Columnistas

Recambio en el imperio      

Tiempo de lectura aprox: 4 minutos, 16 segundos

El Imperio realizó su periódico ritual de coronar cada cuatro años al candidato que más dólares logra juntar. Ante los resultados algunos guarenes como Bolsonaro, Milei y Noboa danzaron y celebraron, mientras otros prójimos como Petro y Lula mascullaron una felicitación, esta vez sin parar mientes en que el procedimiento electoral gringo es diferente en cada estado, y no sólo la votación sino hasta la forma en que cuentan los votos, los diarios toman partido abiertamente y los candidatos siguen haciendo campaña aún cuando la votación ya lleva varios días en curso, es decir, es más trucho que la justicia chilena; pero esta vez no les importó que no haya habido observadores internacionales, que los resultados oficiales se vayan a conocer quizás cuando y las actas quizás nunca; lo importante era besar cuanto antes el trasero del vencedor.

Como todo esto no pasa de ser el habitual folklore cornetero latinoamericano, a Güiquilics Patagonia le interesaba conocer la opinión de los vasallos principales, por lo que recurrió a su siempre dispuesto espía para averiguar qué decía el viejo primer mundo y dejaron a cargo de Animal Planet estudiar el curioso fenómeno en que los ratones del patio trasero bailan cuando les cambian el gato; aún cuando el gran Themo Lobos arrojó ciertas luces al respecto en la historia de Mampato y Ogú con el ejército de San Martín en 1817, en la escena en que un humilde huaso explica por qué toma partido por los realistas.

Lo primero que notó nuestro espía fue que todos los analistas y panelistas estaban con el trasero a dos manos y a nadie le gustó el resultado; lo segundo fue que no parecían entender un carajo y que los datos duros y numéricos les eran invisibles. Todos hablaron de una victoria inesperada y arrolladora del candidato Trump, pero las crudas cifras decían otra cosa; respecto a la elección anterior el ganador obtuvo cinco millones de votos menos, y lo que pasó fue que la otra opción  perdió todavía más, quince millones, es decir que lo arrollador no fue la victoria sino la derrota.

En cuanto a lo inesperado hubo quienes todavía consideraban sorpresivo el triunfo de Trump en 2016, en circunstancias en que hasta desde Puerto Montt era visible que Trumpeta era el candidato de Homero Simpson y que como los gringos son en su mayoría Homeros Simpson, éste iba a ganar. En realidad lo único inesperado fue que esta vez no ganó el que logró juntar más dinero, sino el que le dio a la gente una esperanza de la cual agarrarse.




Los analistas europeos muestran unos curiosos errores de óptica; para empezar creen que USAlandia es una democracia y no la plutocracia que ha sido desde que eligieron como primer presidente a míster Washington, el más adinerado de ellos, y además ven a ese país como una entidad aparte y diferente del resto de la humanidad, como un mundo aparte en el que no existe la lucha de clases ni la penuria económica.

Esta ceguera los sume en la perplejidad y no entienden por qué los latinos votan por alguien que los trata de basura, por qué las mujeres votan por alguien que no está ni ahí con los derechos reproductivos y los negros por alguien que los desprecia abiertamente; no entienden por qué los más pobres eligen a un millonario como Trumpeta, secundado por Musk, el más adinerado del planeta, como si la desigualdad fuese creada por tal o cual dirigente y no por el sistema económico imperante, el capitalismo que le dicen. No entienden por qué la gente no se conforma con las bellas cifras de la macroeconomía, según las cuales a su país le va estupendo y se quedan refunfuñando porque los dólares no les alcanzan para llegar a fin de mes; bastó que Trumpeta le preguntase al gringuerío ¿Cuándo yo era presidente la plata les alcanzaba para más o para menos? Y la cosa les quedó muy clara ya que ciertamente la inflación se ha frenado, pero no por eso han bajado los precios.

La ceguera se extiende al efecto que la llamada globalización produjo en la propia USAlandia; esos estados del norte que ahora son llamados “la franja de la herrumbre” son denominados así porque su riqueza emanaba de sus industrias, las que migraron a otros países donde podían pagar salarios más bajos y pasarse las leyes sociales por el arco del triunfo; esos estados que habían sido tradicionalmente bastiones del partido Demócrata ahora votaron por quien promete traer de vuelta los empleos perdidos.

Perplejidad hubo también porque fuese elegido alguien con prontuario policial; se le podría hacer ver que no es un caso tan raro y que en el sur del mundo hay un extraño país que eligió dos veces a un fulano que había hecho su fortuna robándose un banco y utilizando todos los recursos del poder político para incrementar su fortuna personal; a los españoles en particular se les podría hacer ver que hasta no hace mucho tenían un rey con un historial no precisamente inmaculado y que a todos estos estos ejemplares algunos que se las dan de demócratas y progresistas les han rendido homenaje.

Nuestro espía pudo constatar que el desconsuelo europeo no estriba precisamente en la falta de credenciales democráticas de Trumpeta, sino más bien en la posibilidad de perder el último gran mercado que les va quedando, ya que se han esforzado tanto en impedir que China sea competitiva, que se les olvidó hacerse competitivos ellos mismos, y para mayor humillación, que el árbol al cual se habían arrimado y del cual se suponían aliados en términos tanto económicos como políticos, ahora puede quitarles el piso y dejarlos colgados de la brocha, sin una política europea autónoma y con la bochornosa perspectiva de tener que bajarse las bombachitas e ir a hacerle sonrisitas a Rusia y decirles: Ups, fue un mal momento ¿qué tal si nos olvidamos de esos feos ucranianos, volvemos a hacer negocios y nos vuelven a vender gas?

Los europeos se quedaron esperando que la derrotada señora Harris saliese a dar una explicación de por qué las cosas no habían salido como pronosticaban las encuestas, una vez más sin comprender que las encuestas se usan no para reflejar la opinión pública sino para modelarla en alguna dirección que se disfraza como “sentido común” ¿Qué podía decir la señora Harris luego de haber sido la figura más cercana, diríase cómplice, de un viejito sonámbulo al que tuvieron que convencer de que no siguiera dando jugo? Ella sólo podía ser una candidata de continuidad y de hecho solamente ofreció un discurso de campaña de lo más WOKE pero sin la menor referencia a la economía del bolsillo de la gente común y corriente. Lo cierto es que la señora Harris estuvo desaparecida hasta el día siguiente, tal vez por algún problema gastrointestinal, y cuando finalmente dio la cara no hizo la menor autocrítica y se limitó a señalar que los tiempos de oscuridad son una oportunidad para mirar las estrellas.

Por el lado del candidato triunfante, Trumpeta anunció la llegada de la época de oro para su país, pero no queda claro si el gringuerío se habrá percatado de que la consigna “hacerlo grande de nuevo” implica que cualquier pretendida grandeza es definitiva y explícitamente cosa del pasado.

Esto es lo que nuestro abnegado espía patagónico pudo recoger en sus andanzas por los caminos de la vieja Europa, la que sigue tan despistada que aún se cree de alguna importancia en este siglo 21. ¡JUEEE!

 

Renato Alvarado

 

 



Related Posts

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *