El grandilocuente «Acuerdo por la paz social y la nueva Constitución» está condenado al fracaso y a su olvido histórico
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De madrugada, con una dosis de imprescindible dramatismo y expectación hábilmente orquestado por los medios de comunicación corporativos se anunció al país, desde los ostentosos salones del Congreso, un acuerdo alcanzado por los parlamentarios de la mayoría de los partidos políticos denominado “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución”. El drama y la tensión se habían prolongado por más de 15 horas hasta la madrugada del viernes 15 de noviembre y la prensa proclive al gobierno se apresuró en calificar la noticia como un “acuerdo histórico” de indiscutible trascendencia para el país.
“El mensaje ha sido muy claro por parte de la ciudadanía. Esta es una victoria de todo el país y por lo tanto lo que hacemos acá es ponernos a la vanguardia de este nuevo contrato social. Ofrecemos una Constitución ciento por ciento democrática”, señaló ufano el honorable Jaime Quintana, Presidente del Senado y representante del Partido por la Democracia (PPD).1
A partir del ostentoso título se deducen, de inmediato, a lo menos dos de los múltiples objetivos que se plantea el acuerdo. ¿Cuáles son aquellos objetivos y que tanto se ha avanzado en su consecución?
El objetivo más explícito y apremiante del acuerdo es, por cierto, conseguir la paz social, en otras palabras hacer retornar las cosas a la normalidad e intentar pacificar el país. Para multiplicar el efecto propagandístico, al día siguiente grupos financiados por la derecha cubrieron la Plaza de la Dignidad (ex Plaza Italia) enteramente de blanco con un letrero vertical con la palabra Paz. Días después el mismo letrero, aparecería colgando en edificios públicos de algunas ciudades.
A la luz de la intensa jornada de protestas y movilizaciones durante la última semana (la quinta desde 18 de Octubre), es evidente que el pacto no ha tenido éxito en su propósito de poner fin a la crisis social y política que vive el país. Si los parlamentarios entienden por pacificar, que el movimiento social y la ciudadanía se rinda y se olviden de la urgente agenda de cambios sociales y sus demandas fundamentales, eso no ha ocurrido.
El acuerdo que se gestó en los distantes salones del Congreso es, sin dudas, una iniciativa que proviene de Chile Vamos, la alianza de partidos de la ultra derecha pinochetista junto a la derecha concertacionista, que busca darle una mano al gobierno haciendo retornar el país, al ficticio oasis de “paz social” de Piñera.
Es una tarea difícil, sino imposible, salvar a un gobierno que cuenta en, este instante, con el repudio mayoritario de la ciudadanía. Un gobierno que ha efectuado imperdonables errores políticos tales como declararle la guerra a su propio pueblo, imponer un estado de Emergencia y sacar los militares a la calle. Un gobierno que ha cometido graves violaciones a los Derechos Humanos y que es responsable de la muerte de cerca de veinte personas. La encuesta Agenda Ciudadana realizada, recientemente, por Criteria Research otorga al Presidente Piñera un 12 por ciento de aprobación y un contundente 84 por ciento de desaprobación o rechazo.2
El acuerdo se propone, también, intentar tomar la iniciativa y arrebatársela al movimiento social tratando de dar respuesta a algunas de sus demandas. Esta intención de los partidos políticos esta enunciada en las palabras del senador Jaime Quintana cuando en tono arrogante dice (…) “lo que hacemos acá es ponernos a la vanguardia de este nuevo contrato social.” (…)
Las eufóricas declaraciones contrastan, sin embargo, con la realidad concreta que vive el país. Los partidos políticos han fracasado, de manera estrepitosa, en sus intenciones de ponerse a la cabeza o vanguardizar las protestas del movimiento social. No han tenido éxito hoy y no lo tendrán tampoco en el futuro por una conocida y simple razón. Desde hace mucho tiempo las encuestas de opinión, una tras otra, han revelado que la clase política, en su expresión parlamentaria, en sus partidos y en la persona de los políticos mismos, carece de representatividad, legitimidad y credibilidad ante los ojos de la ciudadanía y pueblo.
