Por primera vez los ciudadanos podrán redactar su propia Constitución
Tiempo de lectura aprox: 3 minutos, 19 segundos
En más de dos siglos en Chile sólo los oligarcas han dictado las reglas de convivencia: pasadas las tres de la madrugada del 15 de noviembre de 2019 murió la espuria Constitución dictatorial de 1980, ilegítima en su origen y en su ejercicio, y ni siquiera merece un entierro, (la llorarán sólo Jacqueline Van Risselberghe, acompañada de Hermógenes Pérez de Arce, Camila Flores, y algunos otros consumados seguidores de la dictadura de Augusto Pinochet).
En un acuerdo las partes dialogantes tienen que ceder, (salvo en “diálogos de narcisos”, como es el caso de los de Sebastián Piñera), y en la maratón parlamentaria de 14-15 de noviembre la derecha concedió en el punto fundamental: la participación de los ciudadanos durante el proceso constituyente, tanto en el de entrada y ratificatorio , en el primero que los ciudadanos 1) tendrán que decidir si quieren o no una nueva Constitución, 2) si adoptan la modalidad de Convención Constituyente, integrada por el 50% del actual parlamento y 50% elegido por la ciudadanía, como la Asamblea Constituyente, (o llámenla como quieran), con todos los miembros elegidos por el voto ciudadano.
En ambos casos el quórum para aprobar cada uno de los capítulos y artículos será de 2/3 de los convencionales o de los asambleístas.
Después varias horas de discusión, (nunca los parlamentarios que participaron habían trabajado tanto en su vida), en que parecía se había llegado a acuerdo, la sesión se alargó al aparecer por un punto central y decisivo: la alianza Chile Vamos propuso que aquellos artículos en que no se alcanzara los 2/3 exigidos se aplicaría el artículo correspondiente de la Constitución de 1980, es decir, lo acordado anteriormente no quedaba en nada.
En legislación comparada han existido siempre salidas a este problema que se puede presentar: 1) legislar sobre la base de una ley de rango inferior a la Constitución; 2) incluirla en el plebiscito ratificatorio, es decir, de salida: 3) obligar a los constituyentes a llegar a un acuerdo.
La duración en el tiempo de una Constitución no indica que el régimen político sea estable: en Chile la Constitución de 1833, por ejemplo, duró más de un siglo, fue interpretada como dictatorial en “el período de los decenios”, (José Joaquín Prieto, Manuel Bulnes, Manuel Montt y J. J. Pérez), liberal, (Federico Errázuriz, Aníbal Pinto, Domingo Santa María y José Manuel Balmaceda), y asamblea o pseudo parlamentaria, (Jorge Montt, Germán Riesco, Pedro Montt, Juan Luis Sanfuentes, y el comienzo de Arturo Alessandri), pues una Constitución, por el hecho de ser pétrea, necesariamente no tiene que ser buena.
Podría considerarse la de 1828 la mejor Constitución chilena, desde el punto de vista de su contenido y redacción, que apenas estuvo en vigencia un año, sin embargo, el aporte del genial redactor principal, José Joaquín de Mora, gaditano, muy superior intelectualmente a los vetustos beatos y malos de la aristocracia chilena, como les decía Diego Portales; (a Mora pertenece el extenso poema El uno y el otro: “el uno cubiletea y el otro firma no más, el uno se llama Diego y el otro José Tomás…” (se refiere a Diego Portales a José Tomás Ovalle, ministro y vicepresidente respectivamente).
La Constitución de 1980, que iba para los cuarenta años de vigencia, no le quita su calidad de tramposa y cabrona, y ha llegado el momento de dejarla definitivamente atrás; que las “chiquillas”, como la van Risselberghe, la Maldonado, la Flores y otras tantas, que siguen enamoradas de los ojos azules del “tata”, la lloren desconsoladamente, están en su pleno derecho.
Por cierto, el acuerdo no puede dejar contentos a quienes aspirábamos a cambios más radicales en materias constitucionales, pero no hay nada más estúpido que el maximalismo: a veces, por pasarse a los extremos terminamos abriendo las puertas al fascismo y a los golpes militares. Muchas veces, el ultraísmo termina casándose con el fascismo. (Recordemos que las tomas de las fábricas de Turín abrieron espacio a la Emilia y, posteriormente, a la marcha sobre Roma).
El miedo es uno de los factores fundamentales en los procesos históricos, es “la chispa se enciende la pradera”: el terror de las capas medias a perder sus pertenencias las lleva a desear el orden impuesto por las armas, (algo de esto estaba comenzando a ocurrir en Chile con el episodio de Reñaca, por ejemplo, y la irrupción de los chalecos amarillos que podrían, en el tiempo, convertirse en guardia blanca. En historia también se da el proceso acción-reacción, revolución-contrarrevolución, guardias rojos-guardias blancas, camisas negras y pardas-vino tinto y rojas, (la Brigada Ramona Parra y Elmo Catalán VS. la Rolando Matus, “la araña” vs. la Hoz y el martillo…)
Hay que entender que lo acordado entre el jueves y viernes es sólo un comienzo, pues queda todo por discutir: 1) cuál será el sistema electoral que regirá la elección de los convencionales o de los asambleístas; 2) ¿existirá una representación corporativa en cada una de las opciones que privilegie la expresión de los pueblos originarios y cuál será su proporción? 3) Cómo se confeccionarán los distritos y en qué proporción estarán representadas tanto la capital como las provincias; 4) ningún sistema representativo expresa íntegramente la voluntad popular, pues no existe “el sistema” proporcional perfecto, por consiguiente, habrá que pensar en una fórmula que expresa la voluntad popular en la forma más acabada posible; 5) de aprobarse la convención, ¿cómo se seleccionarían los diputados representantes? 6) las fechas no carecen de importancia: ¿sería posible convocar un plebiscito de entrada para el mes de abril de 2020, y de acordarse una Convención Constituyente, diputados y convencionales fueran elegidos junto con alcaldes, concejales, gobernadores y cores, en octubre de 2020?
En el caso de aprobarse la Asamblea Constituyente, los integrantes podrían ser elegidos antes de las elecciones de octubre de 2020, con el fin de que la crisis actual pudiera ser canalizada sobre la base del debate de ideas, y no de la violencia.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
15/11/2020