos. La importancia de lo religioso, en varias culturas, ha superado la importancia de lo político para la vida social. Esto está muy presente en las culturas antiguas y por cierto en ciertas visiones del judaísmo y del cristianismo, en las cuales hay ofrecimiento de libaciones a sus dioses en las cuales el vino tiene una función central.
Hacia los pueblos más jóvenes del mediterráneo, la presencia del vino no ofrece dudas, como parte de los rituales de culto, junto a otras bebidas como la cerveza, la hidromiel, jugos fermentados de dátiles y de otros frutos. La extensión del cultivo de la vid trajo la abundancia de vinos provocando el reemplazo de las otras bebidas en las prácticas religiosas, por eso es que hoy el vino aparece como elemento protagónico en las celebraciones litúrgicas de varias religiones. Dice el Eclesiastés en 9.7: «bebe tu vino con alegre corazón». Sin ser ingenuos el alto consumo del vino, en estas mismas religiones aparece censurado.
Otra referencia clásica de la cultura occidental al consumo del vino en ambientes celebrativos, aunque ya no de carácter netamente litúrgico, pero sí de carácter estético es la referencia al «Banquete» de Platón. Aquí se señala que varios estaban embriagados dado el consumo habitual de vino en estas tertulias griegas, resaltando el momento en el que se decide dejar de beber para pasar la noche elogiando al amor. Este banquete deja en evidencia esa tensión de las tertulias en que se llegaba al momento de definir si éstas se dedicaban a homenajear a Apolo (dios de la razón, de la palabra) sirviendo medidas las dosis del vino para permitir soltar las palabras, o si estarían dedicadas a Dionisio (dios del delirio, de la fiesta) permitiendo que el vino fuera servido sin medida para mayor goce y desinhibición, éstas últimas más cercanas a las afamadas bacanales romanas en las que se buscaba emborracharse para deleite y gozo de la libertad erótica.
Finalmente quiero recuperar la imagen de Los Goliardos considerados como personajes utópicos, intelectuales, disociados del orden jerárquico instalado por la monarquía y el cristianismo, como bien lo ha dejado ver el historiador francés Jacque Le Goff en un capítulo que les dedica en el libro «Los intelectuales en la Edad Media». Un importante registro testimonial de este movimiento alternativo y contracultural lo constituye el poemario «Carmina Burana», en donde la filosofía goliarda se puede ver resumida en tres tópicos; el primero sobre La Fortuna, en donde todo depende de cómo gire la rueda que es el mundo, hoy se puede ser rey y mañana mendigo, no hay un destino determinado y nuestros méritos no aseguran nada; la Libertad y la Igualdad, rompiendo el esquema del orden de las jerarquias, el lugar esencial en que se desarrolla la libertad es en la taberna o en la ciudad perdida de Jauja, es en estos lugares donde realmente podemos hacer lo que queremos siendo cada cual quien es; el «Amor» erótico como uno de los actos más satisfactorios para el ser humano, cuestión que lo acerca a la experiencia de la belleza como parte de nuestra existencia. Para el Goliardo el modo de vivir la existencia es partir de una permanente embriaguez para la cual el vino y la cerveza son protagónicas.
En parte hemos heredado estas complejidades en este devenir histórico en el que participamos a pesar de que no nos convenza totalmente como nuestro lugar de pertenencia identitaria. La cultura del vino ofrece una posibilidad para reunirse o congregarse, sea como en un ritual o como en un banquete. Nuestra cultura del vino requiere de relatos que no desconozcan lo que somos aportando con un espíritu constructivo al fortalecimiento de una comprensión de lo que somos.
Este tipo de diálogo abierto comenzaremos a realizar desde este jueves en el ciclo «El vino es cultura» en DeCulto wine bar con el sommelier Alan Grudsky como anfitrión y el cineasta Silvio Caiozzi como invitado bajo el título «Formación de la cultura chilena: el vino en las manifestaciones artísticas», continuando con otros invitados con temas como «Lo sagrado y lo pagano: la cultura occidental y el vino», «Cosmovisión agroecológica: el vino como alimento para el cuerpo y el espíritu».
Alex Ibarra Peña.
Dr. En Estudios Americanos.
@apatrimoniovivo_alexibarra



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