Así por ejemplo, la encuesta Barómetro de la Política realizada por CERC-MORI en mayo de este año, otorgaba a los partidos políticos un 5 por ciento de confianza ciudadana, léase credibilidad, de parte de las personas encuestadas.3
Un objetivo de carácter encubierto y no publicitado consiste en dividir a la oposición y al movimiento social, haciendo concesiones en algunas áreas y ofreciendo soluciones para algunos puntos de la agenda social. Habría que reconocer que los gestores del acuerdo ha tenido un éxito relativo en este aspecto, ya que el Frente Amplio (FA) ha sufrido un quiebre irreparable y se encuentra en medio de una crisis interna que se profundiza. El acuerdo lleva la firma de los presidentes de Revolución Democrática (RD), Partido Liberal (PL) y Comunes. A nombre de Convergencia Social (CS), el diputado Gabriel Boric estampó su rúbrica sin la autorización del partido cuya presidenta es la diputada Gael Yeomans.
El acuerdo de marras, sin embargo, no ha podido dividir aún al movimiento social. Un factor determinante ha sido el rol que ha jugado Unidad Social, la instancia unitaria que ha estado entregado orientación y conducción al movimiento social y al pueblo. Al día siguiente de la firma, Unidad Social ya había entregado una declaración en la cual informaba a la ciudadanía de los alcances del acuerdo y fijaba con claridad y firmeza su posición.
Unidad Social de manera categórica rechazó el acuerdo por la paz y la nueva Constitución. (…)“Este acuerdo de madrugada entre partidos políticos, sin la participación y legitimidad de quienes hemos participado de las movilizaciones, fue construido mientras literalmente se reprimía y violaba sistemáticamente los Derechos Humanos, se hizo entre cuatro paredes y a espaldas de los movimientos sociales”.4 Los líderes sociales y sindicales deberían estar, sin embargo, muy conscientes y no olvidar que los autores intelectuales de la negociación van a persistir en sus esfuerzos por dividir el movimiento social.
El último gran objetivo que se desprende, igualmente, del grandioso título del acuerdo es la elaboración de una nueva Constitución. Este es un objetivo demagógico y falaz que ya ha sido denunciado por las organizaciones sociales, la ciudadanía y el pueblo. La ultraderecha pinochetista y la derecha concertacionista, de la noche a la mañana se iluminan y se dan cuenta que Chile necesita una nueva Constitución. Y pretenden que el pueblo les crea cuando nunca antes, en más de 30 años, se les pasó por la mente tan brillante idea.
Es una mentira y una falacia cuando Jaime Quintana vocero de los partidos políticos dice, “ofrecemos una Constitución ciento por ciento democrática”. Lo que ofrecen como camino para elaborar una nueva Constitución es una Convención Constituyente (ni siquiera se atreven a llamarla Asamblea Constituyente) que tiene no una, sino varias trampas. Entre otras contempla un quorum dos tercios que entrega un poder de veto a las minorías, no contempla mecanismos de participación Plurinacional y de Paridad de Género y establece un mecanismo de representación y elección funcional a los partidos políticos. En definitiva lo que busca el gobierno y los partidos políticos es seguir controlando el proceso institucional e impedir que el poder constituyente del pueblo ciudadano se exprese libre y democráticamente.
Observando con atención los recientes acontecimientos en el país, es posible concluir, que el famoso acuerdo histórico por “la paz social y la nueva Constitución” no ha avanzado mucho en la implementación de sus objetivos y pareciera estar condenado, irremediablemente, al fracaso y al olvido histórico. El movimiento social y pueblo, por su parte, con sus líderes naturales que van surgiendo al calor de la acción misma, derrotará todas las trampas y artimañas y continuara caminado en la búsqueda de una sociedad más justa, digna y fraterna para todos los chilenos y chilenas.
El autor es investigador del Latin American Research Institute (LARI), Edmonton, Canadá.
Notas:
- Fuerzas Políticas Llegan a Histórico Acuerdo, Emol, Santiago, Chile, Noviembre 2019.
- Encuesta Agenda Ciudadana, Criteria Research, Chile, Noviembre 2019
- Barómetro de la Política, CERC-MORI, Santiago, Chile, Mayo 2019
- Declaración Pública, Unidad Social, Santiago, Chile, Noviembre 2019.
