«Estallido Social» en Chile: radiografía y diagnóstico del desastre
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Introducción
¿Cuáles fueron las causas que llevaron al denominado «estallido social»? ¿Cómo entender todo esto? ¿Qué se hizo mal? ¿Cómo pudimos pasar de una aparente paz social («oasis») a una convulsión social como la actual? ¿Cuáles serán las consecuencias a futuro? ¿Cómo solucionar la crisis? Son preguntas que debemos tratar de responder.
Primero aclarar que no estamos ante ningún movimiento revolucionario. Estamos más bien frente a un movimiento social-pulsional (más pulsional que social), acéfalo, apolítico, carente de una dirección o ideología alguna; un movimiento que desea «cambios profundos» o «estructurales», pero que no persigue ninguna toma del poder, ni mucho menos cambiar una formación socioeconómica por otra.
Tampoco estamos hablando de una crisis económica -crisis económica es lo que habrá de resultar de todo esto. Podríamos hablar más de una crisis del modelo neoliberal, crisis del Estado, crisis de confianza, crisis de la autoridad, de la gobernabilidad o bien podríamos estar ante una crisis de la propia democracia, resultado de tener un Estado débil que ha sido conducido por un mal camino.
Más que un despertar, debemos ver la presente crisis como un renacer social (Chile no despertó, ha vuelto a nacer). Chile siempre estuvo consciente de los abusos y las desigualdades, desde su propia individualidad. La diferencia ahora es que esa individualidad pasó a lo general. Lo que debiera empujarla a organizar y controlar su rabia para pasar a ser una fuerza social con estabilidad.
La violencia actual, emocional-irracional, únicamente podría ganar adeptos para engrosar una fuerza inestable. Y si queremos verdaderos cambios, se requeriría necesariamente de una fuerza social estable y que tenga solidez política -lo que no tiene. ¿Qué futuro o confianza podría generar una fuerza inestable? ¿Qué tipo de adeptos o simpatía podría generar una masa emocional-irracional que no tiene ningún respeto por las creencias de las personas o que no tiene respeto hacia los propios ciudadanos?
La culpa de esta crisis tampoco ha sido del presidente Sebastian Piñera. Pudo haber pasado con cualquier otro mandatario o gobierno. La pregunta que debemos hacernos es por qué no explotó antes o por qué se aguantó tanto.
¿Qué está fallando? ¿Ha caducado el modelo neoliberal? ¿Ha caducado la democracia en América? ¿Ha sido un error debilitar al Estado bajo un modelo neoliberal? ¿El Neoliberalismo se ha convertido en el cáncer de nuestras democracias?
¿Frente quién estamos?
La actual crisis la ha protagonizado una generación, particularmente de clase media (la «generación de los pañales desechables», tal como señalara el sacerdote jesuita Felipe Berríos), que ha venido creciendo en la cultura de la inmediatez, creyendo que levantando la voz y saliendo a la calle, tendrá prontamente respuestas favorables e inmediatas a sus demandas.
Carlos Peña, rector de la Universidad Diego Portales (UDP), desde un principio la ha descrito muy bien: una generación que «abriga la convicción que basta tener la certeza subjetiva acerca de la justicia de una causa para que entonces esa causa adquiera validez general». «(…) Estamos ante una generación que cree que la mera subjetividad es garantía suficiente de la verdad o la corrección de lo que uno cree o de lo que uno piensa».
También debemos reconocer que, de un tiempo a esta parte hemos sido testigos de cómo una élite política, personajes influyentes junto a Medios de Comunicación han venido mimando a esa generación («millennials»), en particular a ciertas minorías, dentro de esa «inmediatez», trabajando con entusiasmo para satisfacer a ciertos grupos y dejando de lado ciertos problemas que podrían aquejar a cierta mayoría.
Estamos hablando, además, de un movimiento «alaraco» (exagerado), que ha crecido sin miedo, sin dictadura, satisfecha tanto en lo material como en el aspecto alimentario; que ha crecido con un celular en la mano, que el sólo hecho de haber sacado en un principio a los militares saltan como locos como si estuvieran viviendo en vivo el golpe militar de 1973 con muertos, detenidos desaparecidos, torturados, centros de tortura, etc. Juegan como si estuvieran en una real dictadura -y aún después de haber sacado a los militares-; juegan a que son «revolucionarios» valientes frente al actuar tibio de las fuerzas coercitivas.
