Apologetas del tristemente célebre sistema de AFP
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“El papel principal de la economía dominante en nuestra sociedad es proporcionar una apologética para un orden social criminalmente opresivo, insostenible e injusto.”
Jeremy B. Rudd, Federal Reserve Board*, September 23, 2021
Esta notable cita reciente de un respetado asesor del banco central estadounidense, parece venir como anillo al dedo a casi todos los economistas que han intervenido en el debate de pensiones en Chile desde el 11 de septiembre de 1973.
En este país, los economistas defensores del ahorro forzoso son legión. Encabezados por quienes fungen de ministros de hacienda y directores del banco central, secundados por otros en cargos públicos menores, los que alternan con altas posiciones en los principales organismos financieros internacionales.
No es bien visto tampoco, que se abstengan de dirigir o dictar cátedra en las principales universidades del país y, uno que otro, por qué no, en alguna de prestigio mundial. No pocos rotan asimismo en directorios de grandes empresas privadas, y varios han ocupado altos cargos en el mismísimo y trístemente célebre sistema chileno de AFP.
La fortuna no es verdadera si no llama a la fama. Así, no hay día en que la machacona propaganda del sistema privado de pensiones chileno, no tenga a alguno de tales sabihondos entre sus invitados de privilegio, entrevistas que matizan con intervenciones en el Parlamento y bien pagadas conferencias en selectos foros empresariales.
En sus peroratas olvidan los fundamentos de su propia ciencia. Confunden la obvia igualdad de ahorro e inversión con supuesta causalidad de la primera sobre la segunda. Omiten la mitad de los datos si la otra mitad les dan la razón. Dicen que devolver el fondo dejará al sistema sin dinero para pagar pensiones, cuando en cuarenta años el único beneficio que ha salido de ahí son los retiros, los demás los han pagado con subsidios y parte menor de la recaudación corriente. Alardean de ganancias olvidando descontar las suculentas comisiones que cobran. Afirman que anticipar el pago de pensiones contratadas afectaría el patrimonio de los contratantes, olvidando que dicho desembolso de caja cancela una deuda de igual monto. Olvidan que la inflación no es cualquier alza de precios sino aquella generada por emisión exagerada de moneda que la envilece. Hacen campaña del terror, como reconoció uno de ellos. Exageran, como tuvo que venir a reprenderlos uno de los baluartes morales de esta ciencia en el país. Bueno, pero para eso están.
Y no se crea que tales personajes son todos partidarios de Pinochet. Ni mucho menos. En su mayoría presentan credenciales democráticas impecables, progresistas, de izquierda ojalá. No faltaba más. Mal que mal, el sistema AFP alcanzó a vivir una década en dictadura, mientras en democracia ha cumplido tres.
No se crea tampoco que son todos unos veteranos como el que aquí refunfuña, que viene rabiando con tales tipos desde hace medio siglo. Los hay de todas las edades, también jóvenes y aún muy jóvenes, cargados de títulos y postítulos, aspirantes a cargos públicos y académicos, nacionales e internacionales.
Toda esta gente tiene sin embargo una cosa en común. Defienden a brazo partido seguir desviando al ahorro forzoso el grueso de las cotizaciones salariales obligatorias del pueblo trabajador. Rapiñando a sus padres y abuelas a cuyas pensiones siempre debieron estar destinadas.
Desde hace cuatro décadas, en cambio, esas sagradas contribuciones del pueblo se vienen desviando a financiar los negocios de un puñado de grandes empresarios, los “Hijos de Pinochet”. Pero ahora, sueñan algunos que, en una de esas, pueden desviarlas mejor a otros negocios, quizás públicos, más justos y sostenibles. Ignoran que el destino inmediato y exclusivo de esas contribuciones obligatorias no es otro que los padres y abuelas de quiénes las hacen.
Es así cómo en este lejano y pequeño país, también esta noble ciencia que ha interesado a gigantes del pensamiento, ha devenido en lo que acusa el economista Mr. Jeremy B. Rudd: la apologética de un orden social criminalmente opresivo, insostenible e injusto.
Por eso el Parlamento, donde pocos son santos pero sí gente más responsable que el resto porque es mucho lo que ponen en juego, ha dejado de hacerles caso.
Por eso mismo, este gran abuso felizmente está acabando.
Por Manuel Riesco
Santiago, 29 de septiembre 2021