¿Ciudadanos siervos..? Eso nunca más
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Así era hasta el jueves y viernes de la semana pasada, al parecer. De pronto, un vendaval de acciones ha logrado nuevamente interrumpir la paralizada historia nacional y ha permitido -por ahora- que nosotros, sujetos-ciudadanos pasivos, indiferentes, endeudados, con problemas de salud o trabajo, de locomoción, embobados con la propaganda, el marketing y el consignismo repetitivo, comencemos a recuperar nuestro rol. El que nos corresponde en una democracia real, como decían los Indignados del 15-M en España. Es decir, el de una ciudadanía participante, deliberante, opinante, que se expresa dentro y fuera de las calles de la ciudad, a la cual no se la puede acallar desde el supuesto de la manipulación, de cifras o de argumentos tecnócratas, de todos aquellos que creen que solo las nuevas tecnologías y el mercado podrán salvarnos.
Durante 17 años de Dictadura cívico-militar, de la que festivamente participaron varios de los miembros del actual gobierno, partiendo por el actual Ministro del Interior, señor Chadwick, uno de los que participó entusiasta en el acto de la Juventud comprometida con el régimen del dictador en Santiago, el año 1977.
Ciudadanos interdictos, perseguidos, asesinados, lanzados al mar, torturados, exiliados, eso fuimos muchos durante esos oscuros años. Con la salida relativa de las FFAA y de Orden del poder político directo el año 90, recuperamos ciudadanía. Como no. Pero, hay que decirlo, ha sido el ejercicio de una ciudadanía limitada, vigilada, advertida de sus límites: no puede tocar el modelo neoliberal y sus expresiones fundantes, no solo en lo económico.
Tampoco puede ejercer iniciativas desde sí misma, solo puede depositar un voto por algunos representantes y sus ofertas. Así como tampoco puede controlar lo que hacen sus representantes, desde el Presidente-Monarca hacia abajo. Todo esto no es novedoso.
Ya en sus declaraciones sobre la Constitución del 80, el ideólogo J. Guzman, hablaba de establecer una democracia “protegida”. ¿Para qué?. Bueno pues, para que este pueblo nunca más crea que es posible construir y apoyar una alternativa al orden neoliberal y capitalista vigente hoy. Y por eso han sido especialistas en la inversión y manipulación: para Piñera y los suyos –siguiendo a su maestro Hayek-, la democracia puede ser una dictadura y una férrea dictadura, puede ser una democracia. ¿Qué le parece lector/lectora?
En manos de esa gente estamos. Personas y sujetos que habitan este país al parecer quieren también ser ciudadanos propiamente tal, es decir, dejar de ser ciudadanos-siervos y sumisos, violentados y abusados desde la elite de poder, el gobierno, empresarios y financistas, las policías, y ahora, los militares, nuevamente.
Desde el Golpe Estado del 73, nosotros, los ciudadanos y ciudadanas no podemos ya decidir las políticas que orientan y dan sentido a nuestras vidas. Tanto los pagos en salud, en atención de hospitales; el valor mayor o menor de nuestros ahorros; las condiciones en que tendrán que vivir los jubilados y “tercera edad” ; las pensiones, el valor de las viviendas y arriendos; el valor de los medicamentos; de los créditos y sus intereses; de la circulación por las autopistas; de los liceos, colegios y universidades; la calidad de los servicios públicos; el transporte público; las comunicaciones y de seguro algunas más que se me escapan. Todo ello es producto de una toma de decisiones en que los ciudadanos no cuentan; decisiones adoptadas a espaldas y contra nosotros desde ciertos poderes que aparecen como inubicables o fuera de alcance. Sí, claro, usted dirá: pero los ciudadanos votan. Sin embargo nuestros votos no determinan ya ningún programa de gobierno. A lo más, aquellos miembros de la élite que nos gobernará durante cuatro años más.
Por Pablo Salvat