Chile necesita medios de comunicación alejados de la manipulación neoliberal
Tiempo de lectura aprox: 5 minutos, 31 segundos
Las manifestaciones de millones de chilenos que protestaron contra el modelo impuesto por la dictadura cívico militar mostraron claramente su rechazo a la manipulación y el despotismo comunicacional, fiel reflejo del neoliberalismo impuesto a balas.
A las demandas para cambiarlo, que incluyen una Asamblea Constituyente para reemplazar la Constitución pinochetista, hay que añadir la recuperación de medios informativos que nos liberen del oscurantismo vivido durante 46 años, en que el modelo secuestró a todos los opositores y privatizó los canales universitarios de TV, hasta el día de hoy. Los campeones de la libre competencia, que pregonan como doctrina, están muy a gusto sin rivales.
El caso del confiscado diario “Clarín es emblemático. Su legítimo dueño, Víctor Pey, batalló más de 40 años, hasta su muerte, en cortes nacionales e internacionales por su restitución, Ganó, pero el estado se ha negado hasta hoy a pagar la compensación fijada en la sentencia del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI).
La sentencia de 2008 fue objetada sin éxito por el estado de Chile, que actuó con dolo, y el gobierno de Ricardo Lagos indemnizó a cuatro falsos propietarios de Clarín.
El CIADI reaccionó: “al conceder compensaciones –por razones que solo ella conoce y que siguen sin poder explicarse– a personas que, según el Tribunal de Arbitraje, no eran propietarias de los bienes confiscados, y al paralizar o rechazar las reivindicaciones del Sr. Pey Casado referentes a los bienes confiscados, la República de Chile cometió una manifiesta denegación de justicia y se negó a tratar a las demandantes de manera justa y equitativa”. Denegar justicia es una de las deudas del estado neoliberal a los ciudadanos.
El sociólogo Edison Ortiz recordó la frase de que “la mejor política comunicacional es no tenerla”, de Ernesto Tironi, Jefe de Comunicaciones del presidente Patricio Aylwin. Y añadió: “esa famosa máxima cuya consecuencia pagamos caro a lo largo de toda la transición liquidó a los medios alternativos que habían desempeñado un rol significativo en informar durante la dictadura y cuyo corolario fue el control monopólico informativo que ejercieron luego Copesa/El Mercurio y que, entre otras cosas, se tradujo en el control casi totalitario de los medios por los grupos empresariales”.
Del “oasis” al “país en guerra”
En pocas semanas Chile pasó de ser “el oasis” del continente a un país “en guerra” a raíz de las protestas, atribuidas por fuentes de derecha y, de forma tácita, por el gobierno, a un plan preconcebido por terroristas locales y apoyo externo de cubanos, venezolanos, rusos, el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla.
Esto fue asumido sin más por los canales, diarios y radios, propiedad de empresarios de la industria, la banca y el comercio, el transporte, la salud, la seguridad social, la educación y todos los ámbitos del abuso que desataron las movilizaciones masivas.
Al inicio de las protestas el Colegio de Periodistas llamó a sus afiliados a romper el cerco mediático. “No estamos en guerra”, dijo en un comunicado, y “no podemos crear ambientes de beligerancia con información que en nada contribuyen para dar tranquilidad”.
Hizo un llamado a editores, directores y colegas a “que su trabajo aporte a que la ciudadanía tenga la tranquilidad, que lo que se les informa sea fidedigno y así puedan analizar las reales causas sociales, económicas y culturales que explican el descontento social”. Todos los esfuerzos del Colegio en ese sentido fueron ignorados por los medios hegemónicos.
El sábado 26 de Octubre el Colegio se sumó a “una grave denuncia de la Federación de Trabajadores de Canales de Televisión”, que acusa al presidente y al ministro Chadwick, de “haber citado a máximos ejecutivos de los canales locales a La Moneda”. En un comunicado, dijo que el país “debe conocer cuáles son la intenciones”, en lo que consideró “una práctica intervencionista y que atenta contra la independencia que deben tener los medios en una sociedad democrática”.
Pero El Mercurio dedicó una página entera a declaraciones de rechazo a las protestas de la población a los medios, con comunicados de la Federación de Medios de Comunicación Social de Chile, que agrupa a los dueños de las radios, los diarios y canales, así como a los rostros de la TV.
Medios neoliberales
Los medios de comunicación reproducen a la perfección la estructura del modelo neoliberal. Alta concentración de la propiedad y al interior de los grandes consorcios enorme inequidad en los sueldos.
En Chile hay unos 10.000 periodistas. Sólo el 40% está afiliado al Colegio, pues desde la dictadura no es obligación hacerlo. Con la instauración del modelo neoliberal se eliminó el arancel con el sueldo mínimo que debería recibir un profesional, que quedó a merced del empleador, como la inmensa mayoría de los chilenos.
Los reporteros de radio son los peores pagados. Con suerte llegan a $ 400.000. Hay casos, como ocurre en una de las más grandes de Chile, que no tienen sueldo. Se les paga por informe. Un corresponsal regional cuenta que envía la mayor cantidad de despachos posibles sobre varios temas, a $ 3.000 cada uno, para parar la olla. Claro, si se los publican.