También ha tenido la particularidad de no hacerse cargo de nada desde un principio. Tanto los manifestantes como ciertos sectores de la oposición, parecieran no hacerse cargo de nada. Primero solían hacer gárgaras con las marchas «pacíficas» y la «no violencia»; «el derecho a vivir en paz», «hasta que la dignidad se haga costumbre»… Estalla la violencia y buscan por cualquier modo justificar la violencia. Todo acto vándalo o agresión a las fuerzas del orden para ellos suele ser un «tongo», un «montaje» o un acto de «justicia». Pero si se prueba lo contrario, todo suele ser un chiste, un «caso aislado» o un acto digno de jolgorio.
Si existen saqueos o incendios al comercio, sin ningún registro visual, todo es un «montaje», son «infiltrados». Pero si se prueba lo contrario, todo es un acto de «justicia» o bien una «irresponsabilidad» de las fuerzas del orden. Lo que tampoco nos debe empujar a obviar ciertos hechos, ya registrados, cuando los militares en su momento habrían organizado saqueos «autorizados por los dueños»; o carabineros que supuestamente habrían fabricado barricadas fantasmas como si de un escenario de teatro se tratara.
Pero aparte de ser una generación «alaraca», mimada, satisfecha tanto en lo material como alimentario, sin hacerse cargo de nada, es una generación que, tal como señalara Carlos Peña:
«(…) están huérfanas de orientación (aunque no de aplausos de algunos viejos que compensan así la deuda de su propio pasado). Y así carentes de orientación ideológica, quedan presas de sus pulsiones».
«(…) no estamos en presencia de un movimiento social o ciudadano, con una agenda clara, ideológicamente orientada en contra del tipo de modernización de Chile. ¡Por favor! ¡No es eso! Lo que vemos estos días es rabia… Una rabia instintiva, totalmente irracional».
«En vez de contar con una orientación ideológica, las nuevas generaciones están convencidas de que su subjetividad, el fervor con que abrazan una causa, la intensidad de sus creencias acerca de la injusticia del mundo, valida cualquier conducta».
¿Qué podemos esperar?
¿Qué podríamos esperar de una generación la cual se la ha venido consintiendo en todo a la menor agresión, ofensa, incomodidad, gustos, preferencias o creencias? Estamos cosechando lo que se estuvo sembrando años atrás, y estos son los resultados.
El gran problema de este movimiento social-pulsional, surgido de la espontaneidad, es que carece gravemente de organización, líderes e ideología. Podrán lograr grandes concentraciones pacíficas y autoconvocadas, pero no pueden controlar la violencia. Prácticamente el control de la violencia se les fue de las manos, si es que alguna vez la tuvieron. Actualmente la violencia no tiene control, ni discrimina (es irracional).
La violencia ha sobrepasado las justas demandas que pudiera tener el movimiento. La quema y saqueos del comercio, supermercados, hoteles, iglesias, hospitales, estaciones del metro, departamentos, ambulancias, no tienen nada que ver con violencia política, eso es simplemente vandalismo. La violencia política suele manifestarse a través de grupos organizados y con cierta dirección política e ideológica, lo que no tiene este movimiento.
¿La violencia irracional que se está viendo, representa a las justas demandas del actual movimiento? Lo único que se está ganando con esta violencia irracional no es más que desacreditar al movimiento de las justas demandas y el rechazo de muchos que se han visto afectados tanto directa como indirectamente.
A estas alturas, la salida nuevamente de los militares a las calles sólo podría generar cierto alivio en sectores que se han visto perjudicados en la seguridad y la falta de orden.
Muchos se preguntarán cómo frenar toda esta violencia. El vandalismo que se ha colado al movimiento de las justas demandas, difícilmente habrá de finalizar mientras siga vivo en la calle el descontento. El movimiento justo, desgraciadamente, le dio vida al vandalismo y ahora no puede deshacerse de él. Esas quizá sean las razones del por qué hoy no existan condenas enérgicas al vandalismo por parte del movimiento o quienes adhieren a él. Al principio del estallido quizá más de alguna (condena) haya habido pero, al final, el vandalismo logró imponerse y hoy es el protagonista.
