Guerra ruso ucraniana

Un punto de vista del establishment ruso sobre la guerra de Ucrania

Tiempo de lectura aprox: 6 minutos, 48 segundos

Para entender la guerra de Ucrania es imprescindible conocer los puntos de vista de todas las partes beligerantes. Comprendemos el del nacionalismo ucraniano defendiendo su país ante la agresión imperial de su vecino y al mismo tiempo imponiendo su identidad a las regiones menos nacionalistas acusadas de “colaboracionismo” con el invasor. Comprendemos también los intereses y el papel de Estados Unidos en esta “guerra por procuración” en la que se trata de derrotar de forma ejemplarizante el desafio militar ruso iniciado en 2014 con la anexión de Crimea. Importantes estrategas y responsables de Washington nos lo han explicado con toda claridad y admiten que se trata de un “precalentamiento a lo que está por venir” contra China (Charles Richard, jefe del Stratcom y uno de los máximos jefes militares de Estados Unidos). Pero comprendemos mucho menos los motivos de Rusia.

 

Este artículo de Sergei Karaganov, presidente honorario del Consejo ruso de política exterior y de defensa, presenta un punto de vista del establishment ruso sobre el conflicto, vetado de nuestros medios por la censura y el foco unilateral en las tesis atlantistas.

Karaganov fue un típico “occidentalista” durante la época de Yeltsin en la que se produjo el gran desfalco de la privatización que instauró la rapiña del patrimonio nacional. En aquella época la élite rusa occidentalista de nuevos ricos y la intelligentsia liberal celebraban su ascenso a la “civilización” y soñaban con la homologación con sus socios del oeste. Los obstáculos “ideológicos” de la guerra fría ya no estaban y se daba por supuesto que a Rusia se le haría, automáticamente, un lugar en el nuevo escenario del capitalismo global.

Hoy Karaganov expresa las frustraciones y evolución del establishment ruso por no haber sido aceptado en pie de igualdad por sus homólogos capitalistas occidentales. La irritación fue creciendo con los años a medida que avanzaba el rodillo geopolítico de Estados Unidos en Europa, via OTAN, que complicaba y envenenaba cualquier intento de integración de una Unión Europea en la inopia geopolitica con su principal socio energético ruso y su primer socio comercial chino, hasta dar lugar al giro en las prioridades de la elite rusa al que estamos aistiendo hoy.




¿Qué significaba ser aceptados “en pie de igualdad”? Fundamentalmente que Occidente reconocía la soberanía y primacía de la elite rusa en la rapiña del patrimonio nacional y de los ricos recursos en su propio país, incluyendo en ese reconocimiento el de los intereses rusos en su entorno geográfico, una especie de “Doctrina Monroe”del espacio postsoviético aunque fuera en condiciones de condominio con Occidente, Turquía y China, como viene ocurriendo en Asia Central y Transcaucasia.

En Moscú tardaron años en comprender la seriedad del proyecto globalista occidental que contemplaba una Rusia subalterna con una elite nacional compradora subordinada a las grandes transnacionales occidentales y a la que no se piensa reconocer “soberanías” ni cotos privados derivados del tradicional control estatal de los negocios y desfalcos en el mayor país del mundo. Los occidentales querían libre acceso sin restricciones para sus multinacionales a los recursos de Eurasia, y, por supuesto, no reconocían “zonas de influencia” políticas, económicas ni militares, mas allá de su propio dominio hegemónico. La inicial colaboración de Moscú fue considerada debilidad y las repetidas quejas de Putin, ignoradas durante años. Todo eso es lo que contiene, desde mi punto de vista, el reproche de Karaganov a Occidente de no haber sido capaz de “acordar con Rusia y China los términos del nuevo mundo”.

Karaganov expresa el cambio de humor y mentalidad de la élite rusa al calor de las duras realidades y lecciones aprendidas, que ahora desembocan en el desastre de la guerra. Suscribe un discurso antioccidental con denuncia del “imperialismo globalista” en el mundo, y defiende la necesidad de una purga de los “elementos occidentalistas y compradores” en la propia Rusia, lo que parece anunciar cambios fundamentales en ese país.

