Chile al Día

Recuerdos de Viaje. 5 de octubre, primer aniversario de la partida de Víctor Pey

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El siguiente es un texto que Víctor Pey escribió con ocasión del lanzamiento del libro “España”: 1936”, publicado por Editorial LOM en 1996, a 60 años de inicio de la Guerra Civil Española. Junto a este artículo, en la que se percibe de manera viva su cercanía con los hechos en cuanto él fue un protagonista directo en el conflicto hasta su partida desde el breve exilio en Francia a Chile a través del Atlántico en el Winnipeg, hay un homenaje de su hija Coral a modo de prólogo. Con estos dos artículo deseamos honrar su memoria y su legado.

 

 

 

PROLOGO

 

El folleto “Recuerdos de Viaje” es la transcripción de una exposición de Víctor Pey en el lanzamiento del libro “España 1936” a 60 años del inicio de la guerra civil española (1996). Nos ha parecido oportuno hacer este pequeño homenaje al cumplirse un año del fallecimiento de uno de los protagonistas de la legendaria historia del Barco de la Esperanza, entre varias historias que eligió vivir y que han sido recogidas y mencionadas de diferentes formas. También con ello nos hacemos parte de las múltiples actividades que se realizaron en Santiago y regiones (en especial en Valparaíso y en Arica, primer puerto en que recaló el barco), al conmemorarse los 80 años de la llegada del Winnipeg.

 

Dicha presentación fue un esfuerzo magistral de síntesis de las causas del terrible episodio en la historia que constituyó la guerra civil, y un retrato de la España de esos años, a través de uno de los protagonistas. Como es sabido, los dramáticos sucesos constituyeron la antesala de la segunda guerra mundial,  e implicaron la resistencia del pueblo español a la sublevación militar contra la Segunda República y el proceso revolucionario que se había abierto por la vía electoral en 1931, con la dimisión de Alfonso XIII, tras la derrota electoral en las principales ciudades de las fuerzas que defendían la monarquía.




 

Más allá de lo inestable, de lo caótico y de los cambios de gobierno entre 1931 y 1939 (incluyendo los últimos años durante la guerra), la República significó la superación de la tensión monarquía-democracia, vigente en España hasta ahora. A la vez, dio cuenta de una experiencia de transformación social que ha sido recogida en los anales de la historia de las luchas emancipatorias de los pueblos del mundo. La República significó también la derrota del poder omnímodo de la iglesia católica de esos años, y de toda la carga oscurantista que ello implicaba.

 

Pocos saben que una de las primeras medidas adoptadas en ese período fue la promulgación de la Constitución de 1931 (vigente hasta 1939), y que fuera aprobada por las Cortes Constituyentes de la época.  En ella se definía a España como “una República democrática de trabajadores de toda la clase, que se organiza en régimen de Libertad y de Justicia». Y que, entre sus articulados figuraba la preponderancia del Estado por sobre la iglesia; una Reforma Educacional de carácter laico; la Reforma Agraria, la Reforma Laboral y el sufragio universal de mujeres y hombres, entre una amplia gama de significativos avances en los derechos integrales.

 

 

Ello fue lo que el pueblo defendió, tanto en las sucesivas elecciones,  en particular la de 1936, con la llegada al poder del Frente Popular, y luego por las armas, en una de las resistencias al fascismo más impactantes que conoce la historia del siglo 20.

 

Estos acontecimientos son los que cuenta Víctor Pey en estas páginas, en un intento que permita comprender las múltiples dimensiones a las que se vio enfrentado el pueblo español en esos años. Y junto con ello, las reflexiones a partir de los hechos. Entre ellos, las similitudes de la Segunda República con las de la Unidad Popular, habiendo sido en ambas un testigo directo y fundamental. En la primera, como combatiente en la columna de Buenaventura Durruti y encargado de la industria de guerra de las FAI-CNT de Cataluña (junto a su hermano Raúl); en la segunda, como uno de los asesores más directos del presidente Allende, junto con Joan Garcés.