No es por nada que estamos observando un movimiento social-pulsional inédito en el país, que no se satisface con nada, a pesar de todos los esfuerzos que podrían emanar del gobierno o de la élite política o económica.
¿Cómo un movimiento de estas características podrá poner sus demandas en una mesa si carece de representantes válidos o validados dentro del movimiento? A lo menos podrían empujar a «humanizar» el modelo económico capitalista, pero en ningún caso podrán cambiarlo. Lamentablemente el movimiento está condenado, hasta el momento, a que le represente la misma clase política a la cual con cierta razón desprecian.
Existen tentativas de querer domar a la «bestia», es cierto, como la Mesa de Unidad Social, desde el mundo organizado de la clase trabajadora (única fuerza significativa que podría sintonizar con las demandas del movimiento social-pulsional), pero aún no lo ha logrado. ¿Testarudez o inmadurez de un movimiento que no acepta partidos, líderes e ideologías? ¿Movimiento individual-egoísta?
Lo cierto es que Chile se dirige rumbo a un escenario pesimista para la economía. Quizás algunos se niegan a verlo, pero vamos directo hacia una recesión económica segura, si es que no ha llegado ya. El desempleo irá creciendo exponencialmente, tal como la inflación; y la inversión extranjera se habrá de contraer. Si lo que vemos hoy ya es algo, lo que vendrá después será peor.
¿Quiénes son los responsables directos de la actual violencia emocional-irracional?
Los responsables de toda esta violencia orgiástica no ha sido el Foro de São Paulo, Venezuela ni Rusia, como se podía especular de un principio; no han sido los anarquistas, los narcotraficantes ni los barristas, y mucho menos la Mesa de Unidad Social, como se especula ahora. No hay necesidad de buscarle nombre a lo que no tiene nombre. Dejemos de inventar un enemigo que no existe. Acá el verdadero problema se trata de un asunto marcadamente generacional, tal como señalara Carlos Peña en su oportunidad. Es por ello que no habremos de encontrar estructura u organización alguna detrás de la violencia, a modo general. Podrán haber ciertos grupos organizados o con cierta ideología, pero a modo particular, no general. La violencia que se está observando es una violencia que no tiene conexión a estructura u organización, tiene vida propia, alimentada por una opinión pública favorable (sobre todo en redes sociales) y que le hace sentir ser parte de una epopeya.
Si queremos encontrar responsables indirectos, entonces lo podríamos encontrar fácilmente en la familia y en la educación.
¿Cómo solucionar la crisis?
Esa es la pregunta que todos desearíamos resolver. Ya hemos observado que la furia de la «bestia» no se calma con nada. Las concesiones varias del gobierno parecieran no satisfacer a la «bestia», ni con una posible «Nueva Constitución» o algún «acuerdo de paz». Y la razón es simple: estamos frente a una masa significativamente emocional-irracional. Esa es la razón por la que nunca se verá satisfecha; aunque le ofrezcan el «cielo», igual lo querrán ver arder. Por lo que, solucionar la actual crisis no pasa por hacer ciertas concesiones significativas, hay que recordar que la «bestia» lo quiere «todo o nada».
Una alternativa a solucionar la crisis podría estar en la acción decisiva de las fuerzas coercitivas contra la «bestia». Pero sería la decisión más difícil que se podría dar, por los costos humanos que podría desembocar.
Otra alternativa podría estar en la posible renuncia de la figura del presidente, si las élites económicas así lo determinaran. Pero… ¿qué posibilidades de calmar a la «bestia» habría de suceder con algo así, si lo que podría venir después podría resultar siendo peor, al no satisfacer a la «bestia» con sus demandas del querer el «todo o nada»?
Algunos proponen incluso convocar a un Gabinete de Unidad Nacional, pero lo cierto es que la primera alternativa pareciera ser la más idónea de todas, a pesar de todo el costo humano que podría generar.
¿Qué oportunidades podría generar la post-explosión «social»?
