Otra vez la libertad de expresión
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El tema de la libertad de expresión, es un asunto apasionante. Cada cierto tiempo se activa y mueve el entusiasmo. Ha involucrado a infinidad de pensadores en debatir las causas, desde que se inventó la escritura o de antes. Una y otra vez se convierte en discusión y agita las aguas, hasta convertirlas en tormenta. Soslayar ahora el debate en nuestro crispado tiempo, mientras arde el asunto y los palabros queman, no es aconsejable. Se debe asumir la controversia e involucrarse en ella. De no hacerlo, uno se puede convertir en cómplice y su silencio, puede significar aceptación de ciertas normas restrictivas.
Quienes redactan la nueva constitución se han abocado a la tarea de elaborar, entre infinidad de temas, lo que se entiende por libertad de expresión. De tanto divagar, se enredaron al redactarla y estuvieron en un tris de enlodarla. De ahí surgió esta perla, sacada de un baúl de la buhardilla: «Estará prohibida la propaganda en favor de la guerra; el discurso xenófobo o apología de odio racial, religioso, sexual, de género o de cualquier otra índole, que constituya incitación a la violencia, la discriminación o la hostilidad, lo cual deberá ser regulado por la ley». Es decir, una censura emboscada a la libertad de expresión. Si semejante celada hubiese prevalecido, habría significado una zancadilla y el fin de la libertad de expresión.
Como el tema tenía complejidades, vericuetos y desafíos a granel, las definiciones fueron eliminadas. En buena hora. La libertad de expresión, sin apellidos, una de las facultades de la inteligencia humana, conseguida después de infinidad de siglos de lucha, guerras e injusticias, debe garantizarse en su amplitud. ¿Qué debe decir la nueva Constitución? Garantizar la libertad de expresión en toda su vastedad, donde no puede existir ninguna cortapisa. Lo cual significa poder expresarse en los diarios, en la TV; escribir libros, sean de ficción, poesía, ensayos o de historia. Representar obras de teatro, conciertos, hacer películas, crear música, pintar, realizar encuentros culturales. Expresarse en cualquier medio y poder difundir su pensamiento, sin temor a la censura o a ser detenido. Nada de ir de oficina en oficina, como sucedió en la dictadura cívico-militar de 1973-1990, a solicitar autorización para publicar un libro, presentar una obra de teatro o hacer una película. Y un largo etcétera. Nada de señalar o insinuar sus limitaciones, lo cual apunta a desvirtuar lo que se entiende por la plena libertad de expresión. De lo contrario, perdería su sentido, es decir, su fundamento y se convertiría en gazapo o en odioso mecanismo, por dónde ejercer la censura.
¿A quiénes se les ocurrió incorporar esos conceptos? Si lo analizamos desde otra vertiente, la idea de libertad de expresión como se quería incluir en la Carta Magna, se iba a transformar en velada censura. Casi nos censuran. Surgieron voces lúcidas y a tiempo, advirtieron este gazapo del tamaño del cerro Huelén, porque en mi rebelión, no me gusta llamarlo Santa Lucía.
A menudo uno cree que en nuestro país existe la libertad de expresión. En tal caso, nadie nos impide opinar, escribir, publicar y en la plaza pública, libro en mano, hablar de la redención y salvación del alma. Como usted está dominado por la ira y quiere demostrar su descontento, pues se pone a rayar las paredes de un edificio, mientras grita: “Viva la libertad de expresión”.
Sus grafitis pueden ser obras de arte, sin embargo, si lo sorprenden, lo detienen por ensuciar la ciudad. Esta actitud de rebeldía, casi no tiene eco. Quienes son los propietarios de los medios de comunicación, la prensa, la TV y las radios, se ríen de estas picardías, al aplicar la censura a quienes se atrevan a protestar. Aunque lastime, la libertad de expresión permanece controlada en Chile y es nuestra labor, ahora, luchar por conseguir su pleno ejercicio, en este otoño que se avecina.
Por Walter Garib
Gino Vallega says:
La definición de «libertad de expresión», sigue siendo esquiva. No la va a encontrar en el occidente judeo-cristiano, el oriente misterioso y la Asia lejana. Por el moimento, no existe y me siento en libertad de expresarlo.