La educación sí puede ser una política de Estado
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Estamos entrando a un nuevo ciclo autodestructivo en la educación. Se vuelven a repetir diagnósticos, ahora reforzados por cifras actualizadas para levantar la voz y criticar al ministro de educación y al gobierno de turno. Probablemente ya se comienza a cocinar una nueva acusación constitucional. Hasta hoy, nada nuevo.
Lamentablemente la discusión en educación sigue siendo una batalla de trincheras en que se ha dejado atrás un derecho básico de la niñez: el interés superior del niño, niña y adolescente. Quienes tienen que asumir las responsabilidades en mejorar el sistema educacional de manera integral están más concentrados en defender sus intereses y cuidar sus pequeñas parcelas de poder en vez de centrar la atención en el estudiantado.
Hace ochenta años, el presidente Pedro Aguirre Cerda le propuso al país que “gobernar es educar” y para ello señaló: “aprovecharé todas las fuerzas de que el Estado pueda disponer para despertar el espíritu constructivo de organización y perseverancia que tanto necesita la colectividad nacional y rectificaré el abandono en que se ha desarrollado la educación pública”.
El desafío que hoy enfrenta la sociedad es esencialmente el mismo que enfrentó Aguirre Cerda, la necesidad de despertar un espíritu constructivo, convocar a todas y todos para darle un nuevo sentido al proceso educacional. En palabras de hoy, convencer y trabajar en un solo objetivo: la educación sí puede ser una política de Estado.
El presupuesto de la Nación contempla que para el año 2023, uno de cada cinco pesos que gaste el Estado se destinará a educación alcanzando $14,1 billones ($14.100.000.000.000) para cinco millones de estudiantes desde preescolar hasta universitaria.
Basándonos en nuestra experiencia en el ámbito escolar, y en dialogo con niñas, niños y jóvenes, así como con el mundo adulto de los establecimientos educacionales, podemos atrevernos a proponer una política de Estado en Educación, que debiese apuntar a los siguientes pilares:
Primero: una escuela entretenida y que promueva la creatividad, en donde aprender sea una maravillosa aventura de vida.
Segundo: en lo cognitivo, leer, escribir, comprender y contar con un vocabulario necesario para poder expresarse y dominar las operaciones matemáticas básicas.
Tercero: en lo socioemocional conocer y reconocer las emociones básicas, desarrollar capacidades para socializar y practicar la empatía, en conjunto con promover la valorización de las diversidades.
Y, Cuarto: en ciudadanía, fortalecer la participación y la toma de decisiones, que permita formar personas que contribuyan y construyan una sociedad mejor.
Nuestra propuesta apunta a simplificar el Currículum Nacional y poner el foco en cosas simples.
Buscar en conjunto, un nuevo sentido a la educación que responda a desafíos reales que les toca vivir a las y los estudiantes de hoy, pero para ello debemos estar convencidos de que la Educación debe y puede ser, una política de Estado.
Marcelo Trivelli
Fundación Semilla
Hugo Murialdo says:
La educación, como un subsistema del sistema Estado, DEBE ser una política de Estado.
Serafín Rodríguez says:
Y esto no es más que es una cuestión de políticas públicas, con o sin «La educación es una atención preferente del Estado» como leía la Constitución de 1925 e incluso perfectamente posible dentro del sistema de la educación municipalizada.
Germán F. Westphal says:
Suena bien, pero subyacente a los cuatro pilares propuestos hay uno que el artículo no menciona y que no es más que los niños y jóvenes desarrollen su capacidad de pensar críticamente, el «cómo pensar» en vez del «qué pensar» de la antropóloga Margaret Meade. Y el autor bien lo sabe porque también lo ha planteado cuando escribe «Pensamiento crítico es contar con las habilidades de observación, de hacer preguntas, de razonar de manera lógica y ordenada, de levantar variadas respuestas, de evaluar y de decidir o llegar a una conclusión. Es, también, al final del proceso, atreverse a pensar de una manera diferente a lo que está normalizado o que parece obvio.» («Educación: No se escucha hablar del pensamiento crítico. La excesiva atención y priorización en aprender contenidos, va marchitando la curiosidad y la creatividad.» Diario Concepción, 14 de septiembre de 2020).
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N.B. Aunque en educación se tiende a hablar de “habilidades” que pueden ser aprendidas con un cierto grado de entrenamiento, así como tocar el piano o andar en bicicleta, lo más probable es que lo que llamamos «pensamiento crítico” sea una capacidad de nuestro cerebro/mente puesto que está directamente vinculado a procesos cognitivos en que lo conceptual, que se materializa en el lenguaje humano en su sentido profundo, es central. Sólo una posibilidad. Desgraciadamente no sabemos lo suficiente sobre cómo sabemos lo que sabemos para determinarlo a ciencia cierta.