 

Coral y Víctor

El folleto termina con la llegada a Chile de los más de 2000 españoles (la última cifra es más de 2300), gracias a las gestiones de Pablo Neruda y del entonces Canciller Abraham Ortega, en el gobierno de Pedro Aguirre Cerda. Tras un poco más de una década, y por el agradecimiento al autor de España en el Corazón, Víctor Pey le ofrece refugio a Neruda, perseguido por el gobierno de González Videla, y posterior salida del país, junto con su entrañable amigo, Jorge Bellet. Sobre este acontecimiento, ampliamente conocido, la pregunta que queda flotando es ¿por qué  alguien que ha vivido una experiencia límite como la guerra y los campos de concentración se expone de esa forma? Y también, ¿cómo un español, anarquista, convence al secretario general del PC de la época, Galo González, de confiarle una misión de esa magnitud?

 

La respuesta a la primera pregunta, sin duda, es por el sentimiento de honor y lealtad que fueron principios rectores a lo largo de su vida. Esa misma lealtad que lo hizo abandonar su profesión y consagrarse por completo a apoyar a Salvador Allende durante su gobierno, y asumir importantes funciones como las negociaciones con la papelera, la nacionalización del cobre y la adquisición del periódico de mayor circulación de ese entonces, el Clarín. Y, por supuesto, toda la batalla posterior por la recuperación del diario en contra de un Estado (más bien, de sucesivos gobiernos) que hasta el momento se niega a asumir esa deuda. 

 

Sólo terminar señalando que, por increíble que pueda parecer, junto con su historia, sus experiencias y sus reflexiones sobre ella, mi padre fue hasta su partida una persona ávida de actualidad, sensible y preocupado por temas propios de estos tiempos como la inteligencia artificial, la amenaza latente de la guerra nuclear o los últimos adelantos en medicina y astronomía. Quien, además, siempre se rebeló contra la pobreza y desigualdad, “la explotación del hombre por el hombre” y las formas arbitrarias del ejercicio del poder (que fue lo que le hizo abrazar la ideología libertaria desde muy joven, según sus palabras).

 

Como lo definiera la periodista Faride Zerán, actualmente Vicerrectora de Extensión y Comunicaciones de la Universidad de Chile en el homenaje que le rindiera este año esa casa de estudios a los pasajeros del Winnipeg “este hombre del siglo 20 que vivió su tiempo con la intensidad de quienes han sido protagonistas de una historia y de un compromiso que traspasó su tiempo.”

 

   Coral Pey G.

 

 

 

 

RECUERDOS DE VIAJE

 

 

 

“La dignidad es lo único que no está racionado en las trincheras de la República española”. Eduardo Galeano, “Memorias del fuego”

 

 

 

El tiempo no es suficiente como para permitir ver lo que pasó dejando un poco de lado las pasiones. Pero dejar a un lado las pasiones no tiene que significar forzosamente caer en una posición que podríamos decir renovada, de tratar de diluir las responsabilidades a través de todos los agentes de la propiedad.

 

 

Nosotros no podemos echar en un mismo saco las ineptitudes, las insensateces, las torpezas, con los crímenes, las torturas, los asesinatos y de todo eso hacer un promedio aritmético y establecer, algo así como hacen los economistas con la renta, que fabrican una renta per cápita, establecer una responsabilidad per cápita; de hacerlo, llegaríamos a la conclusión muy anti-histórica de que es posible que algo pastoral, de que como todos hemos tenido responsabilidad en todo, por omisión o misión, y luego nadie tiene responsabilidades en nada.

 

Esto no quiere decir que hay que venir a sembrar el odio o la cizaña, como he leído en algunas referencias que los periódicos han publicado en estos días, sobre los recuerdos de la Guerra Civil. Estos medios también han hecho referencias tangenciales, homologando de una manera un poco caprichosa, lo que ocurrió en Chile del año 73 en adelante.

