Orrego versus Orrego: anule el voto, esta no es su pelea
Tiempo de lectura aprox: 3 minutos, 40 segundos
Cabe preguntarse cómo es posible que el Partido Comunista siga aceptando el ninguneo de quien le da la gana. El PC no fue invitado a participar del comando de Claudio Orrego luego de haber hecho público su apoyo a su candidatura.
¿Olvidó el PC que Orrego es democratacristiano, es decir, esencialmente traidor y por sobre todo anticomunista? Lo que equivale a decir que en el probable próximo gobierno de la ultraderecha la represión se dejará caer de la manera más dura a quien intente revolver el gallinero. No diga que no lo dijimos.
¿Recordamos que Claudio Orrego salió elegido Gobernador por el apoyo de la derecha en la anterior elección, luego de enfrentarse a la candidata de Frente Amplio? Esta última de vergonzosa memoria, habría que agregar.
Como dice un lúcido amigo, el candidato de la elite es Claudio Orrego, por quien ya votó la elección pasada. El Orrego emergente no es muy fiable por cuna, condición social y notoria falta de inteligencia. El actual gobernador es más de aquella derecha que volverá a votar por él porque lo reconoce como uno de los suyos por clase e intereses. El otro es un picante tirado a gente.
¿Por qué hemos llegado a este punto?
Por la ausencia de una izquierda radical, decidida, que no se avergüence de su historia, símbolos e ideas. Que no encubra sus colores, banderas e ideales para evitar el qué dirán de la derecha o de la izquierda aguachenta, neoliberalizada, desgrasada, inocua y tembleque, cuya única gracia relevante es su experticia en hablar en lenguaje inclusivo.
Hacen falta ideas de fondo ordenadas en una propuesta que no tiene por qué ser muy compleja. La vida de la gente es hoy y no en el mañana incierto de una utopía indescifrable. El más mínimo avance que contraríe el extremismo neoliberal es considerado como una idea de extremistas.
Piense en lo siguiente: suponga que la educación de nuestros niños debe ser democrática, humana, al alcance de todos, que no sea el negocio inmoral que es, y en la que el Estado cumpla con su deber de hacer real un derecho humano de los más importantes. Una escuela que esté en su barrio, a la que vayan sin temor, bien alimentados y seguros. Piense en que los profesores sean profesionales que amen su ocupación por la cual reciban un salario digno. Piense en escuelas seguras, limpias, acogedoras, que entibien en invierno, que trate con amor a sus niños.
Así descrito, no es algo inalcanzable o una locura, pero desde el punto de vista del sistema, es una propuesta revolucionaria, propia de irresponsables, de activistas pagados por Caracas y Moscú, de populistas a los que habría que encarcelar.
De hecho, en cualquier país de Europa, que de comunistas no tienen nada, la cosa es más o menos parecida.
Como verá, no haría falta asaltar el Palacio de Invierno ni el Cuartel Moncada para impulsar cambios necesarios, para los que el estado tiene dinero de sobra.
No hay que ir muy lejos para sintetizar aquello que se necesita como programa político que ordene al pueblo y le dé un horizonte y una causa.
El trasfondo estratégico es reemplazar el orden neoliberal que ha hecho mierda a este país, que ha comprometido varias generaciones de personas cuya calidad de vida es y será al menos discutible, que ha entregado las riquezas al extranjero, que ha hecho de cada derecho de la gente un negocio, incluido los de los niños, que ha inoculado mediante las tarjetas de créditos y las antenas parabólicas una idea de cliente más que de persona.
Veamos como el egoísmo y la falta de solidaridad se ha emplazado en gran parte del pueblo. La desconfianza en el vecino y en el compañero, la falta de comprensión del actuar juntos en la defensa de derechos, el convencimiento que de nada vale pelear, la idea del sálvate solo, la certeza inmutable de que son los ricos son los que generan riqueza y no el trabajo de la gente, la instalación profunda de la idea de que no es posible la existencia de otro orden.
La falsía progresista, barnizada de izquierda de la Concertación, la Nueva Mayoría y ahora el Frente Amplio y sus socios, no han hecho absolutamente nada que se parezca a una propuesta de un país diferente, de una sociedad más justa.
Esa renuncia ha significado favorecer a los patrones, a los grandes empresarios, a los capitales extranjeros y a los poderosos. Jamás la ultraderecha ha sido más poderosa que ahora. Ni en la dictadura.
Proponer la construcción de un país asentado en otros paradigmas, con una economía de altura humana, que se asiente en la hermosa tradición de organización y luchas populares, que recupere la mística que hizo posible hazañas gigantes como el gobierno de Salvador Allende y la derrota de la dictadura, que sea capaz de seducir al pueblo en una movilización que le entregue un lugar en la lucha y una esperanza real de mejores días y de un futuro seguro para los niños y viejos. De eso se trata.
Para concebir un país así no hace falta mucha sofisticación intelectual.
Hay una enorme experiencia de organización y lucha en el seno del pueblo. No se parte desde cero. Se parte por reivindicar su centenaria tradición de lucha que ha permitido tener los avances sociales puntualmente desconocidos y/o debilitados por los gobiernos de turno.
Pero ¿por dónde irse? ¿cómo sintetizar un proyecto mínimo que aglutine y seduzca, que articule y proponga?
Aunque se nos olvide, hay mucho hecho en esa dirección.
Vea lo que hay en el proyecto de constitución luego del estallido de octubre. Esa constitución perfila un país muy diferente a este que construye la ultraderecha y la izquierda neoliberalizada.
Ese texto tiene la gracia de haber sido hecho por una multitud de personas que pusieron su empeño, sus saberes y sueños y por esa razón, en gran medida, sintetiza de buena manera un país muy diferente a este.
Que, si bien fracasó en el plebiscito de salida, esa derrota no mermó el potencial peligroso de su contenido para un orden que se mantiene solo porque nadie se atreve a empujar su quebrazón definitiva.
No se trata, por cierto, de esgrimir lo 499 artículos de ese proyecto, sino buscar la mejor síntesis que resuma aquello que vibró en ese ejercicio.
Mientras tanto parta por anular el voto en la Región Metropolitana. Esa pelea no es suya.
El Orrego democratacristiano ganará en las comunas más ricas del país. Y ahí entenderá mejor por qué basureó con el Partido Comunista.
Ricardo Candia Cares