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¿Qué es el fenómeno de El Niño y cómo nos afectará en 2023?

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El fenómeno de El Niño es un evento climático que se produce cuando las aguas superficiales del océano Pacífico ecuatorial se calientan más de lo normal, alterando los patrones de viento y lluvia en todo el planeta. El Niño suele ocurrir cada tres a siete años y puede durar desde unos meses hasta más de un año.

 

El Niño tiene efectos diversos y a veces opuestos en diferentes regiones del mundo. Por ejemplo, puede provocar sequías en Australia, Indonesia y el sur de África, e inundaciones en América del Sur, el sur de Estados Unidos y el este de África. También puede aumentar la temperatura global, favorecer la formación de ciclones tropicales y dañar los ecosistemas marinos, especialmente los arrecifes de coral.

 

Según las últimas predicciones de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), hay un 62% de probabilidad de que se desarrolle un evento de El Niño entre mayo y julio de 2023, y un 75% de que se mantenga hasta finales de año. La OMM advierte que este El Niño podría ser uno de los más intensos y prolongados de la historia, superando incluso al ocurrido en 2015-2016, que fue el más fuerte desde que se tienen registros.

 

Los científicos atribuyen esta tendencia al calentamiento global causado por las emisiones humanas de gases de efecto invernadero, que están elevando la temperatura media del océano y haciendo que los eventos de El Niño sean más frecuentes y extremos. Además, el fenómeno se ve reforzado por la variabilidad natural del clima, como la oscilación decenal del Pacífico, que también favorece el calentamiento de las aguas ecuatoriales.




 

Los impactos potenciales de El Niño en 2023 son difíciles de predecir con exactitud, ya que dependen de muchos factores, como la intensidad y duración del evento, la respuesta de la atmósfera y la interacción con otros fenómenos climáticos regionales. Sin embargo, algunos escenarios posibles son:

 

– Un aumento récord de la temperatura global, que podría superar por primera vez el umbral de 1,5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales, considerado como el límite seguro para evitar los peores efectos del cambio climático.

– Una mayor frecuencia e intensidad de los ciclones tropicales en el Atlántico, el Pacífico oriental y el Índico occidental, con riesgo de daños materiales y humanos en las zonas costeras afectadas.

– Una disminución significativa de las precipitaciones en el sureste asiático, Australia y el sur de África, con consecuencias negativas para la agricultura, la seguridad alimentaria y la disponibilidad de agua potable.

– Un aumento de las lluvias en América del Sur, especialmente en la costa oeste, donde se podrían producir inundaciones y deslizamientos de tierra que afecten a la infraestructura y a las poblaciones vulnerables.

– Un estrés térmico y una acidificación del océano que pongan en peligro la supervivencia de los arrecifes de coral y otras especies marinas, con repercusiones en la biodiversidad, la pesca y el turismo.

– Un cambio en los patrones de circulación atmosférica que altere el clima en otras regiones del mundo, como Europa, donde se podrían registrar temperaturas más altas y menos nevadas que lo habitual.

 

Ante este panorama, es fundamental que los gobiernos, las organizaciones internacionales y la sociedad civil se preparen para afrontar los posibles efectos adversos de El Niño en 2023, así como para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que están exacerbando el problema. Solo así se podrá mitigar el impacto de este fenómeno natural y adaptarse a las nuevas condiciones climáticas.

 

 



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