 

No se trata de sembrar odios; se trata simplemente de hacer historia y la historia, naturalmente, no se puede hacer por atisbos geniales o aunque uno se coloque en la cúspide de una atalaya intelectual, con simplemente imaginación y a veces con caprichos. Hay otro método de hacerlo, que es por aproximaciones sucesivas en la historia, hacia la verdad. Nosotros no podemos tener toda la verdad, pero sí nos aproximamos a ella en forma sucesiva. Este es el método que se usa también en la física teórica, las matemáticas, en cualquier ciencia. Es el método científico.

 

De manera que no pretendo tener la verdad; sin embargo, tampoco naturalmente pretendo tener una cuota de responsabilidad repartida de esa manera. De aquí todos hemos sido iguales, aquí, en Chile o en España.

 

¿Qué es lo que pasó en España en el año 36, que el pueblo se lanzó a a feroz tragedia? ¿Qué hizo que el pueblo español, que tan solo cinco años antes, mediante el civilizado y democrático sistema del voto, hubiese derrocado a una monarquía, sin hacerle un rasguño al Rey, ni una humillación, ni una ofensa ni insulto, ni a él ni a su familia? (Tanto es así que se le permitió que se llevase todo lo que quisiese). ¿Qué pasó para que cinco años después, ese mismo pueblo protagonizase la tragedia de la guerra?

 

 

Esto aparece como un misterio y para poderlo desentrañar de alguna manera, tratando de aproximarnos un poco a una explicación -por reduccionista que sea- tenemos que echar una mirada, aunque sea muy veloz, sobre qué fue lo que pasó en los últimos siglos en España.

 

La verdad es que los métodos de dominación sobre el pueblo español se enraizan a través de los siglos y hay una unidad española solo con reyes católicos, los que estaban en el reino y en la Inquisición; ellos expulsaron a los árabes y a los judíos, pasada la población remanente por el fino tamiz de la Inquisición, yugulado el espíritu liberal de la Cortes de Cádiz, con la invasión de la reacción europea que mandó sobre España a los diez mil hijos de San Luis. El pueblo español llegó a las postrimerías de la monarquía permeado por una doctrina que constituye la ideología de un sistema enraizado en los siglos: el origen divino del poder de los reyes; la sacralización de la propiedad privada, siendo la riqueza un don del cielo y la caridad el remedio instituido como natural para los pobres, cuya resignación es la mejor y la más alta de las virtudes.

 

 

 

El juego de compensaciones celestiales que dejan para el otro mundo la instauración de una justicia que en éste no existe, por razones que nuestras limitaciones intelectuales nos impiden conocer: porque hay razones inescrutables del destino.

 

Todo este enjambre conduce a que el pueblo español llegue a las postrimerías de la monarquía impregnado por una doctrina paralizante que tiende a sumarse a esta doctrina espiritual, y el peso fabuloso que tiene que soportar sobre sus espaldas a un ejército que en esa época, teniendo España una población más o menos el doble de la que tiene hoy día Chile, constaba de 900 generales y 25 mil oficiales.

 

Es cierto, es difícil, pasa el tiempo y entre los años 30 al 36 ocurren en España muchas cosas. Es cierto que el hombre no se baña dos veces en el mismo río y en ese periodo suceden en España una serie de hechos revolucionarios, que permiten al pueblo español darse cuenta de cuál es la condición de su propio ser. Cuál es el papel y cuál es la fuerza que él tiene en su destino histórico.

 

En las postrimerías del año 30, dos capitanes se sublevan en Jaca, pretendiendo instaurar la República. Son detenidos, juzgados, condenados y fusilados sumariamente. Pero tan solo cuatro meses y medio después, este pueblo, todavía cuando la emoción de los fusilamientos de Galán y García Hernández estaban en el ambiente, acude a una elección parlamentaria, el 12 de abril de 1931. Con asombro de vencedores y vencidos y del mundo entero, los partidos republicanos ganan la votación. Y la monarquía se derrumba sin que exista ningún duque, ni un gentilhombre, ni un alabardero, que esté de su lado para defenderla.