En el caso del oligopolio de la prensa escrita los reporteros pueden ganar $ 800.000 o más dependiendo de sus responsabilidades y en el de la TV un millón o más. Muy por debajo de los editores y de las caras de la pantalla, que al menos reciben siete millones de pesos. Hay excepciones que triplican esa suma. Opinan de todo sin saber, interrumpen al interlocutor si no le gusta o lo saca de pantalla. Un mar de sabiduría de dos centímetros de profundidad.
Para Ortiz, son “analistas de pacotilla que siempre han defendido el orden y que no fueron capaces de percibir la crisis que se estaba incubando en la sociedad chilena desde hace muchos años y cuya profundidad sí fue dimensionada” por periodistas, analistas, curas y medios alternativos de comunicación, a los que cita en una columna suya.
El politicólogo argentino, sociólogo y doctor en ciencias políticas, Atilio Borón, estimó que Chile “vive un cóctel explosivo” por el modelo neoliberal y que la consolidación del mismo “para algunos ha sido maravillosamente bueno, pero que para otros –creo que para la mayoría–, es malo”. Añadió que el país tiene un problema muy grave de concentración de la riqueza en muy pocas manos”. No se explica de otra manera que en la estadística del Banco Mundial del Coeficiente Gini (mide la desigualdad), Chile esté al mismo nivel que Ruanda.
“No me sorprende para nada lo que ocurre en Chile”, declaró el intelectual estadounidense Noam Chomsky. “Estas son las consecuencias que eran perfectamente previsibles tras el asalto neoliberal a la población en los últimos 40 años”.
El Mercurio miente
Basta ver las parrillas y pautas de prensa de la TV para constatar la omisión informativa y cultural. En el duopolio escrito no es tan diferente. El Mercurio nos “informa” sobre la vida, los amores, las vacaciones y las familias de todas las monarquías europeas o de los torneos de golf o polo de ejecutivos chilenos para ayudar a comprar libros a una escuelita pobre. Y a la hora de las manifestaciones, otorga media página a Mario Vargas Llosa, apologista del neoliberalismo, quien se manifiesta “sorprendido” por lo ocurrido.
Y una página entera a declaraciones que condenan ataques a los medios, con comunicados de la Federación de Medios de Comunicación Social de Chile, que agrupa a los dueños de las radios, los diarios y canales de TV y a sus rostros de pantalla.
O que 50 países, incluido el Grupo de Lima, reconocen a un autoproclamado presidente de Venezuela, pero esconde la postura de más de cien países de la ONU o que en la última cita del Movimiento de Países No Alineados 120 países apoyaron al gobierno de ese país.
Las manifestaciones de apoyo a los chilenos en toda América Latina y Europa, circularon por todas las redes sociales, pero fueron omitidas en los medios nacionales. Pero las redes sociales lograron romper el cerco mediático impuesto.
Y aún no se olvidan titulares de la cadena mercurial como el macabro “fueron exterminados como ratones”, celebrando el asesinato orquestado de jóvenes por los servicios secretos del continente en la denominada Operación Cóndor.
Hace dos años, tras fallecer, el Colegio de Periodistas declaró: “Quedará en los registros de la historia de Chile el oscuro legado que Agustín Edwards Eastman dejó, tanto por sus acciones personales como por su manejo de las empresas periodísticas que controló, las que fueron el soporte comunicacional de la conspiración contra el sistema democrático al servicio del golpe militar, que ensombreció Chile a partir del 11 de septiembre de 1973 e instauró la dictadura cívico-militar que sobrevino, con su secuela sistemática de violaciones a los derechos humanos y que fuera ampliamente respaldada por El Mercurio y sus medios asociados”.
El falseamiento de los hechos, la desinformación acerca de los crímenes de los agentes seguridad de Pinochet, el lenguaje de permanente menosprecio que emplearon sus medios para referirse a los detenidos-desaparecidos, torturados, exiliados, exonerados y víctimas de la dictadura, “llevaron al Tribunal Nacional de Ética y Disciplina del Colegio de Periodistas de Chile a aplicarle, en mayo de 2015, la máxima sanción posible prevista en nuestro Estatuto, para quienes infrinjan gravemente los preceptos de la ética periodística: la expulsión”.
Los destrozos al Metro y la evasión de su pago costarán unos US $ 300 millones. Con datos
de la Fiscalía y el SII se calcula que por elusión, milico y paco-gate, colusiones empresariales, perdonazos y otros escándalos, las pérdidas son de US $ 4.980 millones. Si sumamos la reforma tributaria del gobierno para regalarle US $ 800 millones a los más ricos, esos fondos bastarían para financiar medios de comunicación ciudadanos. Además, se dilapida el dinero de los contribuyentes al no utilizarse el canal de TV de la Cámara de Diputados.
Tras 46 años, ya es hora de recuperar los medios de comunicación escamoteados que la ciudadanía se merece para estar bien informada.