Presidenciales: No están todos los que son…
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En los tramos finales de la recta decisiva que llevará a La Moneda se instala la impresión de que entre los siete competidores en carrera no son todos los que están ni están todos los que son: sobran dos o tres y salta a la vista que falta uno, porque el abanderado del mundo social cuyo estallido comenzó a cambiar el rostro de Chile, no se encuentra participando.
Están representados todos los partidos, sectores y conglomerados políticos, en alto porcentaje desprovistos de prestigio o carentes de credibilidad, pero inexplicablemente no se inscribió ningún candidato de los movimientos sociales y en definitiva el nombre esperado por las mayorías no estará en la papeleta presidencial del 21 de noviembre.
Se trata de una ausencia que no refleja la fuerza de los cambios activada por la ciudadanía y sus gigantescas movilizaciones que presionaron por el inicio de un proceso constituyente que dará paso a una nueva Constitución, lo que no era posible conseguir por otros medios, y que a la vez ha permitido atacar el corazón del modelo neoliberal como es el retiro de fondos desde las administraciones previsionales privadas.
El vacío no lo llenan aquellos que a diario ven descolgarse a sus partidarios o los que tienen entre sus objetivos seguir empequeñeciendo al Estado aun a costa del despido de miles de funcionarios públicos, ni tampoco quienes acuden ante el gran empresariado para que les autorice sus programas con las tibias reformas que proyectan.
Pareciera que tales candidatos se contentarían con la prolongación del sistema que ya fracasó por décadas. No les molestaría continuar con las injusticias y la impunidad, con 30 años de colusiones empresariales, pesqueras financiando a senadores, robos de las AFP a los jubilados a la luz del día, leyes corruptas, zonas de sacrificio, campamentos de tránsito y abusos del mercado omnipresente.
Ello es tan impresentable como que el representante del neofascismo gane terreno y amenace con llegar a instalarse en La Moneda como una bomba de tiempo. No se explica que el nuevo Bolsonaro avance en un país en que hace poco la opción Apruebo se impuso al Rechazo por 80 a 20, hay en marcha una Convención Constitucional que conducirá a una Carta Magna y en las calles las multitudes protestan por el modelo antipopular agónico pero todavía vigente.
El modelo neoliberal está basado en afrentas como las desigualdades, los despojos y los abusos que han empobrecido a las familias que no están entre las 50 más ricas del país, y que hoy son menospreciadas. Son tres planos relacionados muy de cerca y manejados con fruición por los dueños del dinero, que al paso de los años se han apropiado de Chile y su gente cuya vida ha sido implacablemente precarizada.
Los despropósitos de la elite dominante que gobierna no se detienen. Persisten la falta de oportunidades y de derechos esenciales, se prolongan el desempleo y el endeudamiento, siguen presentes la corrupción y las colusiones, en tanto los bolsillos populares no disponen de dinero para lo mínimo y muchos hogares están siendo afectados por la suspensión de servicios vitales como el agua, la luz y el gas, en medio de una pandemia que no se quiere ir y de una inflación por las nubes.
Si la gente sale a protestar masivamente a las calles se le apunta como “violentista”. Hay presidenciables que al igual que el actual jefe de Estado pretenden cambiar el foco de la atención y en lugar de las necesidades populares insisten como único argumento en resaltar los desmanes en que incurren desposeídos que no tienen otra expresión para manifestar su indignación por tanta injusticia y desprecio acumulados en décadas.
La historia muestra que las grandes transformaciones políticas y sociales han estado acompañadas por estallidos violentos. En Chile la protesta no hace otra cosa que visibilizar la violencia estructural en que viven cotidianamente millones de personas, sometidas a un sistema brutal que atenta cada día en su contra. Los administradores del modelo de desigualdades y los controladores del mercado abusivo excluyen sistemáticamente los factores sociales como origen de las protestas con saqueos y destrucción, tal como antes lo hicieron con avaricia acomodados empresarios que saquearon y destruyeron al Estado chileno.
Las muchedumbres del estallido no tienen un candidato presidencial de sus filas ni estarán en los próximos comicios, son víctimas de las feroces acometidas del modelo que busca su extinción y reciben a cada momento ataques de la derecha reaccionaria que con ello pretende soslayar sus demandas sociales que son el problema de fondo, pese a lo cual mantienen en alto sus convicciones democráticas reafirmadas sostenidamente.
En el actual escenario de dudas e incertidumbre el pueblo permanece atento para salir al paso de cualquier intentona fascistoide que signifique una nueva amenaza para los objetivos democráticos e igualitarios de las grandes mayorías.
Hugo Alcayaga Brisso
hugoalcayagaperiodista@gmail.com
Valparaíso