Chile al Día

¿Aumenta la crueldad en el mundo?

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Cuando hablamos de la historia mundial, de las guerras, conquistas e invasiones, tendemos a pasar por alto la crueldad. No solo de la inherente a la guerra misma, sino de la que ha inspirado, hasta el refinamiento, a los dueños del poder. Desde el uso de la crucifixión como método de castigo, hasta la ejecución por lapidación a las mujeres desobedientes. Viniendo más cerca, recordemos los maltratos de los colonialistas y esclavistas a sus dominados. Ya olvidamos las cacerías de los ingleses en África, cuando ponían niños a correr reemplazando a un animal para que sus caballos los siguieran, como lo recuerda la película Perro Mundo. Muchos ignorábamos lo que nos cuenta Vargas Llosa en El Sueño del Celta: los españoles, para obligar a trabajar a los indígenas en sus tierras usurpadas, crucificaban a algunos vivos y con los testículos cortados y sangrantes.

 

Posteriormente, en el Siglo XX, nos acostumbramos a las guerras e invasiones, las tradicionales de los EEUU, y las que hacen las empresas en África, sea por los diamantes o el coltan. Este último es un mineral imprescindible para la industria digital por lo que estas guerras en el Congo no se comentan. La civilización occidental y cristiana también nos mostró, sin mayor crítica, las crueldades que se hacían a diario a los negros en EEUU.

 

En nuestro país, hasta hace poco, veíamos a diario las palizas que se daban a  homosexuales y transgéneros, lo que, felizmente, ha ido desapareciendo por las comprometidas  campaña públicas.

 

Lamentablemente, hacia fines del Siglo XX, comenzaron a surgir nuevas fuentes de crueldad o comenzamos a enterarnos de muchas que estaban férreamente ocultas. Para comenzar las mafias ya no eran las mismas de antes. La Cosa Nostra y las mafias italianas quedaron como niños de pecho al lado de la mafia ucraniana y otras organizadas internacionalmente. El crimen se generalizó e industrializó.




 

En el Siglo XXI ya se desarrolla, organizadamente, el tráfico de personas, que se usan como animales en todas sus etapas de crecimiento con formas inconcebibles de imaginar a comienzos del Siglo XX.

 

Se ha documentalizado cómo la mafia ucraniana trafica internacionalmente con niñas para prostitución infantil, luego para la reproducción y el comercio de sus hijos y, finalmente, para usar sus órganos, sean de los hijos no vendidos para prostitución o de ellas mismas cuando ya no son atractivas para el comercio sexual. El tráfico de personas está generalizado y se ha desarrollado también en América Latina.

 

En Chile ya existe dicho tráfico. La Sección sobre Chile del Informe sobre Trata de Personas del Departamento de Estado de los EEUU, en 2013, concluyó que Chile es un país de origen, tránsito y destino de trata de hombres, mujeres y niños con fines de explotación sexual y trabajo forzado. No solo de niños chilenos, sino de niños de varios países de América Latina. El informe agrega que el país no cumple las normas mínimas para eliminar esta situación. Tampoco para eliminar la prostitución y el trabajo infantiles. Con la cortina de hierro que imponen los medios de comunicación a todo lo que dificulte el comercio y los negocios, es imposible saber si en Chile ya está industrializada la venta de órganos.

 

Sin embargo, podemos afirmar que en nuestro país también vienen aumentando los índices de crueldad exponencialmente. No solo de ella en sí misma, sino por las condiciones objetivas que impone sociedad del Siglo XXI donde el amor por el dinero y los negocios inspiran las acciones de muchos.

 

Pese a la subordinación histórica de la mujer en Chile, la costumbre de que el macho golpeara a su cónyuge por portarse mal, el femicidio, no estaba generalizada. A comienzos del Siglo XX, la mujer estaba tan presa pariendo y amamantando que era imprescindible en el grupo familiar. El hombre no la podía matar, porque se le desmoronaba demasiado el esquema de funcionamiento. En la actualidad el hombre mata, porque está seriamente afectado por las libertades que se está tomando el género “contrincante”.

