Convención Constitucional: el gran peligro es la ausencia del pueblo
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Los avances en el trabajo de la Convención Constitucional generan explicable esperanza en mucha gente. Se perfila un país que no es el que conocemos y sufrimos y ofrece a la gente desesperanzada, y suficientemente informada, vislumbrar que otro país es posible.
Sin embargo, a esa esperanza hay que agregar un explicable temor: que la derecha imponga su campaña del terror y gane el rechazo.
Sería un retroceso que afectaría gravemente el ya maltrecho ánimo de la gente.
Es lo que pasa cuando se enfrenta un proceso de cambio mayor sin la gente movilizada detrás de ese proyecto.
¿Cómo sacar a la gente que se alzó en octubre a defender ese avance?
El proceso sedicioso está en marcha: comenzó el mismo día en que la ultraderecha se vio sobrepasada en su afán por hacerse de la Convención. En la medida que ésta fue avanzando, con altibajos, torpezas, traiciones y volteretas, se comenzó a perfilar el ánimo odioso y antidemocrático que hará lo que esté a su alcance para evitar el triunfo del Apruebo.
La vocación mentirosa de la prensa pinochetista ya está haciendo lo suyo: las empresas de vaticinios de los poderosos dan por hecho la derrota del Apruebo. Ya se despliega la operación para fichar a prohombres de la exConcertación que harán lo suyo en término de traiciones.
¿Acaso los sucesivos paros de camioneros no tienen la componente traidora y antipatriótica del año 1972?
¿Se explica la inflación por la guerra en Ucrania o por un esfuerzo de los poderosos para generar inseguridad, carestía y desabastecimiento?
Las movilizaciones y provocaciones de la ultraderecha y los gremios que controlan no son sino maneras de tantear la capacidad de decidir del gobierno y descubrir sus obvias debilidades.
¿Cuáles son las fuentes de inteligencia de que dispone el gobierno para tomar sus medidas de seguridad y para adelantarse a los escenarios? ¿Está confiando en las agencias de las fuerzas armadas, de las policías y de la ANI?
¿Tiene el gobierno sus propios planes de contingencia ante la escalada sediciosa que intenta abortar el producto de la Convención Constituyente y de paso hacerlo fracasar?
Mientras eso sucede, en el bando democrático las cosas son de una pobreza que abruma. Tímidas voces, cada una por su lado, anuncian su decisión de aprobar. No hay una estrategia, no hay una sola voz, una sola decisión que desde ya perfile un derrotero.
No hay un pueblo movilizado que entienda como suyo eso que se hace en el excongreso.
La gente, esa que estuvo al margen de la Convención Constitucional y su trabajo, nuevamente está al margen del enfrentamiento Apruebo/Rechazo que va a tomar ribetes trágicos en breve.
Hemos dicho en estas mismas líneas que esta no es la Constitución que el pueblo quiere y necesita. Pero sería un paso inestimable en el tramitado proceso para democratizar de verdad el país. Mientras el pueblo organizado y movilizado no esté impulsando esta nueva Carta, ésta no será sino un deseo lejano, aunque, efectivamente, un avance.
Porque en este proceso el gran ausente se llama pueblo: recordemos que se necesitarán leyes para hacer real lo que se redacta en la Convención.
Una pregunta válida es qué hacer para que la gente salga a defender lo hecho por la Convención y cruzarse al plan sedicioso de la ultraderecha.
¿Quién encabeza ese proceso que ya debiera haberse impulsado y propuesto a la gente? Ya el pueblo debería estar en la calle, debidamente informado, levantando sus consigas y mostrando su decisión. Los partidos democráticos y las organizaciones sociales deberían estar desplegando un proceso que saque de la cabeza de la gente las falacias que la ultraderecha está instalando.
Tanto el proceso constituyente como el gobierno ameritan severas críticas en sus desempeños. Definitivamente ambas instancias no son las que la gente necesita y merece luego de decenios de desprecio, explotación y represión.
Pero a no perderse: la ultraderecha criminal y cruel está al acecho y desarrollando sus planes sediciosos y resulta de la mayor responsabilidad hacer todo cuanto esté de nuestra parte para defender a ambas instituciones de la ofensiva fascista.
Por Ricardo Candia Cares
Hernán Montecinos says:
¿Pueblo? ¿Qué es eso? se preguntaba Nietzsche. El caso es que hoy no hay pueblo, sino masa, que es algo muy distinto como lo afirmaba el filósofo. Y no deja de tener razón, cuando en las elecciones más del 50% de aquello que se quiere llamar pueblo no vota. Cuando el 80% de aquello que se quiere hacer pasar por pueblo en la región mapuche, que es la más pobre de Chile, ese pueblo vota por la UDI. Entonces, por favor compañero, explíqueme bien que es eso que Usted llama pueblo, y por favor, si puede ilustrarme la diferencia que hay entre pueblo y masa como lo aclaraba maesse Nietzsche.
Serafín Rodríguez says:
Lo único cierto es que el pueblo no ha tenido ni pito que tocar en este baile! Muchos saludos a la bandera en derechos sociales que sin la renacionalización del cobre y la nacionalización del litio van a quedar en letra muerta! Los únicos que han participado en la fiesta son los políticos de siempre y unos cuantos miembros de la pequeña burguesía con algo de preparación intelectual y un gran sentido de culpa que se quieren sacar de encima introduciendo derechos y principios como en su época generaciones anteriores establecieron la igualdad ante la ley que en el fondo vale callampa. En los hechos, rodos somos iguales ante la ley pero no ante quienes la aplican. Además, en las sabias palabras de Anatole France, «»En su majestuosa igualdad, la ley prohíbe a los ricos y pobres dormir bajo puentes, mendigar en las calles y robar panes!» Lo mismo va a ocurrir con el derecho a vivienda digna y pronto veremos que algunos son más dignos y tienen más derechos que otros.
Serafín Rodríguez says:
Perdón! Al final quise escribir que pronto veremos que algunos son más dignos y tienen más derecho a los derechos que otros.