Contra la constitución de un centro político y la administración del movimiento popular
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El modo general que ha utilizado el poder contra el movimiento popular ha sido su administración. Ese movimiento que derrotó a la tiranía cívico-militar, fue administrado por la “centro izquierda”: la concertartación de partidos por la democracia se erigió como representante de la indignación popular y en nombre de la democracia, usando el miedo a una regresión autoritaria, lo que hizo en los hechos fue profundizar el modo de acumulación capitalista en su versión neoliberal, en una política que implicaba privatizarlo todo y luego usar los recursos del estado para pagar por esos servicios que habían sido vendidos. Más recientemente el profundo conflicto que se abre con los secundarios el año 2006 fue administrado, primero por una gran mesa de expertos que se presentó como diversa, amplia y participativa que tuvo como resultado la LGE y sus manos arriba. Luego el 2011 terminó con un grupo de dirigentes sentados en reuniones con el gobierno que finalmente y como siempre, resultaron en una “gratuidad” parcial y que una vez más se trata del estado financiando empresas privadas de educación (autocritica que de hecho estos mismos dirigentes hacen hoy en día).
La pregunta que cabe entonces es; ¿Cómo evitar que este ciclo de movilizaciones, el más masivo, trasversal y radical de los últimos 30 años sea procesado y administrado por el poder?.
En mi opinión lo central es evitar que se forme un “centro político”, en nombre de la estabilidad, en nombre de la paz social, en nombre de la razón, en nombre de la democracia, en nombre de las instituciones, compuesto por los expertos, los demócratas, los razonables, los “no violentos”, la “sociedad civil”, las organizaciones sociales “tradicionales”, los políticos “pro institucionalidad”. Este centro político que se intentará levantar como la expresión más legitima, democrática y representativa del movimiento popular, tendrá como único objetivo procesar la indignación y la frustración y las demandas que hemos producido primero en las calles y ahora también en los cientos de asambleas populares en todo Chile.
Si ellos ganan esta pelea, terminaremos con grandes acuerdos aplaudidos por los mismos actores de siempre y quién sabe si algunos nuevos, con los fuegos artificiales de los medios de comunicación predicando que tenemos un nuevo pacto social y que damos por cerrada la transición.
lo central es evitar que se forme un “centro político”, en nombre de la estabilidad, en nombre de la paz social, en nombre de la razón, en nombre de la democracia, en nombre de las instituciones, compuesto por los expertos, los demócratas, los razonables, los “no violentos”, la “sociedad civil”, las organizaciones sociales “tradicionales”, los políticos “pro institucionalidad”.
Sin embargo, seguiremos con afp, los bienes comunes naturales seguirán en manos de empresas trasnacionales, seguirán existiendo comunas que reciben más de un millón de pesos por persona y otras, las más, que no llegan a 200 mil.
Si ellos ganan esta pelea, los tratados de “libre comercio” que nos someten a una jurisprudencia internacional neoliberal y en que nos comprometemos a ser aval de las trasnacionales en periodos de crisis y los contratos a las concesionarias de los servicios como la educación, el trasporte, la salud y la explotación de los bienes comunes naturales, que garantizan los márgenes de ganancia en tasas completamente fuera de mercado, seguirán completamente vigentes.
la única forma de evitar que esto ocurra es dividir la política en dos, dejando completamente vacío ese espacio que han ocupado tradicionalmente los de “la alegría ya viene”, los de “en la medida de lo posible”, los de “crecer con igualdad” los de “los tiempos mejores”.
Si ellos ganan la pelea, esta “democracia” tutelada por la técnica jurídica, por los quórums supra mayoritarios, por elecciones determinadas por el poder económico detrás de las campañas, esta democracia formal, sin plebiscitos de ningún tipo, sin iniciativa popular de ley, sin revocatoria popular de mandato, esta democracia que consiste básicamente en asistir cada 2 años a una ritualidad vacía, seguirá plenamente vigente.
En mi opinión, la única forma de evitar que esto ocurra es dividir la política en dos, dejando completamente vacío ese espacio que han ocupado tradicionalmente los de “la alegría ya viene”, los de “en la medida de lo posible”, los de “crecer con igualdad” los de “los tiempos mejores”.
Para esto se requiere un esfuerzo muy grande ya que nos plantea salir de los modos en que nos hemos acostumbrado a hacer política los últimos 30 años.
En concreto se trata de lo siguiente:
- Salir de la política autorreferida y las identidades fragmentarias: Debemos construir al sujeto político que sea expresión del movimiento popular en torno a un programa y no a una retórica o una estética; se trata entonces de que el eje articulador que marque a los nuestros y al enemigo resulte en primer lugar de un posicionamiento concreto frente a las demandas populares. Así asamblea constituyente si o no, fin de las afp si o no, fin de las concesiones de los bienes comunes naturales si o no, la educación, la salud, la vivienda y el trasporte como un derecho universal si o no. Son las preguntas que deben responder quienes quieran estar del lado del movimiento popular y actuar en consecuencia.
- El movimiento popular como totalidad internamente diferenciada: La composición del movimiento popular que se corresponde al tipo de sociedad en la que vivimos está compuesto por intereses muy distintos, que incluso pueden ser parcialmente contradictorios. El modo en que el capitalismo/patriarcal afecta a las personas según sus experiencias vitales es diferente en grado y contenido y así los agrupamientos de intereses se producen en principio de forma fragmentaria. Por eso hemos visto las calles plagadas de colores, consignas, expresiones y formas de lucha muy distintas. Frente a esto no tiene sentido alguno y es funcional al enemigo intentar encontrar una línea correcta y en base a ella producir enemigos internos. Frente a esto tampoco tiene sentido intentar producir encadenamientos puramente formales que son susceptibles a ser desmontados por el enemigo.
Por el contrario se trata de practicar una política de profunda tolerancia que reconozca como legitimas todas las formas de lucha y los modos de interpretar la indignación y el sufrimiento, se trata de articularnos en torno a un núcleo fuerte de demandas muy concretas y radicales, que sean producidas como acuerdos democráticos y populares, ese núcleo de demandas que nos permita estar unidxs en nuestras diferencias y que reconozcamos como horizonte común más allá de toda estética, retorica o identidad previa.
- El carácter de este núcleo común de demandas en torno al cual nos articulamos como movimiento popular debe ser lo más concreto, explícito y específico posible; por el contrario, mientras más genérico sea, tendrá menos rendimiento para ser eje articulador. Así, por ejemplo, demandas del tipo, dignidad, justicia social, no más abusos, fin de los privilegios, son demandas genéricas que todo el espectro político podría suscribir, son demandas que el enemigo puede interpretar y procesar a su conveniencia.
Por el contrario; nueva constitución vía asamblea constituyente, fin de las AFP, terminar con la concesión de los bienes comunes naturales, son demandas que tocan el corazón del sistema, obligando a los poderosos a tomar posición en contra del movimiento popular.
He escrito este documento con el único propósito de contribuir a la reflexión colectiva y al debate popular, pensando fundamentalmente en las y los que luchan de formas diversas en las calles y pensando también en los que ya no están, pensando en que todo este esfuerzo que hemos hecho nos permita, de una vez por todas que “su país” se trasforme en “NUESTRO PAÍS”.
Gonzalo Silva Brunetti
Militante de Convergencia Social de Ñuñoa
Santiago 29 de octubre de 2019.