 

El “pater familias” no acepta que la mujer compita con él en la calle, que pueda mantenerse y que exija trato igualitario. En Chile el femicidio es alto. A marzo 2019 ya había cerca de 20 mujeres asesinadas y desaparecidas. Hasta el diario español El País se ha referido al femicidio existente en Chile. Aunque todos los maridos no sean asesinos o golpeadores, el maltrato sicológico del macho, despechado por la competencia intelectual de la mujer, se generaliza con las consiguientes separaciones, divorcios y conflictos.

 

El suicidio infantil y adolescente ha aumentado en Chile. Este es una forma de crueldad, aunque sea auto inflingida. La prostitución infantil pública se ha generalizado. El maltrato a niños y jóvenes también, donde se destaca el propio SENAME, organismo que debería defender y proteger a la infancia. El microtráfico se basa en hacer drogadictos a los niños para contar con su trabajo. Se ha filtrado la información sobre empleados del SENAME que dan droga a los jóvenes para obtener su incondicionalidad.

 

Lo más impresionante es que en Chile se ha comenzado a reconocer públicamente la pedofilia en la Iglesia. La pedofilia siempre ha existido, pero impresiona su desarrollo en la Iglesia Católica, no solo por el doble discurso, sino por el abuso de poder. La crueldad más grande se encuentra en que a los pedófilos no les importe la decepción que producen en los niños que amaban a sus líderes religiosos, que querían seguir su ejemplo, mientras eran usados y obligados a seguir sus manías sexuales.

 

Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, quien violó, e incluso asesinó a uno de sus hijos en España, exigía a los jóvenes que le gustaban que le hicieran masajes en las ingles por prescripción médica.[1]

 

En este contexto aparece Karadima, gracias a la valentía de un grupo de jóvenes abusados y de ahí no hemos parado de enterarnos de la crueldad en el seno de la Iglesia.

 

Los testimonios de una mujer abusada por el cura Poblete son espeluznantes, tanto que se llega a dudar de su veracidad. El cura no solo la abusó y la hizo abortar tres veces, sino que le llevaba hombres para que se acostaran con ella y él pudiera mirar.

 

Se dirá que esta crueldad siempre ha existido y que solo ahora se conoce, pero es claro que la vulnerabilidad y debilidad de muchos ha aumentado y que esto impulsa a los dueños del poder a prodigar mayores maltratos.

 

Desgraciadamente, la sociedad que se ha construido en los últimos 40 años en Chile es cada vez más débil y vulnerable. La mayor parte de sus ciudadanos son débiles. Lo son por la desaparición de la familia, la ausencia de paradigmas y buenos ejemplos. Ya no hay en quien confiar. No se puede creer en religiones ni utopías. No existe el hombre nuevo, ni los santos.

 

Desde el punto de vista objetivo, aumenta la longevidad. Los viejos no tendrán cómo alimentarse ni de quien depender, ya que los ancianos más débiles también tendrán hijos ancianos y, por tanto, débiles. La disminución de fuentes de empleo, y la codicia de unos pocos, llevará también al aumento del trabajo ilegal.

 

Llevamos más de un mes en crisis y nadie sabe qué hacer para superarla, empezando por el Presidente. La vergüenza de esto no se destaca lo suficiente. Qué tipo de políticos pretenden representarnos cuando no son capaces de buscar soluciones para una crisis tan violenta como la que estamos sufriendo. Ni siquiera porque gran parte de ella podría atenuarse con que los más ricos fueran capaces de disminuir en algo sus riquezas.

 

Al parecer las soluciones están en nosotros mismos. No debemos esperar nada de los supuestos pilares de la sociedad. Solo podremos defendernos con el amor y la solidaridad mutuos, sin depender ni de  religiones ni falsas utopías. Organizarnos, un poco cada día, estar alertas y aprender de los demás.

 

[1] “Marcial Maciel, Historia de un Criminal”, Carmen Aristegui, 2010



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