Los dos Sebastianes unidos en un amor obsesivo por el dinero
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El Presidente Piñera padece de una incontinencia “bursátil”, (como diría un diputado de la antigua Concertación, y hoy de la derecha política), enfermedad que lo ha conducido a convertirse en el único Mandatario de Chile en ejercicio que ha sido acusado constitucionalmente por veces, (Carlos Ibáñez del campo lo fue una vez y ya se encontraba en el exilio, en Argentina, y Arturo Alessandri, cuya acusación fue rechazada en primera instancia por la Cámara de Diputados).
El ahora candidato oficialista, Sebastián Sichel, es una versión liliputiense del Presidente Piñera, y le sigue los pasos en consagrar su vida al predominio de los negocios en la política, pero no logra emularlo en esta área, así sea en pequeño: las mentiras y contradicciones en su discurso son de menor calado que las de mentor, el Presidente.
A casi un mes de las elecciones presidenciales los chilenos se han convertido en redomados incrédulos: pasaron de la crisis de representación a un frontal rechazo, no sólo por delitos flagrantes de la clase política, sino también por la desaprobación de cualquier tipo de incongruencia, (impensable hace dos años, cuando se cumple una era de toma de conciencia popular a partir del 18 de octubre). Al final, y a pesar de que sólo terminara por pagarse la deuda de la clase política al haber logrado que los delitos de “cuello y corbata” terminaran en miserables clases de ética, o bien, multas insignificantes, los ciudadanos, que son más inteligentes de lo que piensa la plutocracia, y acaban de cobrar al poder judicial y a los candidatos a cargos populares el culto a la impunidad que, por años, fue baluarte en nuestro país.
La derecha, en su afán de apoyar a candidatos que no tienen su mismo ADN, termina optando por personajes que no corresponden, desde el punto de vista de clase y pertenencia a la “fronda aristocrática”, que sólo la conducen a una catástrofe de proporciones, (así ocurrió en el pasado reciente con Laurence Golborne, quien se presentaba como un líder de las capas medias y de la meritocracia, y terminó con su retiro forzoso, incluso antes de las elecciones presidenciales, al descubrirse que era un asiduo inversionista en Las Islas Vírgenes).
Con el actual candidato oficialista, Sebastián Sichel, ha ocurrido otro tanto: equivocadamente, el candidato de la centro-derecha eligió el camino de presentarse como una persona antipolítica y, desde este ángulo, el desprecio a los partidos que lo apoyan al declararse independiente, (esta es una manía de los candidatos de la derecha, es decir, desembarcarse del conglomerado que los apoya; en el caso de Jorge Alessandri Rodríguez, llevó a cabo un gobierno de los “gerentes”; Pinochet, militar y Chicago Boys; Piñera Echeñique, un gabinete de “chiquillos y chiquillas” del Verbo Divino y del Villa María, luego de la Universidad Católica, como también de la “cota mil”, (como la denomina el Padre Felipe Berríos, SJ).
Sebastián Sichel con enorme amor a sí mismo, (al igual a su narcisista mentor, el otro Sebastián Presidente), creyó que su biografía podría ser muy útil para ganar en sectores populares, mostrándose como una persona que, desde abajo, ha sabido remontar hacia cumbres en el mundo empresarial, pero de tanto hablar de sí mismo y de sus méritos que, sumado a las mentiras en su campaña, terminó por hundirlo.
Sichel, más que un pobretón, es la imagen típica del arribista – desde que era Sebastián Iglesias, que se codeaba con los Orrego, los Frei y los Alvear – tuvo una seria inclinación imposible de mesurar a relacionarse con los más ricos empresarios, actuando de la misma forma, ya convertido en derechista de tomo y lomo, al cambiar el apellido por “Sichel”, (genio y figura, hasta la sepultura).
El comienzo del fin de Sebastián Sichel “El Breve”, comenzó cuando ya se había descubierto que varios de los ministros de gabinete de Sebastián Piñera, “El incontinente bursátil”, tuvieron que reconocer la incongruencia de condenar los retiros del 10% del ahorro obligatorio en las AFP y, al mismo tiempo, el proceder a hacer otro tanto con el 10% aprobado; los periodistas, ávidos de primicias informativas, se abalanzaron sobre el candidato para que diera explicaciones sobre su conducta. Muy tontamente, el candidato Sichel se negó a dar información al respecto, pero era evidente que los periodistas inquisidores sabrían la verdad con celeridad. Sichel, descubierto en la mentira, no tuvo otra opción que la de reconocer su retiro de las AFP.
Sichel, que es autocomplaciente e incapaz de corregir sus errores, ha abierto una avería en su candidatura actual, muy difícil de reparar, y ha seguido incurriendo en los mismos errores, hechos que lo tienen en caída libre en las encuestas de opinión ciudadana.
El boquete abierto terminó por hundir en barco: se descubrió, además, que cuando fue candidato a diputado por el Partido Democracia Cristiana, en 2009, (figuraba con el nombre de Sebastián Iglesias), iba por el distrito de Peñalolén, y se recuerda que era el niño maravilla del entonces alcalde, Claudio Orrego. Su jefe de campaña había recibido dinero de las empresas sobre la base de boletas ideológicamente falsas. Ahora, el comando de Sichel está integrado por un buen número de antiguos democratacristianos, entre ellos, Acevedo y Santa Cruz, (este último político tenía a su cargo la tesorería de las campañas parlamentarias de la Democracia Cristiana, por consiguiente sabía bien que dicho Partido pedía aportes a las distintas Empresas).
Actualmente, el ex presidente de la Democracia Cristiana de la época, Caco Latorre, en vez de guardar silencio y dejar que Sichel se hundiera solo, se dedicó a dar explicaciones a la Prensa, que confirmaban que la directiva solicitaba dineros a los empresarios, (no es un misterio para quienes conocen la historia de ese Partido).
Los dos Sebastianes caen por su propia ambición de poder y de dinero.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
17/10/2021