Son muchas las oportunidades que se han generado y que debieran aprovecharse. Tanto un bando como de otro, tienen en frente oportunidades valiosas que se espera sean aprovechadas. No sólo a nivel nacional, muchos afuera deberían tomar nota de lo que está pasando en Chile. El deterioro de las democracias liberales deben ser vistas con mucha atención. La entrada en escena de la denominada «ultra derecha» es un síntoma de ese deterioro.
Cuando surge un Trump en Estados Unidos o un Bolsonaro en Brasil; cuando avanzan los eurorealistas en Europa, todo eso debería ser tomado como un síntoma del deterioro de las democracias.
1. El Estado y la Democracia
Para el Estado y su democracia ha sido un golpe duro la presente crisis. El Estado ha estado convirtiendo a la Democracia en una figura maternal, sobre-protectora, que suele consentir y mimar a su niña gritona. Y ante cualquier pataleta, la autoridad no puede actuar con debilidad. Corregir al malcriado a tiempo y no ceder a sus caprichos de quererlo todo, debió ser siempre el actuar desde un inicio.
No es posible que un Estado no pueda garantizar la seguridad y el control ante circunstancias extraordinarias.
Ahora el Estado tiene la oportunidad de corregir su actuar y evitar que pueda volver a pasar este tipo de bochornos ante la comunidad.
La corrupción, la justicia, la salud, el rol de los medios de comunicación y principalmente la educación, deberán ser puestas urgentemente al quirófano y así poder evitar situaciones incómodas para la clase gobernante.
¿Será que el Estado en democracias liberales les hace falta más observar al modelo chino? ¿El futuro del Estado occidental estará en oriente? ¿El éxito de economías como Rusia y China se deberán a un Estado robusto?
2. La Derecha «ultra»
Para la Derecha más ultra, se abren muchas oportunidades. El desastre económico que se avecina podría ser el combustible ideal para robustecer fuerzas «ultras». Los que ayer pudieron haber causado risas, mañana perfectamente podrían dejar de causar tanta gracia. La derecha tradicional está condenada a retroceder y a dar paso a una nueva derecha que sostenga el sentido común frente a todo lo «políticamente correcto».
Una gran oportunidad de irrupción podría ser en el plebiscito programado para abril; o, más que una irrupción, podría tratarse de un buen termómetro para la política doméstica. ¿Habrá alguna sorpresa? ¿Qué posibilidades habrá de que triunfe el «No» a una Nueva Constitución? ¿El desastre podría ser el principal alimento para potenciar el «No»? ¿El desastre podría sepultar las pretensiones del «Sí»?
3. La izquierda «dura»
Y para terminar, debemos señalar el fracaso de esa izquierda «dura» que en vez de haber tomado al toro por los cuernos o bien domado a la «bestia», pareciera ser que se ha dedicado todo este tiempo a comportarse tal como una bestia.
Acá lamentablemente debemos hablar de un pérdida de la oportunidad histórica.
Teniendo todas las oportunidades desde un principio, la izquierda «dura» no ha podido hasta ahora domar a la «bestia». La Mesa de Unidad Social pareciera ser la principal organización que ha tenido el interés por domar a la «bestia» pero, más allá de aquello, no se ha podido ver nada más; aparentan, incluso, tener el control de la «bestia», pero eso no se condice con la realidad.
Pareciera, incluso, desconocer la naturaleza del motor marcadamente generacional que ha provocado todo esto.
¿Cómo piensan sentar a la «bestia» si todo este tiempo se han querido comportar como tal? ¿Cómo piensan ver madurar el factor subjetivo si no hacen más que bailar al son de la bestia? ¿Cómo podría tener éxito una revolución social si las condiciones objetivas no puede coincidir con las condiciones subjetivas necesarias?
Conclusiones
1. Desastre económico
Sea cual fuese el desenlace, el desastre económico que está por arribar, ya está de a poco instalándose. El desempleo, la inflación, el bajo consumo, la depreciación de la moneda nacional, la contracción de la inversión extranjera, serán todos ellos protagonistas del desastre económico ad portas. Son los costos de los grandes niveles de violencia que ha tenido el país; los costos de tener a un Estado ausente; los costos de haber relativizado la violencia y terminar aplaudiéndola; los costos de no haber condenado a tiempo la violencia e intentar ser parte de la «bestia».
