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Nuestra melancólica América Latina

El poeta e intelectual mexicano Octavio Paz escribía sobre la realidad de su nación, describiéndola en su gran obra “El Laberinto de la Soledad”. Ahí plantea que “…el mexicano es siempre enigmático, evasivo; un problema incluso para otro mexicano y para sí mismo”. Estas actitudes se deberían-según Paz- a que nos aqueja un mal moral: “la moral del siervo”, contraria a la “moral del señor”. Incluso es una rémora que lo deja por atrás de la moral moderna, que es la moral proletaria o burguesa, que se  alinea en la moral de lucha, de confrontar, de desafiar. La desconfianza, el disimulo, la ironía y todo aquello que cierra el paso a lo desconocido, a lo nuevo, a lo extraño. Eso de eludir al extraño y a sí mismo es propia de “gente dominada”, que teme, finge o disimula frente al señor, en definitiva es un solitario.

 

Otro intelectual, Roger Bartra, escribió una obra sobre el mismo escrito de Octavio Paz, que tituló “La jaula de la melancolía”. No trata de ser una parodia o paráfrasis de la magna obra de Paz. Es sin embargo una vertiente distinta de análisis. Bartra se apoya en Tocqueville quien en “La democracia en América” se refiere a la nueva enfermedad de las naciones democráticas, cual es la “melancolía”. En las modernas democracias, las aspiraciones nunca serán satisfechas, pues entre más obtienen, más amplia se hace la brecha con relación a lo que aspiran.

Bartra, sostiene que el titular como Laberinto a un locus que carece de dirección y salida, como lo hace Paz en su escrito, contradice el calificativo mismo de “laberinto”, pues por enredoso y problemático que sea, el laberinto tiene una salida. Por eso prefiere titular “La jaula…”, es decir una especie de cárcel de hierro, esa “Jaula o pieza de hierro” de la que habla el sociólogo Max Weber al referirse al problema de la sociedad moderna, que ha auspiciado el encierro solitario del hombre, rodeado de una petrificación mecanizada y masiva de bienes y mercancías. Por eso me atrevo a sostener que detrás de “El laberinto de la soledad” yace el mapa de la melancolía, afirma R.Bartra, pues no plantea preguntas ni ofrece respuestas.

Como ejemplo de su afirmación, Bartra señala la referencia que hace Octavio Paz al caso de Sor Juana Inés de la Cruz, pues advierte en su obra (confesiones) algo irrealizado y deshecho. La imagen de Sor Juana es la de una solitaria melancólica que sonríe y calla, como “La Gioconda” de Da Vinci, o el ángel retratado por Durero en “Melancolía1”, que representa la zozobra angustiosa de no encontrar cómo transformar el sueño, la idea contemplada en el absoluto del Cosmos en realidad, en relato, en una plástica formal de existencia.

La diferencia, dirá Yates, está en que el Ángel de Durero no está en estado de parálisis, sino en trance visionario, muy opuesto a la sor Juana que describe Paz, pues esta parece representar una palinodia (retractación- rectificación), donde se disculpa por tener el atrevimiento de pensar incisivamente, de manera cuestionadora, siendo apenas una mujer, en medio de una sociedad machista en extremo, de ahí su sensación de soledad y melancolía, también de sumisión.

Baudelaire, en su “El spleen de Paris”, representa esa alma angustiada de  melancolía, de inquietud inexplicable y sin salida. Ahí expone a una mujer salvaje confinada en una “jaula de hierro”, ese laberinto que no tiene salida más que la sumisión cobarde, la fiereza rebelde o la melancolía, que no es cobarde, sino plena de sabia comprensión, como en Sor Juana o esa sabia armonía que refleja el rostro impregnado de una renacentista esperanza, superior y futurista, de Lisa Gherardini, trasmitida por Leonardo.

 

¿América Latina está en medio de un intrincado “Laberinto de la soledad” o en una “Jaula de la melancolía”?

 

Hugo Latorre Fuenzalida.

 

Hugo Latorre Fuenzalida

Cientista social

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