Robinson Vega Aracena says:
Me parece muy acertado lo que comenta y define el autor. Es evidente que entre gitanos es difícil pretender que se saquen la suerte, Cada uno de ellos tiene cuentas por pagar en estos 30 años de abusos y desigualdades que hemos tenido. Lo que yo le agregarìa y resaltarìa mas seria la complicidad que tuvieron todos estos políticos corruptos (de derecha e izquierda) que al igual que este «pseudo acuerdo», han profitado del poder y se han repartido las ganancias del pais entre ellos, dejando al pueblo en este sobrecogedor alegato y descontento de la injusticia histórica que quiere que el precio de lo bello y lo sublime sea el sufrimiento de enormes masas de seres humanos.
juan rulfo castillo says:
Acuerdo por la Paz , y ninguno de estos bellacos ha salido a repudiar LAS MUTILACIONES DE NUESTROS JÓVENES MÁRTIRES , Y DE LOS 26 ASESINADOS , QUIEN DE ESTOS HA SALIDO A REPUDIAR Y EXIGIR AL DESGOBIERNO DEL PIRAÑA , QUE TERMINE CON LOS ASESINATOS Y MUTILACIONES DE NUESTROS MÁRTIRES…
ESTE ACUERDO VALE CALLAM…. Y METANSELO POR DONDE PUEDAN..
Renato Millas says:
Es falso que Unidad Social haya estado entregando orientación y conducción al movimiento social y al conjunto del pueblo.
¿Se da cuenta el articulista que cae en el mismo pecado que le critica a Jaime Quintana?
La soberbia, la arrogancia desmedida, el mesianismo, es lo que el pueblo indignado ha rechazado desde el 18 de octubre.
Que el articulista no entienda que este movimiento es multifacético, multisectorial, autoconvocado, apartidista, sin una sola conducción y sin necesidad de líderes ni iluminados, se podría entender, aunque no justificar, porque él no vive en Chile.
Unidad Social es un actor más de este movimiento, valorable como todos los actores, pero en ningún caso es su vanguardia.
Hernán Montecinos says:
EL ACUERDO DEMOCRÁTICO SEGÚN EL SENADOR JAIME QUINTANA.
Esta nueva constitución, ofrecida por Piñera y los parlamentarios, – que estoy seguro no va a llegar a buen puerto-, es ilegal en su origen y antidemocrático en su desplegamiento. Y no podría ser de otro modo, cuando el presidente Piñera, recordémoslo, salió elegido con el 26% de los votos ciudadanos del padrón electoral. O sea más de un 70% no voto por él.
Desde niño me han enseñado que la democracia es el gobierno de las mayorías. Aquí, en este caso, esa ecuación se invierte, se quiere hacer creer que el 26% es mayoría sobre más del 70%. Y más peor aún, cuando ese presidente elegido, por una exigua mayoría de la población, se encuentra en un rechazo mayor hoy día, toda vez que en las sucesivas encuestas, una le otorga un 9,1% de apoyo y otra de 12%. ¿A ese mínimun de apoyo le llaman democracia?
Ahora bien, los congresales que se prestaron para este Juego, no pueden estar peor, las encuestas de apoyo a éstos no llegan al 10%, incluso una, del mes de Mayo pasado, le entregó un mezquino 5% de apoyo.
En resumen, ni el presidente de la República ni el Congreso están habilitados para intentar hacer una nueva constitución, puesto que desde el punto de vista democrático (las mayorías), no representan ni al gato ni al perro que tienen en sus casas, se encuentran descredibilizados y sumamente desprestigiados. No tienen piso político, ni ético para sus pretensiones de erigirse como autores de una Constitución que represente al pueblo.
Y si bien, resulta una necesidad tener una nueva Constitución, en mi opinión, ésta debiera llevarse a cabo, inmediatamente después de la nueva elección parlamentaria, toda vez que, estoy seguro, sus resultados cambiarán sustantivamente la correlación de fuerzas que existe en su interior, incluso, se podrán incorporar otras nuevas, más favorables a una nueva Constitución de verdad, como realmente la anhela al pueblo, una cara inversa a ese engendro, a ese remedo de Constitución que nos quieren hacer tragar.