Crónicas de un país anormal

Elecciones españolas: el franquismo asoma su poruña

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“Ya hay un español que quiere/y a vivir empieza/

 Entre una España que muere/ y otra que bosteza”

“Españolito que vienes/al mundo te guarde Dios/

Una de las dos Españas/ ha de helarte el corazón”




(Antonio Machado)

 

El parlamentarismo es un régimen mil veces más democrático que el presidencialismo: en las elecciones, por ejemplo, nunca se juega el todo o nada, (como ocurre con el monarca presidente), sin embargo, tiene la dificultad de que su estabilidad puede ser garantizada sólo sobre la base de la flexibilidad de los partidos políticos para pactar, pero para formar alianzas el sistema funciona bien con el bipartidismo, que es más conciliable con el sistema electoral mayoritario que con el proporcional.

 

Italia es una excepción sólo explicable por el carácter de su pueblo: el parlamentarismo puede funcionar junto a un peculiar sistema de proporcionalidad, y el cambio de gobierno y de mayorías no hace mella en la gobernabilidad, (podría carecer del rigor científico lo dicho anteriormente, pero en política tiene poca cabida lo racional y sí mucha la subjetividad).

 

En España el multipartidismo ha hecho imposible la formación de gobierno en cuatro ocasiones seguidas, de las cuales dos en el presente año, (la de abril y octubre), y no es descartable que se aproxime una tercera vez, (si usted estima correcto, culpe de esta falla a Pedro Sánchez, a Albert Ribera o a Pablo Iglesias, sólo que en España sólo un vasco diría “…y porque no me da la gana de morir…”, o también como Pedro Sánchez, “cuando es no, es no”.

 

Dos hechos precedieron a estas elecciones: el primero, el cambio de las repugnantes cenizas del tirano Francisco Franco, desde el Valle de los caídos, para llevarlas a una tumba familiar; el segundo, los violentos enfrentamientos en Cataluña, especialmente en Barcelona.

 

Si la historia y la memoria tuvieran alguna utilidad, y los electores no sufrieran olvidos e inmediatismos, no hubiera ocurrido el renacimiento del franquismo con el tercer lugar obtenido por el Partido Vox en las elecciones de ayer, con la elección de 52 diputados, doblando el resultado del mes de abril. El fascismo a la española es, a mi modo de ver, el peor de todos: una mezcla de asesinatos con agua bendita, incluso de curas degenerados con militares carniceros. José Antonio Primo de Rivera, allá por los años 30, hablaba de la dialéctica de las pistolas y los puños.

 

Los recientes enfrentamientos en Barcelona, que llevaron a la ocupación del Aeropuerto del Prat, en vez de apagar la fuerza política electoral del independentismo, la aumentó: el Partido Izquierda Catalana, liderado por Gabriel Rufián, obtuvo 17 diputados superando, de lejos, su performance de abril último; Juntos por Cataluña, 8 diputados: El Comité de Unidad Popular, 2 diputados, (27 independentistas). En Barcelona la Izquierda Catalana obtuvo el 21%; en el caso de los partidos nacionalistas vascos, el Partido Nacionalista Vasco obtuvo 7 diputados y el Bildu, 5 diputados; si sumamos los 27 de los catalanes y los 12 vascos, tendremos 39 diputados, por consiguiente, los líderes presos del proceso contra los catalanes tendrían la clave para la formación de gobierno estable en España.

 

El Partido Ciudadanos, liderado por el señorito Albert Ribera, se hundió: apenas obtuvo 10 diputados, perdiendo gran parte de los logrados en abril. Más allá de las lamentables políticas de Ribera, en el mundo de los “partidos veleta” se está dando su derrumbe a consecuencia de la polarización, (si lo aplicáramos a nuestro país, que vayan poniendo en remojo sus barbas los democratacristianos chilenos).

 

Después de las elecciones de este domingo, 10 de noviembre, la formación de mayorías se hace aún más difícil: una alianza entre el PP y el PSOE, a la cual podrían sumarse algunos pequeños partidos, incluido Ciudadanos, tendría una amplia mayoría; otra posibilidad sería una alianza, aunque muy difícil, entre el PSOE, Unidas Podemos, Izquierda Catalana, Juntos por Cataluña, el Partido Nacionalista Vasco, Bildu, Más País de Orejón, (este último, 3 diputados), y el resto de Partidos pequeños, (Canarios, Navarros e, incluso, el Partido de Teruel, que esta vez obtuvo 1 diputado, demostrando la fuerza del particularismo español).

 

El tema sobre la independencia de Cataluña y de la España país de países parece no tener solución, al menos en el corto plazo; el federalismo, solución propuesta por el PSOE catalán a mi entender, murió en la primera república bajo la inspiración de Pi Maragall.

 

El viejo franquismo de la “España Una”, desgraciadamente, está volviendo, instalada en el Partido Vox, de los señoritos Abascal y Ortega.

 

Se debiera escribir sobre el papel de los fantasmas en la historia, una especie de gran “1º de noviembre”, con disfraces incluidos, (en el caso de España, las apariciones fantasmagóricas de Franco y de Francisco Macías y Luís Companys se pasean la rampla de la Puerta del Sol).

 

En Madrid y Castilla ganó el PSOE en porcentaje, pero el PP logró empatar en 10 diputados.

 

Los españoles están cansados de ir a las urnas, (quedó demostrado por la abstención de la mitad de los ciudadanos en estas elecciones), pero es mejor concurrir a las elecciones que vivir en continuos enfrentamientos entre los bandos, como ocurre con “los españoles de este otro lado del Océano”: el historiador Luis Thayer Ojeda, creo que con mucha razón), escribía que los latinoamericanos no somos más que españoles ubicados allende el Atlántico.

 

En las actuales revueltas en Bolivia y en Chile los mestizos, según el historiador Gabriel Salazar, reaparecen después de tanto tiempo de ninguneo: en Bolivia, después del golpe de Estado, promovido por el imperialismo volverá la explotación de los blancos contra la mayoría indígena que, durante catorce años estuvo representada por Evo Morales, y en Chile, los patipelados, los cara de pueblo, los peatones, incluso, los que antes gritaban “querimo pagar” y los bastante rubios y pelolais, mezclados con las “chinas y las crespas”, unidos todos en Plaza Dignidad resisten hasta el final, sin dejarse engañar por las promesas del encantador de serpientes.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

11/11/2019

                   



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