Crónicas de un país anormal

Chile, convertido en estiércol por la plutocracia

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Foto: Presidencia de Chile

Los que sostienen que el estallido social del 18-0 los sorprendió, o no conocían para nada su país, o bien, estaban felices como esclavos al servicio de los potentados. La democracia consistía sólo en votar o abstenerse cada cuatro años, y elegir sus representantes (como los desodorantes que los abandonan entre gallos y medianoche). Cada presidente parecía un salvador, pero apenas transcurría el primer mes, comenzaba el martirio de su crucifixión.

 

Si en todas las manifestaciones actuales buscáramos un hilo conductor, sería el colapso de la democracia fiduciaria: los representados desprecian a los representantes, (nos preguntamos, ¿por qué y para qué los eligen?), y los representantes están felices de convertirse en nuevos ricos sin mucho esfuerzo y, lo que es peor, sin dar cuenta de su gestión a sus representados. En los tiempos actuales no se puede comprar a los electores con un pequeño regalo o una canasta navideña, – incluidos un Martini y unos asquerosos anteojos de sol -, ni siquiera con un plasma de mediana calidad y unos bonos de temporada, pues se han convertido en clase media contestataria – e insaciable según los plutócratas -.

 

Ahora no es necesario tratar de comprar el voto de un ciudadano, pues es mucho más fácil corromper a un parlamentario – incluso contar con él como funcionario al servicio de la empresa: un plutócrata que no evade impuestos es, francamente, un idiota, (ayer los controladores de Penta, Délano y Lavín, recibieron con honores sendos diplomas que los acreditan como “doctores” en ética empresarial, y sólo faltó que el reconocimiento lo entregara el Presidente de la República, formador de formadores en el arte de engañar al fisco y seguir con la conciencia limpia).

 

Parece que ahora los ciudadanos están captando que el presidente que eligieron por mayoría era evasor de impuestos prediales (en un grafito se lee “si Piñera evade, ¿por qué yo no?”). La diferencia es que el primero no paga el impuesto de sus propiedades – al menos las del Lago Carburga – y los segundos apenas saltan los torniquetes para no pagar el ticket del Metro, y aun así se les reprime con violencia y se les criminaliza.




 

Ya en una crisis anterior, la de 1920, la juventud universitaria intentó despertar a los “borregos” de su letargo: Vicente Huidobro, aristócrata y poeta creacionista, decía en el Diario Acción, (propiedad de Marmaduque Grove), que “Chile aparece como un inmenso caballo muerto, tendido en las laderas de Los Andes bajo un gran revuelo de cuervos…Vengan los cuervos. Chile es un gran panizo, a la chuña, señores, corred todos, que todavía quedan migajas sobre la mesa…”.

“¡Pobre país, hermosa rapiña para los fuertes!”

“Y así se dejan caer sobre nosotros; las inmensas riquezas de nuestro suelo son disputadas a pedazos por las casas extranjeras y ellos viendo la indolencia y la imbecilidad troglodita de los pobladores del país, se sienten amos y los tratan como a lacayos y cuando no como bestias…”

 

(Así lo están haciendo hoy los plutócratas al regalar, por ejemplo, el litio ahora a los chinos).

 

Un gran banquero alemán decía en una ocasión a un ex encargado de Chile en Austria: “los chilenos se cotizan como las papas…frente a la antigua oligarquía chilena, que cometió muchos errores, pero que no se vendía, se levanta hoy una nueva aristocracia de la banca, sin patriotismo, que todo lo cotiza en pesos y para la cual la política vale tanto cuanto sonante pueda sacarse de ella. Ni la una, ni otra de estas dos aristocracias ha producido grandes hombres, para la primera, la de los apellidos vinosos, no llegó nunca a la impudicia de esta obra de los apellidos bancosos”.

 

Y continúa Huidobro: “La historia financiera de Chile se resume en la biografía de unos cuantos señores que asaltaban el erario nacional, como Pancho Falcato asaltaba una hacienda. Pero aquellos más cobardes que este, porque el célebre bandido exponía su pellejo…”

 

“La justicia haría reír, si no hiciera llorar… Nuestra justicia es un absceso putrefacto que empesta el aire y hace la atmósfera irrespirable. Dura o inflexible para los de abajo, grande y sonriente con los de arriba. Nuestra justicia está podrida y hay que barrerla en masa. Judas sentado en el tribunal después de la crucifixión, acariciando en su bolsillo las treinta monedas de su infamia mientras interroga a un ladrón de gallinas…”

 

“Buscad a los agitadores del pueblo no, mil veces no, el más grande agitador del pueblo es la injusticia, eres tú mismo que andas buscando a los agitadores de abajo y olvidas los de arriba…”

 

“Un congreso que era la feria sin pudicia de la imbecilidad. Un congreso para hacer onces buenas y discursos malos…”

 

Antes de este estallido social hubo un presidente, muy doctoral, que dijo, nada menos, que las “instituciones funcionan”, y el actual, hace unos pocos días declaró ante el mundo que “Chile era un oasis”. Si recopiláramos un glosario de frases sin sentido, emitidas por los presidentes, de seguro tendría más éxito editorial que el Diccionario de los lugares comunes de Gustavo Flaubert.

 

El lector podrá comprobar que, desde hace mucho tiempo, la plutocracia ha convertido a Chile en un estiércol. La diferencia moral entre la plutocracia de antaño y la de ahora es que, si bien ambas robaban, los “caballeros de Chile” tenían delicadeza y vergüenza cuando sus delitos eran descubiertos, mientras que hoy, en una sociedad anomica, el ser político y honrado es como un baldón o una demostración de poca inteligencia política. Antes se podía decir “gobernar es educar” (Pedro Aguirre Cerda), “producir”, (Juan Antonio Ríos), pero actualmente “gobernar es saber robar bien, es decir, que nos los pillen, (como Juan Domingo Perón recomendaba a su cuñado, Juancito Duarte).

 

En medio de la crisis actual han surgido cientos de analistas, pero sigue siendo insuperable la mirada poética de Vicente Huidobro.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

26/12/2020      



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