La oposición venezolana clama por un levantamiento militar (no popular)
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Un ataque informático masivo desde distintos puntos del exterior provocó el retardo de la transmisión de las actas eleccionarias y la divulgación de resultados y se sumó la quema de oficinas, centros de votación y atentados de falsa bandera. La guerra informática y callejera alcanzó su máxima destructividad, y aún sigue. Hay grupúsculos que claman por un levantamiento militar y hasta la intervención del Comando Sur estadounidense.
Una ultraderecha desatada es pronóstico de extrema violencia. Supuestas encuestas de opinión apuntaban a crear el imaginario de una cómoda victoria opositora, con hasta 30 puntos de ventaja. Desde el chavismo, las encuestas señalaban la misma ventaja, pero a favor de Maduro.
Sin duda, muchos cansados de Maduro, lejos del carisma de Hugo Chávez, exigía un cambio, pero el oficialismo no ha logrado el recambio generacional (o la dirigencia lo ha impedido) para poder presentar un candidato nuevo, más joven menos desgastado. Están cansados de Maduro, quizá, pero jamás votarían por quienes prometieron abolir todas las conquistas sociales logradas en el país desde 1992.
Hay un voto silencioso que rehúye las encuestas. La realidad es que la ortodoxia chavista fue desbordada por las sanciones aplicadas por Estados Unidos contra el sector petrolero del país, que limitaron la capacidad inversora del gobierno venezolano, que, haciendo caso a asesores euroizquierdistas, comenzó a poner en marcha medidas de mercado.
La apertura de capitales, el ajuste fiscal y el congelamiento de salarios fueron algunas de las soluciones utilizadas por el grupo económico de Maduro para superar la alta inflación y la falta de control cambiario. Con esto se logró la caída de la aceptación de Maduro y sectores de la coalición del gobierno se opusieron a apoyar la reelección
Pero el chavismo demostró nuevamente una capacidad de movilización marcadamente mayor, en medio de una guerra cognitiva donde los medios han sido actores políticos contra el gobierno. Granjas de bots y grupos de trolls, inteligencia artificial y actas falsas, saturaron la opinión pública y los medios para desinformar sobre las tendencias, a boca de urna primero, y del resultado después del cierre.
Luego, la oposición intentó movilizar las calles, donde junto a ciudadanos opositores se sumaron vándalos para crear caos y una simulación de revuelta popular contra el supuesto fraude. Pero, ni los candidatos opositores Edmundo González Urrutia ni Corina Machado pudieron presentar ninguna prueba. Ni siquiera se presentaron a la citación del Tribunal Electoral.
La izquierda festivalera
Hay algo preocupante en la llamada izquierda festivalera europea, que señalan que esto no va de ideologías, sino sólo de democracia, para justificar de forma acrítica toda la propaganda que les llega de los medios de comunicación con base en Miami o en Caracas. Venezuela es una dictadura muy rara donde los medios de comunicación que consume la mayoría de las audiencias pertenecen a la oposición.
Una ola de influencers que nunca se pronuncian sobre nada han llenado las redes sociales de mensajes de solidaridad con la oposición venezolana en nombre de la democracia, con bulos como que Nicolás Maduro está encerrando a los opositores en campos de concentración. Estos mensajes los publica gente que se hace llamar progresista y que defienden que “por encima de la ideología está la democracia”, señala Raúl Solís.
La izquierda fest ha decretado que en Venezuela no hay democracia porque, una vez más, la derecha venezolana no ha admitido los resultados. La única vez que reconoció los resultados fue en 2015, cuando la oposición ganó las elecciones. Cuatro años más tarde dio un golpe de Estado y autoproclamó en una plaza de Caracas a Juan Guaidó como presidente.
También prefiere olvidar que Venezuela posee más reservas petrolíferas que Irak (a la que EEUU destruyó 22 años atrás) y que existen más de 900 sanciones económicas por parte de Estados Unidos, alentadas por una oposición que sueña con una intervención militar desde fuera para derrocar al chavismo.
Crisis y votos
Desde la prensa derechista e incluso de la socialdemocracia, se habla de “compra de votos”: tras las 900 sanciones y el bloqueo practicado por los sucesivos gobiernos de Estados Unidos, sumado al boicot de empresarios locales, los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) distribuyen canastas básicas de alimentos en todo el territorio nacional y buscan organizar a la población venezolana para combatir la especulación en los precios de los alimentos.
En 2016, el desabastecimiento de productos afectó al 80% de los supermercados y al 40% de los hogares venezolanos.
William Serafino, politólogo, investigador del grupo de análisis venezolano Misión Verdad, señala que “Hay una lógica de marginación, con elementos de agresión simbólica que rayan en el racismo y el clasismo. Esto ha creado una narrativa generalizada de condena social, donde se acusa a personas beneficiadas con programas sociales de ser compradas, cómplices de una dictadura y de apoyar a Nicolás Maduro por una bolsa de alimentos o ayuda financiera”.
Este discurso ha buscado legitimarse en las redes sociales, lo que ha creado una situación en la que los chavistas evitan identificarse en público o responder encuestas por miedo. La imagen construida por la oposición en torno a los chavistas se consolidó en parte de la prensa internacional. Sin embargo, la tendencia es que esta narrativa disminuya con el tiempo.
Es difícil predecir lo que podría pasar en las próximas elecciones, ya que las campañas de odio no han logrado sobrevivir durante largos períodos. Mientras, la ultraderecha contraataca. El presidente argentino Javier Milei, montado en su afán protagónico, convocó a una cumbre de presidentes regionales, buscando condenar y esmerilar a Nicolás Maduro, y lo acompañan otros como Ecuador, Perú, Costa Rica, Chile, El Salvador y Panamá (y siete países europeos), buscando complacer a Estados Unidos.
Prontuarios tardíos
Desde el oficialismo se sostiene que el candidato presidencial de la oposición, el exdiplomático Edmundo González, a punto de cumplir 75 años, fue instigador de los escuadrones de la muerte en El Salvador y del asesinato de al menos dos monjas, junto al entonces embajador Leopoldo Castillo.
La empresaria María Corina Machado, de excelente relaciones con el poder en EEUU desde hace décadas, en especial con el Partido Republicano, participó en los intentos de golpes de estado contra Chávez y fue inhabilitada para participar en cargos públicos, por realizar actividades perjudiciales para el Estado, como pedir la intervención militar extranjera..
A 10 días de las elecciones, María Corina Machado volvió a cargar contra Maduro y aseguró que “tiene que entender que está cada día más aislado y actualmente, su apoyo se reduce a la alta cúpula militar. Las Fuerzas Armadas saben lo que pasó en los centros de votación y hay una enorme resistencia en los cuerpos de seguridad militares y civiles para reprimir masivamente”, afirmó.
La respuesta de los militares no se hizo esperar. Fue el ministro de Defensa y general en Jefe, Vladimir Padrino López, quien acompañado por el ministro del Interior (también militar) y jefes policiales dejó claro el punto con un comunicado: «resulta ofensivo que intenten dirigirse a los efectivos militares y policiales a quienes siempre ellos han despreciado», leyó.
Los incitan a «desobedecer las leyes, e irónicamente, conminándolos a ponerse del lado de la historia y del pueblo. Cuando precisamente en la estoica defensa de sus derechos, la paz y la sana convivencia estos efectivos son los mas afectados por la violencia que ellos mismos han desatado», dijo Padrino.
Victoria Korn
*Periodista venezolana, analista de temas de Centroamérica y el Caribe, asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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