La prolongación de la violencia, únicamente irá agudizando la salud económica del país y, el costo, al final, será asumido por todos nosotros.
Sería difícil encontrar avances a pesar de que haya habido cierta generosidad de parte de ciertos sectores. Más que avanzar, vemos que se ha retrocedido. Y ese retroceso podría ser una oportunidad para poder enmendar el rumbo.
2. Crisis de confianza
La presente crisis nos debe permitir ver ciertas falencias que se debieran corregir. La crisis de confianza abismante existente entre la clase política y nuestros pueblos debiera ser corregida. No es posible que dentro de una supuesta democracia existan niveles de desconfianza como la que hoy tenemos. A la clase política debiera darle vergüenza. ¿Cómo la clase política es incapaz de ver este divorcio existente entre la política y el pueblo? ¿Acaso la desconfianza tiene que ver mucho con el matrimonio no oficial existente entre la clase política y las élites económicas?
También nos debiera preocupar los niveles de desconfianza y odio hacia las fuerzas coercitivas por parte de la ciudadanía.
La falta de respeto hacia nuestras instituciones debería se corregida con acciones enérgicas que apunten a recuperar la confianza.
El ataque a la corrupción y el término de ciertas conductas indeseables, debieran allanar el camino para recuperar la confianza perdida.
3. La Educación
Un actor clave para corregir ciertos comportamientos negativos de los cuales hemos sido testigos, como: destruir lo que nos sirve a todos, participar en saqueos, irrespetar a la autoridad, irrespetar a los mayores, irrespetar a la comunidad creyente, humillar a las personas, etc, tiene que ver mucho con la educación.
Todo esto nos debe hacer entender que se está fallando considerablemente en la educación, tanto en el plano familiar como en los centros de educación tradicionales. La entrega de valores es fundamental. Y si no invertimos pronto en mejorar la educación, para formar a personas de bien, todo lo que estamos presenciando hoy seguirá reproduciéndose. La educación es clave de todo esto.
4. Crisis de la razón
Nuestras democracias están viviendo una crisis de la razón considerable. Al darle vida y poder a la ignorancia, estos son los resultados.
¿Se requerirá mayor control sobre la información en tiempos en que los seres se rodean de mayor información? ¿Mayor control sobre la información, podría mejorar la desconfianza o desconexión existente entre los canales de información tradicionales y los receptores de información? ¿Las redes sociales deberían estar sujetas a un mayor control y sus usuarios estar sujetos a una mayor responsabilidad con lo que se difunda? ¿En qué momento tendremos que hacernos cargos de nuestros actos? ¿La libertad consiste en no estar sujetos a ciertas responsabilidades o normas como parte de una comunidad o de vivir en sociedad?
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César says:
Lamentable leer un «análisis» de esta naturaleza en El Clarín.
Más lamentable, tomar como guión bíblico el pensamiento de Carlos Peña, sobradamente reconocido por sus simpatías ideologicas.
Tres o cuatro veces, el autor se encandila, sugiere, pone como alternativa la panacea que solucionia todos los problemas: la presencia militar en la civilidad.
Rarísimo!
O sea, no bastaron 18 años NI las consecuencias de lo que ello significó y se está demostrando HOY.
Ricardo Díaz says:
Este análisis es la visión del gobierno. Extraño que el Clarín le dé tribuna al oficialismo, que nos bombardea por todos los medios posibles con su satanización de este estallido social así como su infantilización. La apología que hace de la fascitización de las respuestas para resolver las demandas sociales, es evidente.
Hugo Randier says:
Un «análisis» ajustado a la vista de este Sr.. Ha efectuado una obra maestra de verdades
muy alteradas, o a veces algo torcidas con saña. Se difundirá al gobierno para que corrija
sus errores y cambie de rumbo. El especulador de empresas que gobierna Chile, deberá
poner mucho cuidado y aceptar de muy mala gana estos grandiosos reclamos de este autor.
Se harán acuerdos secretos para recompensar al autor sin que lo sepa Piñera….