Nacionalismo de cartón: la gran contradicción de la derecha chilena
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El discurso nacionalista ha sido una herramienta recurrente en la política mundial, utilizada para agitar emociones y ganar adeptos. Sin embargo, la contradicción entre las palabras y las acciones de muchos de estos movimientos se vuelve evidente cuando se examinan de cerca. En Chile, la derecha ha demostrado ser un ejemplo paradigmático de esta hipocresía, especialmente desde la dictadura civil-militar y a lo largo de los gobiernos de la Concertación. Esta columna explorará cómo los autoproclamados defensores de la patria han, en realidad, desmantelado y vendido el país a intereses extranjeros, mientras usan el miedo y la xenofobia para avanzar sus agendas políticas.
Durante la dictadura de Augusto Pinochet, y continuando con la Concertación, se implementaron políticas económicas que favorecieron la apertura del país a las inversiones extranjeras. Recursos naturales, que son el patrimonio nacional, se entregaron a transnacionales sin mayor reparo. El cobre, el litio y otros minerales, que podrían haber sido la base de un desarrollo sustentable y soberano, se desnacionalizaron en nombre del libre mercado y la modernización. Esta tendencia no se ha detenido; más bien, ha sido una constante en la política económica chilena, defendida con fervor por la derecha.
El caso del expresidente Sebastián Piñera es particularmente ilustrativo. Durante su mandato, Piñera mostró una injerencia notable en los asuntos internos del gobierno bolivariano de Venezuela, fomentando la llegada de miles de venezolanos a Chile. Este movimiento fue, inicialmente, presentado como un acto humanitario y de solidaridad. Sin embargo, cuando la presencia de venezolanos se volvió una preocupación para la seguridad pública, especialmente con la aparición del Tren de Aragua, el discurso cambió drásticamente. La misma derecha que promovió la migración, ahora se aferra a un discurso de seguridad y orden, demonizando a los mismos inmigrantes que antes defendían.
La contradicción no termina ahí. La derecha chilena ha sido vehemente en su condena a los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua, denunciando las violaciones a los derechos humanos y la falta de democracia. No obstante, cuando se trata de China, la postura es diametralmente opuesta. A pesar de que el régimen chino es dominado por el Partido Comunista y tiene un historial cuestionable en derechos humanos, figuras prominentes de la derecha, como José Antonio Kast y Sebastián Piñera, han expresado su disposición a mantener relaciones cordiales con China por razones económicas. Kast, en una entrevista con Tomás Moschiatti, afirmó que mantendría relaciones con China si llegara a ser presidente, sin importar las implicancias ideológicas del régimen. De manera similar, Piñera, en un viaje a China, señaló a los cuadros del Partido Comunista Chino que «cada país tiene el régimen que quiere», subrayando su disposición a pasar por alto los principios democráticos en favor de beneficios económicos.
Estas contradicciones ponen en evidencia una realidad incómoda: la derecha chilena, en sus diversas vertientes como Renovación Nacional, la UDI, Evópoli y los Republicanos, no valora lo nacional en términos económicos. Son fervientes partidarios de la desnacionalización del país y están profundamente aliados con las empresas transnacionales. Esta realidad desmiente cualquier pretensión de nacionalismo que puedan esgrimir. En su práctica, están más interesados en la liberalización económica y la maximización de beneficios para las grandes corporaciones, nacionales o extranjeras, que en la defensa del patrimonio y los recursos nacionales.
En este contexto, surge la pregunta: ¿puede Evelyn Matthei representar un verdadero cambio? Matthei, una figura prominente de la derecha se presenta como una opción fuerte y con experiencia. Sin embargo, su historial y sus alianzas políticas sugieren que es improbable que adopte una postura verdaderamente nacionalista en materia económica. Si bien podría adoptar un discurso más patriótico y enfocado en la seguridad, en la práctica es probable que continúe con las políticas de sus predecesores, favoreciendo a las grandes empresas y manteniendo la apertura económica.
La narrativa nacionalista, entonces, se revela como un recurso retórico vacío cuando se confronta con la realidad de las políticas y acciones de aquellos que la esgrimen. La defensa de la patria se convierte en una fachada, detrás de la cual se ocultan intereses económicos y alianzas con poderosos actores transnacionales. Los ciudadanos deben ser conscientes de estas contradicciones y cuestionar la autenticidad de los discursos nacionalistas, exigiendo coherencia y responsabilidad a sus líderes.
La historia reciente de Chile nos muestra que el verdadero nacionalismo no reside en las palabras altisonantes, sino en las acciones concretas que buscan proteger y fomentar el desarrollo soberano del país y sus recursos. Solo así se podrá avanzar hacia un futuro donde el bienestar y la prosperidad sean una realidad para todos los chilenos, y no solo para unos pocos privilegiados.
Fabián Bustamante Olguín.
Doctor en Sociología, Universidad Alberto Hurtado. Académico del Instituto de Ciencias Religiosas y Filosofía, Universidad Católica del Norte, Coquimbo
Patricio Serendero says:
La Sra. Mathei no tiene nada que proponer al país. NADA mismo. Vacía de contenido, adopta la voz grave y mandona que aprendió en casa con su padre, miembro de la Junta Militar de la Dictadura que no se olvide. Admiradora de Pinochet por lo tanto. Hablar con voz grave y autoritaria gusta a muchos, particularmente a los fascitas de todos los tiempos. Arribista como toda clase media que se precie. Si gana, cosa que habrá de verse, nos dará más de lo mismo. Los trabajadores chilenos si despiertan de su letargo ideológico entenderán que votar por ella es votar por los grandes patrones. Nada más.