El factor humano (cuando el diablo mete la cola)
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Los mejores planes, los propósitos más loables, el despliegue más exitoso, muchas veces en la historia se ha visto frustrado por el factor incidente de uno o más personas que terminan frustrando, abortando o cambiando el destino de la historia.
El caso Monsalve puede ser uno de estos casos.
El subsecretario irrumpió como el zar de la seguridad en Chile, su presencia parecía ubicua, estaba en todas; indudablemente es un hombre capaz, organizador, líder en su área de trabajo. Su proyección como político era indudable, sin embargo un día cualquiera, ese hombre, irrumpe en un actuar que deja atónitos a amigos y adversarios: se le acusa, por una subalterna, de violación, ni siquiera de acoso, derechamente violación, uno de los delitos más graves en la actual legislación.
¿Debe sorprendernos hasta cubrir nuestros cabellos con cenizas o rasgar vestiduras?
Tal vez no. “La vida nos da sorpresas” versa una canción popular. Si miramos los casos Penta-Soquimich, donde un subalterno conocido como Hugo Bravo, se autodenuncia y hace revelaciones comprometedoras acerca del financiamiento de la política en Chile, que fue provocando el efecto de una bomba en racimo en todo el espectro político nacional. Bombardeo que fue detenido por dos agentes bomberos: el director del Servicio de Impuestos Internos, que decide no demandar los fraudes al fisco, y el fiscal Manuel Guerra mandarin de Hermosilla-Chadwick, que concluyen las condenas en unas piadosas clases de ética.
También el empresario Claro revela unas grabaciones ofensivas contra Evelyn Matthei, que le cuestan las aspiraciones presidenciales a Sebastián Piñera, por allá en los años 90.
También Andrés Allamand, revela unas inversiones en paraísos fiscales, del candidato UDI, señor Laurence Goldborne, que termina costándole la posibilidad de candidaturas a ambos: uno por “alacrán “y el otro por traicionar los intereses económicos de Chile.
Se han dado casos mucho más trágicos de la intervención de un hombre “el factor humano”, como es el conocido asesinato en Bosnia del príncipe heredero del imperio austriaco, Francisco Fernando y su esposa por parte de un extremista llamado Gavrilio Princip y que terminó desatando la Primera Guerra Mundial.
Como vemos, el diablo mete su cola y tuerce la voluntad humana.
En el Génesis se relata la tentación de Eva por la sierpe demoníaca y la condena para toda la humanidad.
Este término-del diablo mete la cola- está magistralmente descrito en el Fausto de Goethe, cuando se describe en la segunda parte de la novela la escena en la cual Fausto, ya convertido en poderoso empresario, ordena una misión especial a su socio Mefistófeles para que traslade a dos campesinos a otra ubicación pues, donde ellos residen, desea hacer pasar una carretera.
Se sorprende Fausto cuando de pronto, al observar el horizonte, ve salir humo. Se inquieta mucho y al regresar Mefistófeles, le interroga.
Mefistófeles le dice con tono indiferente: los ancianos se resistieron, así es que le prendimos fuego con sus moradores adentro. La misión resultó exitosa.
El escándalo y enojo de Fausto sirvió de poco, el diablo suele ser FACTICO: lo hecho, hecho está.
LA HIPOCRESÍA.
Bien sabemos que el gobierno se ha visto metido en un lío por el “factor humano” Monsalve. Nadie la vio venir.
La derecha que tenía ansias de empate, luego de los casos “audios” y “caso Cubillos”, se lanzó como animal de presa, que son, tras esta oportunidad caída del cielo.
Como no le habían resultado creíbles ni aceptables las acusaciones constitucionales contra Boric y contra Toha, entonces surge el caso Monsalve, a días de las elecciones municipales y gobernadores.
Tres días y minutos se demoraron en despedir al ex subsecretario.
Esta demora, la derecha la interpreta como obstrucción a la justicia u ocultamiento.
El caso es que lo que se tenía era una denuncia, no una sentencia ni una prueba demostrada. Claro el delito que se acusa es grave, pero a alguien que trabaja en ese nivel es factible que se intente acusar de muchas cosas, por tanto una denuncia, como lo dice la ley, no anula la presunción de inocencia.
Entonces el gobierno se vio en la necesidad de evaluar el caso y cuando tuvo la convicción que había razones creíbles, le pide la renuncia.
Pero no. La derecha insiste en que esa pausa para evaluar el caso fue mucha, injustificada, culposa. Entonces van tras la cacería del Presidente, quien en su afán de transparencia explicó mucho y como sabemos: quien mucho explica, se complica. También van contra la ministra Toha, pues saben que puede ser una carta presidencial, y si se la comen en una jugada: “Jaque mate”.
Pero la hipocresía está en que a renglón seguido, los dirigentes de la derecha, frente al caso de Joaquín Lavin (hijo) señalan que si surgen antecedentes que lo comprometan, entonces recién tomaran medidas. Es decir, ellos si tienen el derecho a tomarse el tiempo de evaluar antes de tomar decisiones, el Gobierno no.
Basta ver la seguidilla de denuncias en que los partidos de derecha se tomaron todo el tiempo que quisieron o incluso nunca resolvieron contra los acusados. El mismo Chadwick renunció por su cuenta, Maximizando Errázuriz demoró meses, Jovino Novoa y su pandilla ¿Cuánto demoraron? Y Longueira y Moreira, y Macaya..,para qué seguir.
La paja en el ojo ajeno y la viga en propio, es lo más común en estos moralistas de la derecha. Pero como son abusivos desde siempre, entonces la Ley del embudo es su lógica de supremacistas históricos: la parte ancha de la ley para nosotros y la parte más estrecha para los demás. En esas manos estamos y hay chilenos que se las creen y las normalizan, eso es lo triste de nuestro país.
Por eso digo, con los hipócritas no se dialoga, a los abusadores se les debe vencer. No para aniquilarlos (solo la derecha dictatorial busca aniquilar al oponente, así como todos los autoritarismos conocidos), sino para ponerlos en su sitio con las herramientas de la democracia, como nos han enseñado alcaldes y nuevos postulantes que trabajaron con honestidad al lado de su gente y sacaron grandes mayorías: Maipú, Puente Alto, Renca, Viña del Mar, Valparaíso y otros tantos.
Hugo Latorre Fuenzalida