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Italia al Centenario de la Marcha sobre Roma

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El 30 de octubre del presente año se recuerda el episodio “carnavalesco” de la marcha de los fascistas sobre Roma: Giorgia Meloni y su Partido, Los Fratelli d´Italia, ayudada por la “santísima trinidad”, Forza Italia, de Berlusconi, La Liga, de Matteo Salvini, y su propio Partido, Fratelli d´Italia está a punto de nominar el nuevo gobierno italiano que, de seguro, recaerá en Meloni.

El fascismo europeo no es equiparable al italiano de Mussolini: hace cien años el fascismo italiano triunfante logró que el rey, Victor Manuel III, entregara el gobierno al antiguo periodista Benito Mussolini. El mundo de hoy no es el mismo de la Italia de posguerra, sin embargo, cumple con muchas de las 48 condiciones que el escritor Umberto Ecco propone, para definir las características del fascismo-nazismo.

Gobiernos  como el de Polonia, que pretende desplazar a Alemania en el servilismo al gobierno de Estados Unidos, el de Hungría, fanatizado por los seguidores del Primer Ministro, Viktor Orbán, viene luego de haber pertenecido al bloque de partidos satélites de la URSS. El racismo de estos dos países se caracteriza por la construcción de muros como obstáculo para la penetración de inmigrantes, principalmente provenientes de Siria y del norte de África. Ambos gobiernos han hecho la excepción con los millones de ucranianos que huyen de la guerra Rusia- Ucrania, (de raza blanca y un sector nazi, que forma parte de las columnas que luchan contra los rusos).  En el caso de Polonia, se considera el centro del catolicismo ultraconservador, cuyo gran líder fue el Papa, (hoy santo), Juan Pablo II.

Los fascistas húngaros amenazan con seguir el camino de Inglaterra y salir de la Unión Europea, mientras que los polacos están a punto de convertirse en el país líder de la Unión Europea, y, a su vez, el padre de un sectarismo fascista de la ultraderecha europea.




La ultraderecha de la Europa del sur, (Italia, España y Francia),  si bien coincide con la crítica de la UE, tiene distintas actitudes para enfrentar el mundo caótico actual, que ya no funciona con el caso de las “camisas negras”, ni con el miedo a la burguesía industrial y agraria, que se unió al fascismo en tiempos de las tomas de fábricas para protegerse del crecimiento del socialismo que amenazaba con destruir a Italia, imitando a la Rusia bolchevique. Hoy, por ejemplo, el Partido de Marine Le Pen, en Francia, ha dejado de lado la raíz ultra-católica conservadora, propia de la Francia monárquica, como también el antisemitismo de la época, que se ubicaban a la cabeza de los acusadores en el caso Dreyfus, y también se aleja de la defensa del militarismo de fines del siglo XIX.

Resta poco de la defensa de los grupos que marcharon frente a la Asamblea Nacional, el 4 de febrero de 1934, tampoco Le Pen repite la defensa de Philippe Pétain y los demás colaboradores con el nazismo, en la ocupación, como tampoco queda el recuerdo y defensa de los pie-noirs, de Argelia. Le Pen ya no encabeza los desfiles a la estatua de Juana de Arco, más bien postula un laicismo que le permite mantener el apoyo a su Partido, en las regiones del Norte y las periferias de las grandes ciudades. El nuevo proyecto de Marine Le Pen se hermana en la crítica a la UE, pretendiendo crear un movimiento popular fascista.

En España, el Partido Vox es heredero del franquismo, manteniendo su base ultra-católica conservadora, en competencia con los partidos políticos que ellos denominan “la derecha cobarde”, que hereda el dictador Francisco Franco, es decir, una concepción falangista de la España “única e imperialista”, (el Partido Vox no es más que una resurrección del hispanismo que, en la época franquista, reivindicó Gregorio Marañón, y en Chile, Jaime Eyzaguirre y sus seguidores).

En la Italia de Mussolini el fascismo nunca ha muerto: democratacristianos y comunistas, seguidores de Alcide De Gasperi y de Palmiro Togliatti, respectivamente, no lograron el “pacto histórico”, (unión de democratacristianos y comunistas). El atentado contra Aldo Moro, perpetrado por un grupo de ultraizquierda, frustró dicho pacto. El bipartidismo democratacristiano-comunista termina con los juicios por corrupción durante el gobierno del socialista Bettino Craxi. Durante todo el período de la Primera República se mantuvo el Pacto del ala derecha del Partido democratacristiano y la mafia fascista. Cuando Berlusconi tomó el poder en reemplazo de los partidos históricos, este Pacto se mantuvo incólume.

El Partido Social Italiano, dirigido por Almirante, pretendió ser el heredero de Mussolini, ubicándose en la ultraderecha del espectro político de ese país, cuyo heredero en Forza Italia es Berlusconi. A continuación viene La Liga, de Matteo Salvini, que no se hizo problema en aliarse con el Partido populista “Cinco Estrellas”, que pretende ser progresista.

Mussolini fue admirado como un genio por parte de Wilson Churchill, y como “un regalo bendito de Dios” por el Papa Pío XI. Políticos latinoamericanos, como el chileno Arturo Alessandri, Juan Domingo Perón, y otros, admiraban la capacidad política del dictador italiano, que había logrado una “gran revolución” en su país, como también reformado un ejército que antes  había huido vergonzosamente, en Caporetto. Apenas tomó el poder, Mussolini, la violencia expansionista lo llevó a invadir Abisinia, (Etiopía), sin importarle en lo mínimo la crítica por parte de la Liga de las Naciones. Mussolini había logrado disciplinar una sociedad por medio de la fuerza y la violencia, a imitación de los emperadores romanos.

La Marcha sobre Roma logró instalar en el poder un régimen totalitario, a la medida de un tirano como lo fue Benito Mussolini, cuyo fin fue dramático, pues su propio cadáver y el  de su amante, Clara Petacci, fueron expuestos, como cerdos en el quincho en una bencinera, en Milán.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

11/11/2022



Historiador y cronista

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