 

Ese era el grado de putrefacción en el cual se encontraba la sociedad en ese momento.

 

Tampoco hay un itinerario de lo que viene. Pero poco después de instaurada la República, tan solo un año después, ya hay un militar que se subleva en Sevilla: el general Sanjurjo, pretendiendo derrocarla e instaurar la monarquía. Este general es juzgado, condenado a muerte, conmutada su pena y unos meses después dejado en libertad, la que aprovecha raudamente para trasladarse a Portugal y continuar complotando contra el gobierno que tan magnánimamente le había perdonado la vida.

 

Tan solo dos años después, el año 34, una sublevación ocurre en Cataluña y en Asturias. Estando instalado ya el general Franco en la jefatura del Estado Mayor del ejército por el Ministro de Guerra del momento, Gil Robles, ensayó sobre los mineros asturianos  que se resistían a entregarse los sistemas que operaban en Africa, organizados por los Regulares marroquíes y los Legionarios Extranjeros de Millán Astray. Esa es la primera victoria sobre el pueblo español, en octubre del 34.

 

Pero dos años después, el 16 de febrero de 1936, de nuevo acude el pueblo ante las urnas y una combinación formada por un grupo de partidos que formaban el Frente Popular, gana la elección y lleva a la presidencia del Consejo de Ministros a don Manuel Azaña.

 

Todos estos acontecimientos revolucionarios, tan vertiginosamente sucedidos, hacen que el pueblo español tenga conciencia de su propia fuerza, como lo ha demostrado después, cuando se pretenda el alzamiento de julio del 36. Cuando los militares, el 18 de julio de 1936 se levantan contra el pueblo para desconocer la elección que tan solo cinco meses antes había ocurrido, ya no se encuentran con un pueblo inerme, asustado, ofuscado, confuso frente a la lectura de su destino, como lo habían visto siempre durante siglos. Sino que se encuentran frente a un pueblo insolentado por la reiteración de su miseria, ansioso de libertad y ansioso de justicia.

 

Y ese pueblo, después de vencer a los militares en las calles y asaltar los cuarteles y vencer en las ciudades importantes de Barcelona, Madrid y Valencia, ese pueblo después dirige la mirada hacia aquéllos que ha visualizado como sus enemigos ancestrales: ve la Iglesia, se matan curas. Esa es la enseñanza que digo y es la realidad que ocurrió. Así fue.

 

 

 

Pero ¿contra quiénes se sublevaron los militares el 18 de julio? Cuando ocurre la rebelión militar, el gobierno de la República está constituido por ministros que son exclusivamente de los partidos de Izquierda republicana y de la Unión republicana. Ministros demócratas y liberales, no había socialistas ni comunistas. El gobierno estaba apoyado en el Parlamento unicameral por todo los partidos políticos que habían formado el Frente Popular. La República española era miembro regular de la Sociedad de las Naciones y no tenía relaciones regulares diplomáticas ni consulares con la Unión Soviética.

 

La clase obrera se organizaba en España a través de dos grandes centrales sindicales; la CNT, de inspiración anarquista, de gravitación mayoritaria en Cataluña, que después tiene que demostrar cómo fue capaz de organizar la producción durante una buen parte de la guerra, contrariando leyendas espeluznantes que se cuentan de los anarquistas. Y la UGT, de gravitación fundamental en Madrid, Valencia y Bilbao, de inspiración socialista.

 

En España, cuando ocurre la sublevación no hay una central sindical de inspiración comunista. No existe. La revelación de que el levantamiento militar era una “cruzada” para salvar España del comunismo , fue una revelación carismática posterior que le llegó al caudillo en forma providencial tiempo después. Y esa revelación se la facilitó a los militares facciosos la Iglesia española. Esta Iglesia que ha estado siempre al lado del poder, en el poder mismo, instalada de una manera privilegiada en el sistema. Y debo decir, que cuando hablo de la Iglesia española, no me estoy refiriendo a sentimientos religiosos trascendentes de ninguna especie. En una revisión técnica, histórica, se habla de la Iglesia española en tanto factor histórico de peso, en tanto sujeto histórico notable. Y hay que decir en este aspecto que la Iglesia española fue en el año 1936 cuando se hizo fascista. Como fascista era la inmensa mayoría de la burguesía española y toda la burguesía europea.