 

Rafael Poch-de-Feliu

 

ASISTIMOS AL SURGIMIENTO DE UN NUEVO MUNDO

Serguéi Karaganov

La crisis no comenzó en 2022, sino a mediados de los años 90, al igual que la Segunda Guerra Mundial, que comenzó realmente con la Paz de Versalles, que fue injusta y sentó al 100% las bases de la misma.

Hace 25-27 años, Occidente se negó a hacer una paz justa con Rusia. Y, como le pareció a muchos en su momento, creó un nuevo sistema para su dominación basado en «reglas». Otros se refirieron más tarde a él como imperialismo liberal global. Pero el sistema fue construido sobre la arena. En él se colocó una mina de la Tercera Guerra Mundial que tarde o temprano podía explotar. Los veteranos como yo suelen compartir recuerdos, a menudo inventados. En mi caso puedo documentar que desde 1996/1997 ya escribía y decía que un mundo basado en la expansión de la OTAN y la dominación occidental conduce a la guerra.

La hegemonía de Occidente comenzó a desmoronarse en 1999 cuando, en un frenesí de impunidad, violó a Yugoslavia. El desmoronamiento fue a más cuando, eufórico, se metió en Afganistán, luego en Irak y perdió, devaluando su entonces superioridad militar y su liderazgo moral. Al mismo tiempo, se producían dos procesos aún más importantes. Rusia -convencida tras Yugoslavia, Afganistán, Irak y la retirada de Estados Unidos del Tratado ABM- de que era imposible construir una paz justa y duradera con Occidente, comenzó a restablecer su poderío militar. Y así, una vez más, como había hecho en los años 60 y 80, comenzó a derribar los cimientos de la dominación occidental en la economía, la política y la cultura mundiales, que se basaba en la superioridad militar. Este dominio duró quinientos años y comenzó a desmoronarse en la década de 1960. En la década de 1990, debido al colapso de la URSS, parecía haber regresado, pero ahora Rusia ha empezado a derribar de nuevo esos cimientos.

Al mismo tiempo, Occidente dejó pasar el ascenso de China. Paralelamente cometió un error aún más sorprendente. A finales de la década de 2000, Occidente comenzó a frenar a China y a Rusia al mismo tiempo, empujándolas hacia un bloque político-militar común que no entrara en conflicto con sus intereses fundamentales.

La manifestación del poderoso desmoronamiento de Occidente fue la crisis de 2008, que tuvo como telón de fondo los procesos antes mencionados y socavó la confianza en su liderazgo moral, económico e intelectual. Desde finales de la década de 2000, Occidente comenzó a desatar la Guerra Fría. Pero todavía había una ventana de oportunidad para acordar con Rusia y China los términos del nuevo mundo. Existió en algún momento entre 2008 y 2013. Esta ventana no se ha utilizado. Desde 2014, Occidente intensificó su política activa de contención de China y Rusia, incluyendo un golpe de Estado en Kiev para preparar a las tropas de choque y tratar de socavar a Rusia para recuperar la hegemonía.

Occidente, al perder terreno militar, político y moral, incluso su núcleo moral (recordemos el rechazo de Europa al cristianismo ya en 2002), pasó al contraataque histérico. La guerra se hacía inevitable, la cuestión era dónde y cuándo.

Al mismo tiempo, los problemas globales a los que se enfrenta la humanidad -el clima, la energía, la escasez de agua y de alimentos, el crecimiento explosivo de la desigualdad dentro del propio Occidente y la erosión de la clase media- no se resolvieron, sino que se agravaron. Su no resolución exigió maniobras dilatorias. Eso fue un poderoso factor en dirección a la guerra.

Durante dos años, la Covid se utilizó como sustituto de la guerra, pero una vez que su efecto se ha diluido, se hizo inevitable que se produjese un choque aquí o allá. Consciente de ello, Rusia decidió atacar primero.

Esta guerra tiene varios objetivos: impedir que Occidente cree una cabeza de puente militar ofensiva en las fronteras de Rusia, que se estaba creando rápidamente, y preparar a Rusia para una existencia a largo plazo en un mundo de conflictos y cambios rápidos, que requiere un modelo diferente de sociedad y economía: un modelo de movilización.

