50 años del Golpe Opinión e identidades Poder y Política

De los sueños de vigilia a una pesadilla que aún no termina

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El gobierno de la Unidad Popular es el rotundo triunfo moral que ha logrado el movimiento popular chileno en toda su historia: el intento de construir un modelo político-social por el  cual laicos, cristianos y marxistas,  buscaban la construcción de una sociedad igualitaria, pluralista y plena de sueños despiertos. Se trataba de la lucha en el intento por tomar el cielo con las manos, parafraseando a Carlos Marx cuando definía la Comuna de París, (1871), como el modelo de gobierno comunista a conseguir.

Maquiavelo, más realista, aseguraba que “los profetas desarmados están condenados a ser derrotados”, como había ocurrido con el monje Savonarola, condenado a morir en la hoguera, en la Plaza de la Signoria.

En nuestra historia patria el único héroe que tiene algún valor moral es Arturo Prat que, ciertamente, fue derrotado en la  Rada de Iquique. Sin el hundimiento de la Esmeralda, una vieja corbeta, los chilenos jamás hubieran vencido en la guerra del salitre.

El bombardeo del Palacio de La Moneda, un día martes 11 de septiembre de 1973, es el acto más cruel, vengativo y brutal, efectuado por un ejército de ocupación y en contra de sus propios ciudadanos, como también en detrimento de los cimientos de la democracia chilena. “La Casa de Moneda” fue construida en el siglo XVIII por el arquitecto italiano Joaquín Toesca, y nunca había sido vulnerada  o atacada por su propio ejército.




El Presidente Salvador Allende es la figura moral más alta que haya nacido en tierras latinoamericanas: hasta el último día de su vida honró sus ideales y compromiso con la clase trabajadora, y su consecuencia en la relación entre el socialismo y la democracia.

La historiadora chilena María Angélica Illanes, en su libro La batalla de la memoria, señala que a diferencia de la historiografía, la memoria es mucho más profunda y fundamental para el desarrollo, en el tiempo, de un pueblo. El movimiento popular chileno ha mantenido aspectos de la memoria que marcan su devenir: el Partido Comunista chileno se gestó en sus predecesores anarquistas, llegados a Valparaíso durante la segunda mitad del siglo XIX. Los comunistas, aun cuando fueron perseguidos durante los períodos de varios gobiernos, han mantenido siempre su compromiso con la democracia, tan difícilmente conquistada; en 1948, la Dirección del Partido Comunista se negó a adoptar la vía violenta, propuesta por el jefe de la juventud comunista, dirigida por el reinosismo. En recuerdos de mi infancia, mi padre, en ese entonces Subsecretario de Hacienda, escondía a varios comunistas, perseguidos por la policía política – una paradoja del régimen -.

Los comunistas tuvieron paciencia hasta lograr la aprobación de la derogación de la llamada “ley maldita”, por el Bloque de Saneamiento Democrático, compuesto por La Falange, el Partido Social Cristiano y los Partidos Radical y Socialista. La derecha fue la única entidad política que se opuso a su derogación, en el Congreso. El Bloque de Saneamiento Democrático no sólo derogó “la ley maldita”, sino también reformó la ley de elecciones al aprobar una propuesta del falangista Jorge Rogers, que incluía  la Cédula Única, que impedía el cohecho, (según un profesor de derecho, era un correctivo del Sufragio Universal).

El Partido Socialista chileno, (coetáneo con el APRA peruano, de Víctor Raúl Haya de la Torre; Acción Democrática, (AC), de Venezuela, liderada por Rómulo Gallegos),  desde su nacimiento, se definió como un partido de trabajadores manuales e intelectuales, que seguían el marxismo como una forma de entender la sociedad, método de análisis, no una “religión”.

Salvador Allende, desde muy joven se encontró entre los fundadores del Partido Socialista, en 1933, y antes, junto a la generación de los años 30, había participado en el derrocamiento de Carlos Ibáñez del Campo, (1931).

Chile fue el único país de Latinoamérica que tuvo un Frente Popular. A diferencia de Francisco Franco, en España, el gobierno de Pedro Aguirre Cerda, (1938…), no fue derrocado, como tampoco derrotado en la guerra civil, (como ocurrió en España).

José Ortega y Gasset, en una de sus numerosas  obras, trata el tema de “las generaciones” que, generalmente duran quince años. En el caso de la democracia chilena el aporte de la generación de los años 30 fue decisiva en la profundización y perfeccionamiento de la democracia. Si bien es cierto, la Constitución de 1925 fue impuesta por el inspector del ejército, Mariano Navarrete, (a lo mejor pariente del famoso  demócrata “Pirincho”), tenía poco de democrática. La generación de los años 30 supo, por la vía de las reformas, convertirla en progresista, (al fin y al cabo, el gigante moral que fue Salvador Allende, entregó su vida defendiéndola).

Dejemos de lado la vulgaridad de las frases de Winston Churchill, de que ´el sistema democrático es el menos malo de los sistemas políticos´, pero así sea sordo, tuerto, mudo, cojo, es la única forma de vivir, sin matándonos entre nosotros o bien,  torturando cotidianamente.

A los 50 años del cruel golpe de Estado, desgraciadamente llevado a cabo por un ejército de criminales sedientos de sangre y de poder y, sobre todo, por una oligarquía descendiente de piratas y de miserables cuyo único dios es el dinero que, para poseerlo, no guardan ningún temor de vender su al diablo.

A 50 años, por desgracia, contamos en la actualidad con una clase política miserable e ignorante, que jamás entenderá por qué, por ejemplo, la estatua de Salvador Allende está en cualquier ciudad de Europa, y junto al reconocimiento de este gran patriota – Allende –  cualquier villorrio  pequeño por ignoto que sea, sabe del hombre más repugnante nacido de un útero materno, Pinochet.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

05/09/2023

 

Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



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