Chile: Un país que se vende al kilo
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En América Latina, Chile es el país que ha alcanzado concentrar la mayor riqueza entre muy pocos, esos conocidos que levantan sus estandartes proclamando ser el 1% más poderoso.
Vivimos en el país más privatizado del mundo dice Alberto Mayol, con toda justeza.
Los Piñera, esos Ponce Lerou no construyen puentes, ni casas, ni liceos ni escuelas. Viven alimentando fantasmas y escudriñando en la información privilegiada que tantos beneficios genera. Entonces todo lo que sucede de manera diaria causa enojo, malestar y legítimamente se pide alterar el modelo.
Octubre fue un grito urgente de los desesperados y abandonados. Nadie los quiso escuchar de verdad como dice la canción.
Alguna forma debe existir sostiene un pensionado mientras las moscas juegan en sus manos sentado en una plaza de alguna comuna pobre.
Los magos del neoliberalismo hacen invitaciones para encontrar en el fondo de la persona al emprendedor, al futuro empresario que desde sus oficinas sosteniendo un puro pueda ver como se multiplican los peces que él inventó.
El mercado regula todo, es sabio y justo porque ellos lo inventaron, colocaron un fusil en el pecho de millones de chilenos y todo quedó sagradamente instalado.
El mundo está en la punta de los dedos de la mano vociferan esos duendes pintados de color dorado con sus saquitos de monedas con oro, con ese perfume de ENADE donde la rodilla cumple el peor de los oficios, entregarlo todo por nada.
Después viene lo tradicional, los abrazos y la foto donde todos aparecen riéndose como si se tratara del día del presidente del curso. En la otra esquina del país, esas eternamente mal alumbradas esperan que de la mesa algo caiga.
El 1% instala sus lágrimas y habla de crecimiento. Chile si no crece, habrá que venderlo, aunque sea al kilo. Así es el modelo que conocemos, así son los nuevos compradores de esclavos. Si no quieres ser un esclavo de los tiempos modernos con tarjetas de créditos, entonces debes despertar.
La realidad es distinta, Chile entre el 2022 y 2023 recibió más de 20 mil millones de dólares en inversión bajo un modelo que los grupos económicos le colocaron nombre y apellido. Millones esperan que en algún momento pueda estructurarse un nuevo modelo económico que pueda sencillamente entregar mejores condiciones de vida, profundizar en derechos fundamentales. Chile es un país donde existe una línea de pobreza.
Las expresiones progresistas en el continente y Chile no pusieron en cuestión ser proveedores de materias primas, que son urgentemente reclamadas por las grandes potencias. Se subordinaron calmadamente al modelo expresa el economista Roberto Pizarro. Bajar la pobreza es batalla justa, pero la derrota a la desigualdad es la madre de todas las batallas.
Saber más tiene su costo y debes de pagarlo.
Chile ya quedó lleno de universidades que entregan diplomas, licenciaturas de todos los colores. Eso se vende, es ganancia. Si aportan al desarrollo del país bien y si no pasa nada, entonces también está bien, finalmente el viejo del saco no asusta a los niños, sale a recoger sus billetes.
Quieres tener más hojas del calendario en tu vida, entonces aquello tiene su precio. Altas y encumbradas las ISAPRES, con abundantes espejos y luces te llaman para que puedas ver en una bola de cristal con ese sonido de una caja registradora que te anuncia podrás llegar al verano siguiente. Pero eso cuesta, cada día tiene su oficio y su precio.
Las palomas de las plazas saben esperar cuando les escriben cartas a los pensionados con sus logos de AFP. Como se trata de cartas marcadas no sirven ni para comprar comida ni los fundamentales remedios. Tantos años de sometimiento provocaron que los que se descrestaron haciendo caminos y hospitales sigan asustados hasta el último día del mes.
Por eso Chile tiene marca registrada. El roto chileno, ese del triunfo marcial en Yungay. Tienen el cuero duro afirman en la SOFOFA. Sin hijos del rigor con sus casas a medio terminar y a medio pintar. Alguno que se creía semi Dios inventó las cajas con ayuda y los bonos sin mediar confesión alguna.
Y los elegidos diputados y senadores, esos bien pagados paseando sus corbatas en los matinales mientras algunas leyes duermen llenas del polvo en el olvido. En algún momento aquellas necesidades fueron bandera para alcanzar un voto y el de más allá. La gente se olvida comenta un parlamentario con su salario de siete millones de pesos. Octubre pasó y no lo vieron llegar. La vida debe continuar por caminos de la paz social cantan abrazados mientras como una letanía las tantas explicaciones sobran.
Queda poco tiempo, pero queda y una sexta vez de lo mismo. Tiene el olor del viejo rescoldo que no alimenta ni calienta.
Por Pablo Varas