Testigos de épocas caóticas
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Hoy vivimos una etapa de cambios bruscos. Tanto, que de la noche a la mañana, pasamos de un mundo a otro: en menos de diez días viviremos de manera diferente sin siquiera habernos dado cuenta de los procesos catastróficos vividos.
En este mes de octubre y los primeros días de noviembre van a acaecer hechos importantes, entre ellos, el 30 de octubre se disputará la segunda vuelta en las elecciones presidenciales en Brasil, decisivas para el Continente. Ese mismo día se recuerdan los cien años de la Marcha sobre Roma, que permitió el triunfo del fascismo. El 8 de noviembre en Estados Unidos se define la composición del Parlamento, (Senado y Cámara de Representantes), es decir, en un año más se derrumbaría el gobierno demócrata, o bien, se consolidaría: si consideramos la primera opción, volvería en gloria y majestad el ex Presidente Donald Trump olvidándose, de una plumada, la labor de destrucción de la democracia, (tanto en octubre como a comienzos de noviembre, se juega cara o cruz, la democracia o la nueva forma de fascismo, el trumpismo).
Así la historia no se repita en lo esencial, los cuatro jinetes del apocalipsis no han cambiado su forma de galopar. El hambre, la pobreza, la desigualdad, la peste, la guerra… seguirán subsistiendo sin que nadie lo hubiera esperado.
De la literatura universal se puede elegir dos grandes testigos que pueden dar cuenta de un mundo de grandes vicisitudes: el escritor austriaco Stefan Zweig y el norteamericano John Reed, ambos nos traen a la memoria dos de sus obras principales. El primero, Momentos estelares de la humanidad y El mundo de ayer y, el segundo, Los diez días que conmovieron al mundo, y Méjico insurgente. En cuanto a Stefan Zweig, nacido en Viena, (1881), durante el imperio austro-húngaro, pertenecía a una familia judía rica; (Viena disputaba a París el cetro de la Ciudad Luz). En la segunda obra, este escritor recuerda cómo, de la noche a la mañana, este “mundo feliz”, (el imperio austro-húngaro), murió en el Tratado de Versalles, después de haber perdido la Primera Guerra Mundial: un mundo de seguridad, después de 45 años de paz, desapareció dejando la huella funesta luego de una vida tranquila y próspera.
El fin de la dinastía Habsburgo dio lugar, en reemplazo del viejo emperador, a muchas naciones, ubicadas en las zonas más conflictivas del mundo, nacidas de la derrota del imperio alemán, del turco y del austro-húngaro.
Las tierras de Turquía fueron repartidas entre ingleses y franceses, y Austria-Hungría muere junto a su emperador Francisco José y a su mujer, (la famosa Sissi). Por su parte, el imperio alemán de Guillermo II se convierte en la República de Weimar.
La obra “Los momentos estelares de la humanidad” lleva como subtítulo “14 miniaturas históricas”, entre ellas destacan la de Cicerón, “a la caída de la república romana”, “el derrumbe y toma de Bizancio”, “el fusilamiento frustrado de Fiodor Dostoievski”, “la caída de Napoleón Bonaparte, en Waterloo”, “la lucha por la Antártida”, “el viaje de Lenin en el tren blindado”, …
El libro “El mundo de ayer” está muy lejos de ser una autobiografía, pues según el propio autor, sólo constituye el testimonio de una generación que vivió, en pocos decenios, la catástrofe de dos guerras mundiales, una hiperinflación en los años 30, (el marco alemán llegó a ser depositado en la basura a causa de su nulo valor; los productos alimenticios, y otros, se convirtieron en objeto de trueque, ´un producto contra otro´, pues nadie recibía billetes). Esta hiperinflación trajo consigo la hambruna, (el pan negro era incomible, por ejemplo).
De la derrota germana y de la hambruna en plena democracia de Weimar, vino el totalitarismo fascista, (el fascismo, en 1923, y el nazismo, en 1933). “El mundo de Ayer” lleva por subtítulo “Recuerdos de un europeo”, la Europa que soñó Zweig, hoy está moribunda: naciones antes dignas y florecientes, se han convertido en sirvientes del imperio norteamericano, dirigido por un Presidente incapaz; no sería raro que su pueblo elija, en noviembre del presente año, un Parlamento que abra camino al nuevo nazi-fascismo, cuyo líder no sólo es Donald Trump, sino el trumpismo, (inspira a Jair Bolsonaro y a la ultraderecha europea de Hungría, Polonia y recientemente, a Italia, seguida por Francia, con Marine Le Pen, y el nazismo alemán, que crece en la antigua Alemania democrática).
Stefan Zweig logra escapar del nazismo, pero no así sus libros, que nos quemados en las piras del SS. En 1942, convencido del triunfo del nazismo, se refugia en varios países, hasta terminar en Brasil, y en 1942, se le encuentra junto a su esposa y dos vasos de veneno mortal, ignorando que la suerte había virado en favor de los aliados luego de la “Operación Barbarroja”.
Según Albert Camus, en el suicidio este eximio pensador encuentra todo el tema principal de la filosofía. Zweig, post mortem, fue valorado como uno de los escritores más leídos de Europa. Autor de Biografías como la de H. Balzac, Fouché, María Antonieta, María Estuardo, además de sus novelas cortas y cuentos, sus obras fueron adquiridas por una generación que se desarrolló en la segunda mitad del siglo XX.
Por su parte, el otro escritor citado en este artículo, John Reed, (el único cronista, cuya tumba se encuentra en el Kremlin), es el autor de “Los diez días que conmovieron al mundo”, uno de los mejores relatos sobre la toma del Palacio de Invierno y la revolución rusa. (El mismo Lenin gozaba con la pluma del joven periodista, formado en Harvard, y que posteriormente pasó la frontera con México para unirse a los batallones de Francisco Villa, a quien entrevistó en plena lucha revolucionaria).
“Los diez días que conmovieron al mundo”, presentado como epopeya por la propaganda soviética, no alcanzó a ser un golpe de Estado, menos una guerra civil: se consigna que en muy pocas horas, obreros y marineros se fueron directamente a las bodegas del Palacio de Invierno, en San Petersburgo, a libar los ricos y añejos mostos, guardados celosamente desde el zarismo en adelante.
El historiador mexicano, Paco Ignacio Taibo II recorrió los sitios en los cuales habían luchado las columnas de Pancho Villa, (había castellanizado al joven John Reed, llamándolo “Juanito”, sosteniendo que era el único yanqui a quien se le podía creer).
Esta crisis de civilización hasta ahora no cuenta con testigos tan brillantes como Stefan Zweig y John Reed.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
10/10/2022
Renato Alvarado Vidal says:
>obreros y marineros se fueron directamente a las bodegas del Palacio de Invierno, en San Petersburgo, a libar los ricos y añejos mostos, guardados celosamente desde el zarismo en adelante.
Felices días en que luego de la victoria te tomabas el vino del enemigo, ahora tal vez el saqueo sería para salir a venderlo 🙂