El siguiente objetivo es purgar a la elite rusa de los elementos pro-occidentales y compradores. Pero quizás el contenido principal de esta guerra u operación en términos de la historia mundial, no sólo de la historia rusa, es la lucha por la liberación final del mundo de quinientos años de yugo occidental, que reprimió a los países y civilizaciones, imponiéndoles condiciones desiguales de interacción. Primero simplemente saqueándolos, a través del colonialismo, luego del neocolonialismo, y después a través del imperialismo globalista de los últimos treinta años.

La guerra de Ucrania, al igual que muchos acontecimientos de la última década, no trata sólo y no tanto del desmoronamiento del viejo mundo, sino también de la creación de un mundo nuevo, más libre, más justo, más plural y policromo política y culturalmente.

El significado global de la lucha en Ucrania es la devolución de la libertad, la dignidad y la autonomía a los no occidentales (proponemos llamarlos con otro nombre: la Mayoría Mundial, que antes era reprimida y robada y humillada culturalmente). Y, por supuesto, una parte justa de la riqueza mundial.

Rusia no puede dejar de ganar esta guerra, aunque será difícil. Muchos de nosotros no habíamos contado con una disposición tan alta de Occidente para luchar militarmente, ni tampoco con una disposición tan alta de una parte de los ucranianos, convertida en algo parecido a los nazis alemanes enfrentados contra la URSS en el pasado, por luchar desesperadamente.

Probablemente, dadas las tendencias generales del mundo y el equilibrio de poder mundial, deberíamos haber golpeado antes. Pero no conozco el nivel de preparación de nuestras Fuerzas Armadas. Aunque creo que en 2014 deberíamos haber actuado con más decisión, abandonando las esperanzas de un acuerdo.

Vivimos un periodo peligroso, al borde de una tercera guerra mundial en toda regla que podría acabar con la existencia de la humanidad. Pero si Rusia gana, lo que es más que probable, y el conflicto no llega a una guerra nuclear total, no deberíamos considerar las próximas décadas como una época de peligroso caos (como dice la mayoría de Occidente). Llevamos demasiado tiempo viviendo en esas condiciones.

El viejo sistema de instituciones y regímenes ya se ha derrumbado (libertad de comercio, respeto a la propiedad privada), instituciones como la OMC, el Banco Mundial o el FMI, la OSCE me temo y la UE, están llegando a sus últimos años. Empiezan a surgir nuevas instituciones a las que pertenece el futuro. Son la Organización de Cooperación de Shanghai, la ASEAN+, la Organización de la Unidad Africana y la Asociación Económica Integral Regional (RCEP). El Banco Asiático de Desarrollo ya presta mucho más dinero que el Banco Mundial.

No todas las nuevas instituciones sobrevivirán, esperemos que sobrevivan algunas de las antiguas, especialmente en el sistema de la ONU, que necesita urgentemente una reforma, principalmente para la representación de la Mayoría Mundial , y no de Occidente, en la secretaría. Lo principal es no permitir que el Occidente perdedor frene la historia o la descarrile con una guerra mundial.

No sólo los países de la Mayoría Mundial, sino también los países occidentales pueden vivir bastante felices en este mundo, en el que estos últimos han invertido muchos de sus eruditos, escritores – Cervantes, Shakespeare, Stendhal, Hemingway, los grandes rusos. Occidente simplemente perderá la oportunidad de saquear al resto del mundo, tendrá que encogerse un poco. Vivir dentro de sus posibilidades.

Temo que este nuevo mundo que está tomando forma ahora se cree más allá de mi vida intelectual o física. Pero mis jóvenes colegas y seguramente sus hijos verán ese mundo. Pero hay que luchar por este hermoso mundo, en primer lugar evitando una tercera guerra mundial, por el intento de venganza de Occidente. Fue en Europa donde se desencadenaron las dos primeras guerras mundiales. Rusia lucha ahora, entre otras cosas, para que no se den las condiciones necesarias para una tercera. Pero los conflictos se producirán en una época de rápidos cambios. Así pues, la lucha por la paz debería ser uno de los temas principales de nuestra comunidad intelectual y del mundo en general, quizá también el foco de atención del Club Valdai.

(Publicado en Globalter)



Related Posts

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *