Borrachera
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Golpeada por meter las manos a la alcancía, la derecha de Chile ha entrado en una épica borrachera. Perdió la compostura, al caer de bruces en el vicio de beber en exceso, desoyendo las recomendaciones de sus progenitores, ahora dedicados a vivir en holganza. Sus hijos se descuadraron al verse sorprendidos. Mientras volaban los billetes en un huracán caribeño, los pilló la noche. Lo cual algo tiene que ver con la ética, cuando van a clases a aprender nociones de moral. Nada está a la deriva. Ni las legendarias orgías del Imperio Romano, superan a este desaguisado primaveral de la derecha, como si fuese un estriptis. Si de por medio no hay debilidades mundanas, orgías, adulterios, añoranzas, nada tiene sentido en sus vidas. De súbito, y quizá dominados por la nostalgia de sentirse dueños del país, se les ocurrió beber en exceso. Desliz que tiene una explicación. El dios Baco, siempre al acecho, renació en sus hábitos, al sentirse atacada. Impulso que se justifica, si se trata de olvidar a un amor tornadizo. O un mal negocio. O perder la credibilidad. Me reservo el resto, por razones de pudor, tan a la deriva en nuestro tiempo.
Este cúmulo de adversidades, impulsó a la derecha a emborracharse una tarde, mientras miraba la puesta de sol en sus alianzas. Claro. No se le puede negar su vocación romántica y de amor al poder. Algo de poesía de por medio para disimular. O lectura del catecismo, si urge renovar la fe. Entonces, los monaguillos que le sirven en el congreso, prepararon una acusación. Se apiñaron, porque aman la rapiña y convertidos en consuetas, lanzaron sus dardos en contra de Gabo Boric. Lo acusaban de querer destruir el país y conducirlo al despeñadero. Algo pálidos, gemían, sin llegar a ser amarillos, aunque entre sus miembros hay infiltrados, hablaron en jerigonza. El lenguaje que más les acomoda, si permanecen sobrios. Algunos de ellos, que cumplen labores de ordenanzas, arrastrados de las orejas como borregos, hacían mohines, quizá para expresar su descontento; pero quienes conducían la manada ese día, entre templanza y borrachera, le pellizcaban los glúteos.
Es así cómo, a esta manada de beodos a la deriva, les llueve sobre mojado. Una suerte de desgracia, para quienes no moran en una media agua, menos aún, debajo de un puente. Se enteraron al despertar de su borrachera, que el jefe había desistido de la acusación constitucional. Quien de pronto, se acordó del día que su papá, lo llevó a conocer a Augusto Pinochet. “Este jovencito, pinta para ser alguien en la vida. Lo veo en sus ojos”, vaticinó el dictador.
Como el muchacho al cabo de los años se convirtió en un caballero a la antigua, dominado por la sensatez propia de hijo hidalgo, sentenció: “Puede ser un bumerang. ¿Acaso no lo han advertido? Aconsejo, señores míos, esperar el día de San Pancracio”. Acompañado de sus monaguillos del cerro Chacarillas, sirvientes de librea, testaferros y pendolistas a “luca” la cuartilla, se escurrió de la reunión. Tras de sí, quedó ese hálito a santidad, propio de quien primero piensa y actúa; no de quien actúa y después piensa.
Esta historia bien puede tener un vuelco inesperado, en los próximos días, si se produce una rebelión entre los patipelados que idearon la acusación constitucional. Ahora, al quedar huérfanos de ideas quieren ir detrás de Carolina Tohá. Como el amor es a menudo tornadizo, donde los caprichos afloran a borbotones, también lo es la lealtad. Juzgue usted a la hora de las veleidades de esta vida, tan inclinada a las traiciones. Es así, como se vive de fiesta en fiesta, de orgía en orgía, donde nadie quiere pagar los platos quebrados.
Walter Garib