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Repensar una nueva escuela para una sociedad en crisis

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“Es mi escuela un alegre edificio que nació con un noble ideal del esfuerzo y del sacrificio que engrandece lo educacional… contemplando su bello paisaje y estudiando con fe sin igual forjaremos el claro mensaje de su típico medio social… En su seno de madre querida poco a poco devenga el saber, nos orienta y nos guía en la vida y nos hace mejores que ayer”.

Himno ex escuela 20 de Rancagua.

En diversos medios digitales, así como en la revista de Políticas Públicas Usach, señalamos desde 2020 en adelante que las pestes culminan, primero, transformando a la sociedad que las precedió y que luego ellas sufren los efectos inmediatos del paso de las pandemias.

La escuela pospandemia, nos evidenció, a partir del retorno presencial en 2022, con nuevos fenómenos como la masificación de aspectos de la narcocultura – la violencia como poder, vestuario y estilos musicales, entre otros – así como la pérdida de sentido de ella como espacio de normalización y disciplinamiento social, que nuevos fenómenos sociales y prácticas culturales se estaban incubando en las instituciones escolares.

Atrás quedaba la escuela pública como espacio de control, promoción y ascenso social tal cual lo pensaron y diseñaron los padres fundadores de Chile desde nuestra constitución como país independiente.

En esa escuela no solo aprendíamos, sino que, sobre todo, iniciábamos nuestra socialización como personas que, luego proyectaba su influencia sobre nuestras familias y barrios en que crecimos. Solo de esa manera Chile llegó a tener dos premios Nobeles de origen humilde y provenientes de la educación pública

Desde que la dictadura introdujo el principio de la subsidiaridad en educación la escuela fue abandonada por el estado a su propia suerte. Tal como, lo señaló Sol Serrano en su libro Universidad y Nación, “A lo largo de su historia republicana  la modernización cualquiera fuera el concepto específico que ella adquiriese en los distintos momentos históricos -ilustración, secularización, industrialización, democratización- tendió a identificarse con una demanda centralizada y encarnada en el Estado. Es esa tendencia la que comienza a revertirse en el último cuarto de este siglo iniciándose una nueva fase de modernización, igualmente impulsada desde el Estado, pero esta vez para desembarazarse de sus funciones tradicionales y depositar el impulso modernizador en el mercado”.

Los gobiernos de la concertación no revirtieron esa situación, se concentraron en mejorar aspectos de la gestión de las escuelas y mantuvieron el principio de la subsidiaridad que hoy se visibiliza a través de los hechos acontecidos en la Universidad San Sebastián. Con ello, y pese a las toneladas de recursos invertidos, la educación pública, continua en franco retroceso.

La otra pata de esa mesa coja fue la adscripción a un modelo curricular basado en la competencia cuyo icono es el cuestionable SIMCE que, como el CAE o la gratuidad a las universidades privadas, pese a su mala fama y resultados sigue incólume profundizando la desigualdad – año tras año la medición nos dice más sobre los grupos socioeconómicos a los que pertenecen los estudiantes que la rinden que sobre la formación de los mismos -, estigmatiza y genera rankings indeseables.

Al respecto la nueva propuesta curricular de 1° básico a 2° medio, corrige la deuda histórica con la educación ciudadana, pero, corre el riesgo, de llegar demasiado tarde.

La escuela pública hoy, a diferencia de ayer, es otra cosa.  Un repositorio donde se expresan y revientan fenómenos  que son ajenos a la escuela pero que rebotan en ella como la inmigración masiva, la crisis de la familia tradicional y su expresión concreta en el modelo actual monoparental que poco ayuda a mejorar la convivencia escolar y el sentido de autoridad; la masificación de la cultura narco que no solo cobra vida en el lenguaje, estética, microtráfico y la violencia como mecanismo de poder sino que, se manifiesta, además, en las nuevas disputas territoriales que culminan muchas veces a balazos y con riñas que, originadas en el barrio, se desatan en la institución escolar socavando la convivencia, el principio de autoridad y que tienen aterrorizados a los equipos de convivencia y a las comunidades educativas.

No hace mucho en Usach, una alumna, coronel de carabineros, hizo un enorme trabajo sobre la apuesta por la hegemonía cultural en los espacios sociales – familia, barrios y escuela – que está haciendo el mundo narco y que también tiene como propósito el control escolar. Sobre ese punto señalaba que recién la institucionalidad está intentando responder ante tal desafío donde la narcocultura lleva lejos la delantera con la fidelización de la población escolar y el rompimiento del control social. Me contaba una directora de un liceo emblemático que se ha enfrentado varias veces con la superintendencia porque, con sus protocolos y normativas – la mediación es la madre de todas ellas -solo legitima más la visibilización de la cultura narco en su liceo pues rompe el control social que antiguamente hacia la institución.

En la investigación de la oficial de carabineros, muy crítica del rol que han desempeñado en ese proceso los medios de comunicación y las redes sociales, mostraba como evidencia imágenes del funeral de un niño soldado en Alto Hospicio en 2022. En ellas se podía observar el féretro del malogrado adolescente abierto y en torno a él, niños cuyas edades oscilaban entre 8 y 12 años, consumiendo la droga tusi y alcohol que esparcen sobre el cadáver de la víctima.

“Sácate al tiro las zapatillas”.

En los liceos públicos hoy circula un tik tok del lanza internacional de origen argentino, Pablito Neuquén con la famosa frase que hace furor entre estudiantes que calzan zapatillas de alto valor económico provenientes de espacios muy vulnerables y que refieren al robo de zapatillas deportivas de precios muy caros. Ese tik tok , como los de la Fixa Pilar, Marcianeke y otros no solo visibilizan la cultura narco sino que, sobre todo, la legitiman, masifican  y consolidan desafiando y anulando el control social que históricamente desempeñó la escuela.

Emulando a Sol Serrano respecto el rol histórico del Estado en la educación, podemos manifestar que la escuela pública que durante 200 años desempeñó un papel trascendente en el disciplinamiento y control social hoy es un hoyo negro donde van a parar y se manifiestan todas las inequidades, distorsiones, plagas y vicios de una sociedad enferma y de un país violento por historia cuya expresión práctica han sido sus políticas públicas. Las de educación en los últimos 50 años han tenido esa impronta.

Decía Einstein que “locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”.   Desde hace medio siglo en educación seguimos haciendo lo mismo esperando obtener siempre resultados distintos. Mientras la escuela pública se desangra siendo víctima de las nuevas realidades sociales surgidas del mundo pospandemia.

Mientras nuestros actores públicos y nuestra institucionalidad política están hundiéndose en su propio fango ¿Continuaremos haciendo lo mismo?

 

Edison Ortiz.

 

 

Edison Ortiz

Doctor en Historia. Profesor colaborador MGPP, Universidad de Santiago

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