Chile tendrá una Constitución gatopardista
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Las grandes mayorías asisten con recelo y desconfianza al segundo proceso constituyente en marcha hoy en Chile, en que desde ya la nueva Constitución asoma como un fiasco para las aspiraciones populares que exigen una Carta Magna democrática identificada con valores imprescindibles como la justicia, la igualdad y la restitución de los derechos sociales de todos los ciudadanos.
Abiertamente se teme que la ausencia del pueblo desplazado por la casta política anquilosada, el protagonismo absoluto auto atribuido por las cúpulas de los partidos tradicionales y la fuerte presencia de tantos “expertos” conservadores en la elaboración de la Carta Fundamental instalen otra versión del gatopardismo, esto es, aparentar cambios para que todo siga igual.
Está claro que no será considerado el clamor de los millones de personas que repletaron las calles durante el estallido social en demanda de una vida digna, en razón de que ese inédito acontecimiento histórico pretende ser ignorado por la minoría ricachona y los partidos, políticos y medios que se mueven a su servicio, bien pagados y bien mantenidos.
No hay esta vez listas del pueblo ni de los movimientos sociales, ni de la clase trabajadora, tampoco de las regiones, de los territorios ni pueblos originarios, porque este proceso ha sido secuestrado por la oligarquía y el modelo servil que se encuentra a su disposición – Congreso incluido – lo que de antemano descarta cualquier transformación estructural y dista mucho de los aires refundacionales que el año pasado entusiasmaron a la población.
Aquí ha habido un impedimento infranqueable para llevar listas de independientes más allá de las ambiciones partidistas de los mismos de siempre. Ello profundiza la enorme brecha existente entre las élites y la ciudadanía, en medio de las múltiples calamidades cotidianas que esta debe afrontar a raíz de la actual crisis generalizada.
Los poderosos han movido cuanto tienen para conservar intacto en la nueva Constitución el actual sistema socioeconómico sin asomos de querer distribuir equitativamente las enormes riquezas acumuladas por menos del 10% del país. La desigualdad es factor preponderante que ocasiona el malestar, la frustración y las protestas de las mayorías que los medios de comunicación tradicionales acallan.
A comienzos de año se supo que el sistema bancario tuvo en 2022 utilidades por 6.396 millones de dólares, cantidad con la que solo pueden competir las empresas mineras, las AFP y las Isapres, todas ellas pertenecientes al sector privado. Paralelamente se incrementa la pobreza de muchos y cada día hay más familias en campamentos de tránsito y cientos de miles de comerciantes ambulantes sin otra alternativa que trabajar en la calle.
Con certeza puede anticiparse que la Constitución pinochetista será sometida a un maquillaje somero para que siga rigiendo sin que nada cambie. De tal modo continuarán vigentes el modelo neoliberal, el mercado desregulado abusivo, la concentración económica de unos pocos, las empresas que solo enriquecen a sus dueños, los recursos naturales del país en manos extrañas, las desigualdades, la discriminación y la corrupción, en suma, lo que quería y legó el dictador.
Todo eso será defendido por la comisión de expertos, instalada a la fuerza por la derecha y el pinochetismo en sus afanes gatopardistas. La comisión tiene 24 integrantes, de los cuales 21 son abogados, 9 vienen de la Universidad Católica de Santiago y fueron cercanos al gobierno de Piñera, 2 pertenecen a Libertad y Desarrollo, entre ellos Hernán Larraín, ex presidente de la UDI y – como ironía – ex ministro de Justicia y Derechos Humanos. A Larraín (77) se le aseguró la presidencia del organismo por ser el más longevo.
Ninguno de ellos ha sido nunca experto en democracia, derechos humanos o bienestar de la población. Fueron designados a dedo y la mayoría sí conoce y tiene experiencia en dictadura, desigualdad e impunidad. No se ha sabido que alguna vez hayan alzado la voz en favor de la descentralización y la regionalización, que se reclaman desde todo el territorio nacional.
También el consejo constitucional dará prioridad a veteranos políticos del pasado, jubilados hace mucho tiempo: por lo que llaman centro izquierda postula Zaldívar, que fue ministro de Hacienda hace casi 60 años, y Schilling, que al comienzo de la Concertación formó parte de “La Oficina”, servicio de soplonaje destinado a desbaratar a grupos de jóvenes que habían luchado contra la dictadura. A su vez, en la lista de la ultraderecha aparecen los diputados del siglo XX, Ibáñez y Eluchans, furibundos pinochetistas, además de Sutil, multimillonario ex presidente del gran empresariado. De ellos y otros de su misma calaña, el pueblo no puede esperar nada en su favor.
No es coincidencia que los mismos que fracasaron durante 30 años y motivaron el estallido social de octubre de 2019, los mismos que declaran sacrosanta la propiedad privada y son contrarios a restituir los derechos ciudadanos, sean los encargados de la Constitución esperada por las mayorías por largas décadas. El dinero de los dueños de Chile lo arregla todo a su amaño.
Una Constitución que se proponga superar la actual crisis social y política no puede ser solo un maquillaje de la de 1980, que todavía administra la vida de los chilenos según los recursos económicos de cada cual. La voluntad popular está a punto de ser otra vez gravemente agredida.
Por Hugo Alcayaga Brisso
Valparaíso
hugoalcayagaperiodista@gmail.com
Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín
Felipe Portales says:
¡No!; y aquí está la maestría de las dos derechas. Chile seguirá esencialmente con la Constitución de Pinochet; pero que aparecerá suscrita por Lagos y sus ministros; o por Boric y sus ministros…
Serafín Rodríguez says:
Lo único cierto es que Chile tendrá la Constitución que la ciudadanía acepte.
J. Norambuena says:
La cirugía histórica a veces falla y se aleimenta
d cadáveres pasados. Debe renoverse y aspirar aire fresco..
Felipe Portales says:
Toda la razón Serafín. ¡No podemos convertirnos en esclavos e idiotas en pleno siglo XXI!
Gino Vallega says:
La insondable voz del 62%, acalló lo que fué orgullo mundial…..en ese momento pasado. Quienes queramos ladrarle a la luna , tenemos todavía ese derecho que, quizás al alero del gatopardismo que viene, ya no lo tengamos.
Serafín Rodríguez says:
Lo que hay que tener claro es que de «ladrarle a la luna» se pasará irremediablemente al pataleo del ahorcado si en el plebiscito de salida del 17 de diciembre próximo no gana el voto EN CONTRA de la propuesta de la infamia. Los votos en blanco o nulos sólo le harán el juego a la aprobación de dicha propuesta pues no cuentan. Hay que votar EN CONTRA. Es la única opción ética! Ver al respecto el segundo párrafo del Artículo 159 de la Ley Nº 21533: https://www.bcn.cl/leychile/navegar?idNorma=1187896
Felipe Portales says:
Muy acertadas las opiniones de Hugo Alcayaga y Serafín Rodríguez. Pero además de ser gatopardista la «nueva» Constitución tendrá quizá el record de haber sido generada con el más grotescamente antidemocrático mecanismo concebible. Es un sistema diseñado de tal forma que hace absolutamente imposible que la opinión mayoritaria de la ciudadanía pueda tener la más mínima incidencia en el resultado final. Lo único positivo de todo esto es que podrá hacer que millones de chilenos todavía engañados por las dos derechas (tradicional y concertacionista) finalmente puedan desengañarse.
Serafín Rodríguez says:
Absolutamente de acuerdo, profe! Como Ud.muy bien dice, «la «nueva» Constitución tendrá quizá el record de haber sido generada con el más grotescamente antidemocrático mecanismo concebible. Es un sistema diseñado de tal forma que hace absolutamente imposible que la opinión mayoritaria de la ciudadanía pueda tener la más mínima incidencia en el resultado final».
Esto confirma exactamente lo que sostiene Fernando Lasalle en su conferencia: «la verdadera Constitución de un país reside siempre y únicamente puede residir en los factores reales y efectivos de poder que rigen en esa sociedad».
En otros términos, si la propuesta de «nueva» Constitución es aprobada en el plebiscito de salida de diiciembre próximo, será un reflejo directo de dichos factores de poder, los cuales restringen la participación ciudadanía a lo meramente electoral según las opciones que deciden ofrecer los partidos políticos que representan tales factores —la gran mentira de la «democracia representativa» a la chilena que buena parte del país se traga y según la cual se eligen representantes de los partidos políticos en cuestión en vez de auténticos representantes de la ciudadanía.
Serafín Rodríguez says:
Mientras no se cambie la correlación de los factores reales y efectivos de poder que rigen a la sociedad —correlación en la cual el voto ciudadano es sólo uno y no necesariamente determinante—, todo va a seguir igual.
Ver al respecto la conferencia «¿Qué es una Constitución (1862) de Fernando Lasalle en la cual se demuestra que es necesario «distinguir entre las Constituciones reales y las Constituciones meramente escritas u hojas de papel, haciéndo[…] ver que la verdadera Constitución de un país reside siempre y únicamente puede residir en los factores reales y efectivos de poder que rigen en esa sociedad»:
https://norcolombia.ucoz.com/libros/Lassalle_Ferdinand-Que_Es_Una_Constitucion.pdf
La conferencia va de la página 30 a la 65 y se lee rápido pues el documento pdf está escrito con letra grande. Le sigue una segunda conferencia sobre el mismo tema titulada «¿Y ahora qué?» El pdf incluye una Introducción de Franz Mehring.
Fernando Lasalle y Franza Mehring, entre otros como Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht y Karl Hermann Wolf, tienen el mérito de no haberse quedado sólo en sus aportes intelectuales al socialismo libertario sino que también haber participado activamente en los movimientos políticos de su época.