El uso del lenguaje y la práctica política y social; el caso Siches
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Fue Wittgenstein[1], famoso filosofo alemán, quien introduce el concepto del lenguaje como uso. Antes en un célebre escrito planteaba que el lenguaje “constataba” un mundo, para luego cambiar radicalmente esta concepción y sostener que no es así, que con el lenguaje generamos el mundo. Ese cambio radical es parte y da forma al llamado “giro lingüístico” en la historia de la filosofía analítica del lenguaje. El paso del lenguaje constatativo al lenguaje performativo.[2]. De este momento en adelante los estudios sobre el lenguaje se enfocan en su centralidad en la relación humana, en cuanto a que mediante “juegos de lenguaje” construimos eso que llamamos “realidad” y vamos dando forma a un mundo de significados.
De ahí la importancia y la centralidad que el lenguaje debe tener en la práctica social y política. Mediante él es que podemos vivir en un mundo de significados. Como sostiene Gergen[3], el principal teórico del construccionismo social, entendemos y valoramos el mundo y a nosotros mismos de maneras que emergen de nuestra historia personal y la cultura que compartimos. A partir de esta construcción que es social, actuamos en términos de que es real, racional, satisfactorio, verdadero o falso. Afirma este científico social que cuando los mundos de significados están en conflicto se corre un riesgo que puede llevar a la alienación, la agresión, socavando las relaciones y su potencial creativo.
En nuestro país lamentablemente en el último tiempo se observa que estamos muy cerca de ese riesgo. Es mi parecer que en buena medida eso tiene que ver con el uso que hacemos del lenguaje en la interacción social, esto es, el espacio público. Así lo muestra, al menos claramente, el último episodio en que se vio envuelta la Ministra del Interior. Fenómeno similar se puede observar en el desarrollo da la Convención Constituyente.
Por ahora solo hare referencia al caso de la Ministra del Inferior. Esta alta funcionario dio por hecho una situación de la que fue informada e hizo un juicio coherente con la gravedad de lo ocurrido. Posteriormente comprobó que la “constatación” de ese hecho por parte de ella no era correcta y procedió a dar las disculpas correspondientes. Responsable actitud de quien comprueba que su “constatación» no era como la hizo presente en su relato, ya que al parecer no existió un vuelo frustrado con inmigrantes que no fueron aceptados en su país de origen. Esa actitud pudo poner fin al episodio, pero no fue así.
Este hecho generado por un uso no correcto del lenguaje, provoco un terremoto político. Genero una “realidad política” Peticiones de renuncia, anuncios de acusaciones constitucionales, acusaciones de ineptitud, entre otras. Los detractores, que también usan el lenguaje en una dimensión “constatativa” que está cuestionada en el campo de la filosofía de la ciencia, salen al paso de las declaraciones de la Ministra trayendo a la mano una distorsión comunicativa de uso muy común en el dialogo político en nuestro país. Me refiero a la llamada en lógica “falacia ad hominem”
Por falacia se entiende algo que no es cierto, calificado comúnmente como mentira. Pero con mayor complejidad son errores lógicos en la argumentación, cuando las conclusiones no se derivan de las premisas contendidas en ésta. En este contexto “falacia ad hominem” es una expresión del latín usada para hacer referencia a las frases ofensivas que refutan el punto de vista de alguien atacando a la persona en lugar de argumentos que den sustento a la opinión. Y esto ha dado pie para cuestionar la gestión de la Ministra con tan solo no más de 20 días de cometido, exigiendo su reemplazo. Queda claro que uno de los efectos que produce el uso inadecuado del lenguaje es enturbiar el dialogo publico y provocar distorsión comunicativa.
La gravedad que le confería la Ministra al hecho, no era que el avión retornara sin cumplir la misión, sino el hecho que los expulsados no pudieran salir del país por un mal manejo administrativo. Al parecer este es un hecho cierto como lo es lo acontecido de manera similar en Arica. Circula en las redes sociales un oficio de la PDI, (ORD 24 del 2 DE Marzo), que espero no sea “fake news”, en que este Servicio solicita al Juzgado de Garantía de Arica reconsidere el plazo de expulsión de 23 ciudadanos venezolanos, ya que el chárter de la Línea Aérea Sky no pudo salir debido a un correo de Venezuela que comunica que no autoriza la llegada de los expulsados a ese país del cual son originarios.
El curso que sigue la reacción al involuntario error de la Ministra no guarda proporción con la gravedad de los hechos de los cuales da cuenta en la Comisión de la Cámara de Diputados, cumpliendo con las obligaciones de su cargo. Visto así, aparece una especie de campaña que más parece un intento de “asesinato de imagen” que el sano ejercicio democrático de criticar la mala gestión de los servidores públicos.
Sería conveniente que buena parte de los que opinan en el campo de la política asuman los desarrollos de la ciencia, especialmente la biología cibernética.. Ella nos muestra empíricamente que no tenemos acceso a una realidad independiente del observador. Por ello muestra que todo juicio de error es posterior a la experiencia. Comprueba, además., que lo que llamamos “realidad”, (¿objetividad?), es construida en el lenguaje. Por algo reza una afirmación de la perspectiva constructivista en ciencia social que dice que “la observación habla más del observador que de lo observado”.
Jorge Leiva Cabanillas
[1] Wittgenstein L., 1968 Investigaciones filosóficas, Blackwel London
[2] Los interesados en profundizar en este tema pueden visitar mi sitio Web: www.metateoria.cl
[3] Gergen K., 1996 Realidad y relaciones , Ed. Paidos Barcelona
Gino Vallega says:
Vamos a suponer que lo de «ministra del inferior», es una falta de repaso de lo escrito, lo que quitaría presencia a lo comentado.
Una refalá no’es queida, es refalón nada más…..dice la resfalosa criolla.
Serafín Rodríguez says:
No es necesario ser ningún doctor en nada ni invocar ningún estudio sobre usos del lenguaje para concluir que Goebbels tenía razón en su «Miente, miente, que algo queda!» y que las mentiras se construyen de múltiples y variadas formas, incluida la omisión.