 

Hay que añadir que cuando se dice que la Iglesia española se hizo fascista no quiere decir que la totalidad de la Iglesia fuese fascista. Hubo uno o dos grupos notables y algunas personalidades muy insignes, que no estuvieron con los fascistas. Es el caso de la …… vasco y del muy particularísimo caso del cardenal ……* que se autoexilió porque no quiso que con su presencia se diese una aprobación a las atrocidades que ya el franquismo, con el aval de la superioridad eclesiástica, iba cometiendo en España.

 

Es cierto, la Iglesia española, en el año 1936, era fascista y el fascismo en España cumplió con todo lo que de él esperaban quienes lo apoyaron y quienes lo bendijeron; quienes lo aclamaron, como factor providencial que venía a salvar la civilización occidental.

 

 

 

Se inicia la guerra y ocurre que los frentes se estabilizan después de los primeros embates. Y Madrid resiste. “Madrid será la tumba del fascismo”, ése era el lema. Y es entonces cuando se organiza la solidaridad internacional, plasmada en las Brigadas Internacionales (siete en total), cuyo origen radica en el Partido comunista francés y uno de sus líderes. André Marty, que organiza las Brigadas Internacionales -lo que no quiere decir que todas ellas fueran comunistas-. Estaba la Brigada norteamericana Lincoln y una serie de brigadas de los antifascistas italianos. Estas brigadas están los primeros días de noviembre en el frente de Madrid, impidiendo que Franco conquiste la ciudad.

 

Y el frente de Madrid se estabiliza y la República no cae. Entonces se produce la guerra de desgaste. Pero esta guerra, que empezó siendo civil, dejó de serlo en pocos días. Porque Franco a los pocos días de establecerse en Marruecos -al tercero o cuarto- produce el primer puente aéreo militar de la historia y empieza a enviar las fuerzas de los marroquíes regulares y los Legionarios a Sevilla, con el objeto de salvar a Queipo del Llano de su derrota y aplastar al pueblo sevillano. Empieza la intervención de Italia y de Alemania, la que, con el pasar de los años se ha sabido que no fue improvisada, sino que uno o dos años antes ya había sido pactada y establecida.

 

Por esto el ideario que se llevan en la punta de las bayonetas los militares en el mes de julio del 36, no es ya el de un golpe militar común y corriente, al que estaban acostumbrados los españoles, sino que es el fascismo el que está peleando contra las fuerzas democráticas.

 

Es cierto: tenemos a las Brigadas Internacionales; estaba la solidaridad del mundo; fundamentalmente no hay ministros comunistas, pero la ayuda principal nos viene de la Unión Soviética, porque las potencias occidentales -Francia e Inglaterra principalmente- faltando a sus compromisos establecidos por tratados internacionales, no cumplen con su obligación de entregar las armas que el gobierno republicano español iba a comprarles; no pedía que se las regalara, sino que iba a comprarlas.

 

Es necesario decir que un gran líder socialdemócrata europeo, francés, al frente del gobierno de Francia, es el que inventa el Comité de No Intervención, que permite ahorcar al pueblo español. Y hay que decir también que el gobierno del Frente Popular francés, estando como vicepresidente León Blum y como presidente del Consejo también un socialista, es el gobierno que abre los campos de concentración del sur de Francia para recibir a los republicanos españoles que habían estado dando la primera batalla de la Segunda Guerra Mundial en su tierra, mediante el sacrificio de sus propias vidas.

 

El frente de Madrid no cae y Franco entonces empuja por otros lados. Divide el territorio nacional. Una parte del gobierno se traslada entonces a la zona norte de Barcelona y las fuerzas franquistas, italianas y alemanas irrumpen contra esta parte.

