La ética sacrificial: morir pensando en el bien común
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El bien de la comunidad ha sido el ideal de la política, varias corrientes de filosofía práctica lo han visto como la posibilidad para la felicidad. Aristóteles ya decía que hay mayor bien en esa proporción a favor del colectivo en vez del individuo. La concentración de los bienes es anti ético en el sentido de que provoca miserias y la política debería ser un ejercicio razonable para garantizar el bien común.
En estos tiempos neoliberales establecer una ética política que responda a la felicidad del colectivo parece absurdo. El espíritu del emprendimiento es un acto de fetichización del capital en la concentración individual, es decir el sacrificio adquiere valor aportando a la prosperidad privada. En esto hay una negación insensata de una buena política, por eso es que tiendo a pensar que quienes defienden el neoliberalismo son malos políticos.
Acaba de morir el importante pensador y economista Franz Hinkelammert, una figura que durante décadas pensó una economía solidaria como cuestión fundamental para garantizar que quienes habitualmente no gozan de los bienes comunes puedan hacerlo. Este es el eje central de su pensamiento que podríamos considerar como una defensa a todos esos sujetos sociales para los cuales el neoliberalismo es una falsa promesa. La lectura de la obra de este autor es muy relevante para ser leída en Chile, gran parte de su pensamiento se gesta desde la experiencia personal que tuvo de la fatalidad que vivimos con el Golpe de Estado, hecho histórico de la maldad y de la miseria del ser humano.
Si pensamos radicalmente en el bien común aparece una necesaria actitud hacia el sacrificio entendiendo éste como una suerte de privación personal, es decir un ceder del yo frente al otro. Gran parte de la filosofía de la liberación latinoamericana ha realizado esta reflexión desde la década de los setenta, es decir aquí tenemos una posibilidad de pensamiento que viene en pugna con el neoliberalismo desde el momento de su incubación. La motivación inicial de estas filosofías liberacionistas van en función de la defensa del pueblo entendiéndolo como oprimido.
Quiénes estarían dispuestos al sacrificio en esta época de individualismo y comodidad. Pues parece un contrasentido. Sin embargo, hay ejemplos históricos que nos pueden hacer recuperar una concepción política centrada en el bien común a partir de la importancia del sacrificio como forma de relación colectiva. Esta es una de las lecciones más importante de la U.P que alcanza categoría dramática en todos esos asesinatos, torturas, encierros, violaciones, atentados contra los derechos humanos. Incluso la lectura del modo de la muerte de Allende expresa esa condición radical del sacrificio.
Recordar las atrocidades de la dictadura es un acto de memoria que tributa al respeto necesario de la dignidad humana de las víctimas. Sin embargo, también son una posibilidad política para contribuir hacia un proyecto ciudadano que supere la lógica economicista que hoy rige lo político. Es importante reconocer que hoy no tenemos un proyecto común, cuestión que nos habla de la crisis. La historia es clara el principal proyecto común fue violentado con barbaridad y todo lo que trajo después siguió atentando contra el bien común. Seguimos en este estado de la miseria. La vía constitucional representa un nuevo fracaso que continúa perpetuando el orden de quienes atentan contra el pueblo.
Los 50 años nos recuerdan la importancia de la ética sacrificial en el contexto de una forma posible y alternativa de hacer la política esta es parte de la memoria que tributamos en estos meses de necesario debate de ideas que confrontan el negacionismo ideológico de aquellos que usufructan económicamente del privilegio que les otorga el orden político impuesto por la dictadura.
Por Alex Ibarra Peña.