Cárcel de alta seguridad
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Desde tiempos inmemoriales, han existido las cárceles. ¿Son útiles o es una venganza de la sociedad, hacia quienes perturban el orden? ¿O se trata de recintos para castigar la rebeldía? ¿O es acaso la fórmula para acallar a quienes luchan por la justicia? En la literatura universal, hay novelas, como don Quijote de La Mancha, donde el insigne Miguel de Cervantes, la escribió en prisión. También Dostoievski, sufrió las iras del Zar de Rusia y terminó encerrado. Casi lo fusilan. Victor Hugo, otro genio de la pluma, escribió Los miserables, donde un pobre hombre, llamado Jean Valjean por robar un pan, termina en las galeras. Desde antiguo, escribir en contra de las autoridades y desnudarlas, constituye un delito. Si se trata de un prohombre, el que delinque, se le dan dos palmazos y el asunto queda resuelto. Por algo, en nuestra sociedad decimonónica se inventaron las clases de ética. Robar una gallina francolina, puede ser un feroz quebrantamiento en contra de la ley, no en contra del gallo, al quedar viudo.
A partir de este somero análisis, la sociedad sabe defenderse de quienes quebrantan la ley y los encarcela. También por criticar a la autoridad. Todo a causa de la feroz pugna, dónde construir una cárcel de alta seguridad. Quienes abogan por levantarla en la comuna de Santiago, alegan, que se va a potenciar el turismo, como si visitar ese recinto, tuviese el embrujo de albergar a famosos personajes de las novelas de aventura. Encarcelados por causas arbitrarias. Como las celdas deben tener ventanucos, provistos de barrotes, los reos pueden contemplar la puesta de sol y la cumbre del cerro San Cristóbal y Santa Lucía. No la del océano Pacífico, pues queda muy lejos y es privado. Sentir nostalgia por la libertad, el más sagrado de los atributos del hombre. Purgar durante largos años por haber quebrantado la ley.
Como se manifiesta, mientras se hacen gárgaras, pues nuestro país es democrático, o dice serlo, debería llamarse a elecciones. Preguntarle a la ciudadanía, dónde debería construir o no construirse esta cárcel de seguridad. Bien es sabido que, por mucha seguridad que exhiban estos recintos, hay quienes se fugan, saliendo por la puerta principal. Metidos en un tarro de la basura, en la maleta del auto de uno de los funcionarios o a través de las alcantarillas. En los sectores donde vive la burguesía, e impera la placidez, no hay cementerios, barrios rojos y menos aún, zonas de sacrificio. De levantarse la cacareada cárcel en un lugar equivocado y resistido, durante años o siglos, penará en la conciencia de quienes seleccionaron el lugar. Me reservo lo que pienso, mientras cae la noche, de cuanto se dirá en el futuro, y así, no ser acusado de sacrílego. La lengua, quizá el más traicionero de los órganos musculares, nunca permanece quieto. Su versatilidad es prodigiosa. La riqueza mayor del lenguaje coloquial, está en las blasfemias, pues a menudo recurrimos a ellas. Es el desahogo natural, para quienes no hallan las palabras adecuadas, si desean expresar su furia.
Después de este análisis dislocado, quien nos lee, dirá, que el cronista no da solución alguna y se escuda en su habitual verborrea para lanzar la piedra y esconder la mano. Bueno. Si quieren mi opinión, a cambio, construiría escuelas, hospitales, casas dignas en aquellos sectores donde se engendra la delincuencia. Atacar la miseria desde su raíz, llámese cesantía, analfabetismo, promiscuidad, en los cuales se encuentran semejantes lacras. La cárcel de alta seguridad, contribuiría a crear un espacio social, bien protegido, donde se urdirán nuevas barrabasadas. No se implantarán clases de ética, por razones de ética.
Walter Garib