 

La retirada de las fuerzas republicanas por los Pirineos ocurre de una manera ordenada. El 10 de febrero el gobierno del Dr. Negrín pasa la frontera con los últimos jefes militares que quedan en la zona. El 14 de febrero, cuatro días después nada más, Negrín y varios jefes militares vuelven a la zona central para organizar la resistencia. Negrín no tenía una idea loca de una resistencia sin sentido; sabía cual era la inestabilidad de la situación europea, comprendía que la única manera de salvar vidas de españoles, de liberarlas de lo que podía venir después, era resistir. Resistir, resistir y resistir, con pan y sin pan.

 

Negrín vuelve al territorio nacional y trata de reorganizar las columnas que todavía quedan. Eran más de 400 mil hombres en armas, de manera que el proyecto de resistencia no era loco ni el propósito de hacerla tampoco. Pero Negrín estaba algo quebrado. El general Vicente Rojo, que lo había acompañado durante los últimos años como jefe de la guerra, como director de la guerra, no quiso seguirle y se quedó en Francia.

 

Negrín se reúne con el resto de los jefes militares para organizar la defensa y el día tres de marzo eleva al generalato al general Casado, jefe del ejército del centro. Tan solo dos días después este general recién nombrado, en combinación con los servicios de inteligencia británicos, comete alta traición, levantándose contra el gobierno de Negrín con el objeto de acelerar la derrota y la entrega a Franco del ejército que todavía quedaba en batalla.

 

Tengo que recordar, en una asociación de ideas, que el 9 de septiembre de 1973, el domingo, al mediodía, el comandante en jefe del ejército chileno era llamado a presencia del Presidente de la República, también un médico como el Dr. Negrín. El Dr. Allende había ascendido al oficial de más alto rango del ejército, tan solo hacía dos semanas, el que en ese momento asumía. Y al que ese día asumió una nueva función, la de mayor confianza: la de coordinar las fuerzas del ejército y las fuerzas populares ante un eventual golpe de Estado de militares que pudieran sugerirlo. También dos días después, este general se alzó contra el Presidente de la República, quien lo había ascendido y contra el que le había otorgado su confianza.

 

Volvamos a España. En una ciudad pequeña de Mérida, cerca de Alicante, Negrín recibe información que el general Casado se ha sublevado; destrozado, al día siguiente, el día 6 de marzo, con varios ministros, toma un avión y se va a Francia. El 7 de marzo, varios jefes militares, entre ellos la Pasionaria y Uribe, toman otro avión y también se van a Francia. Y desde el 7 de marzo hasta el 31 de ese mes, hay un ejército que no tiene jefes y se produce una tragedia que nunca ha sido escrita, que constituye el drama de multitudes que solo esperan en una ratonera que los vinieran a cazar, a masacrar o para ser juzgados y permanecer durante muchos años en la cárcel. Hasta que el día 31 de marzo se termina la guerra y el 1 de abril aparece el último bando: la guerra ha terminado.

 

La guerra había terminado, pero no había terminado el sufrimiento para los españoles. 300 a 400 mil españoles quedaron en la ratonera. 300 a 400 mil quedaron en los campos de concentración de Francia. Miles fueron a parar a los campos de concentración de Alemania, dejando allá sus huesos, ignorados por todo el mundo. De ellos, muchos se incorporaron al “maqui” francés y condujeron a la victoria del general De Gaulle. El primer tanque que pasa por los Campos Elíseos tiene un letrero que dice “Guadalajara”, propiedad de españoles republicanos que se incorporaron a las fuerzas de resistencia francesa.

 

Unos pocos de esos 400 a 500 mil españoles que pasaron a Francia, tan solo unos pocos, lograron llegar a América. Algunos, dos mil, en el Winnipeg. Dos mil que estamos en este país, gracias a la generosidad de algunos chilenos que nos recibieron con un corazón muy grande.

 

 

*Nota de la Redacción: Está así en el original

 

 

Santiago, agosto de 1996

 

 

 

 

 

 

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