Producción y productividad
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En el año recién pasado el producto interno bruto creció en un 0.2 % con respecto al 2022. La población ocupada, en cambio aumentó en ese mismo año en un 3.36 %, con respecto al 2022, llegando a un nivel de 9.310 miles de personas
Un año antes, en el 2022, el PIB aumentó en un 2.0 con respecto al 2021. En ese entonces, la población ocupada aumentó en un 2.7 % con respecto al año 2021 alcanzando un monto de 8.769 miles de personas. Nuevamente vemos que la población ocupada aumentó más que el PIB.
El hecho de que la cantidad de personas ocupadas crezca más rápido que el PIB tiene un significado muy claro: la nueva mano de obra empleada tiene una productividad por hombre ocupado más baja que la productividad de los que ya estaban ocupados desde antes. Si la productividad se mantuviera en sus mismos niveles de un año al otro, ante un aumento de la población ocupada de 1 % la producción debería aumentar también en un 1 %, pero no es eso lo que sucede.
Esto que podemos deducir a partir de las cifras oficiales de crecimiento del PIB y de la población ocupada queda también reflejado en las cifras que publica periódicamente la Comisión Nacional de Evaluación y Productividad, organismo gubernamental, pero de carácter técnico y autónomo. Según este organismo la productividad total de los factores se contrajo en el año 2023 en una tasa que se ubica entre un 1.8 % y un 2.4 %. En el año anterior, 2022, la contracción se ubicó entre un 3.4% y un 3.6 %.
Estos datos llevan a las siguientes reflexiones y deducciones. En primer lugar, resulta claro que el crecimiento – si eso fuera el centro de las metas y aspiraciones nacionales – por la vía de una absorción de una mano de obra de productividad decreciente, no es posible ni deseable. De seguir por esa senda cada vez creceríamos menos y nos engañaríamos diciendo que la población ocupada está aumentando, cuando en la realidad de las cosas lo que aumenta es la absorción de mano de obra cada vez con menor productividad, básicamente en el sector informal.
Ese camino no conduce a un país desarrollado y ni siquiera a un país con mayor crecimiento. Se necesitan cambios de fondo en la estructura productiva del país para efectos de generar sectores productivos dinámicos y con capacidad de expandir y contagiar su dinamismo hacia otros sectores de la economía, y todos juntos hacer crecer la población ocupada en sectores de más alta productividad que la media del sector informal.
No hacer esos cambios de carácter más estructural – que no se generan de un día para otro – nos conduce a seguir con tasas de crecimiento mediocres, un poquito más altas o un poquito más bajas – según sean las vicisitudes de las coyunturas nacionales e internacionales – pero sin capacidad de generar desarrollo en forma sostenida y sustentable.
Resulta paradójico que los sectores de la derecha económica y política – que carecen de un proyecto nacional de desarrollo y que siguen aferrados a las ideas que les legó la dictadura- hablen al mismo tiempo de generar una agenda pro crecimiento –como alternativa a cualquier agenda de cambios – sabiendo claramente que la mera continuidad del crecimiento presente no es buena para el país ni para ellos mismos.
Por Sergio Arancibia