El dilema de la DC
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Una vez finalizada la segunda guerra mundial las democracias cristianas europeas eran útiles a los norteamericanos: los italianos, en su mayoría, no habían sido fascistas, y su líder Amintore Fanfani estaba a cargo del antiguo Partido Popular fundado por don Sturzo; en Alemania, Konrad Adenauer encabezaba el anti-nazismo de posguerra; en Francia, el MRP era uno de los partidos políticos principales, luego de la liberación durante el gobierno de Charles De Gaulle; en cuanto a la iglesia católica, dirigida por el Papa Pío XII, tenía dos caras: una, escondía a los ex jerarcas nazis, que luego se asilaban en América del Sur, y la otra, dirigía los gobiernos surgidos del derrumbe fascismo-nazismo, (un sector era fascista y el otro demócrata).
En 1957 se fundó en Chile la Democracia Cristiana, cuya propuesta central consistía el plantear otra forma de combatir el comunismo. A diferencia de la derecha, que se dirigía a eliminar físicamente a los comunistas sobre la base de dictaduras militares, el Partido Democratacristiano creía que el campo de cultivo del comunismo era la pobreza, por consiguiente, era necesario implementar reformas que le quitara las banderas al comunismo, tratando de acortar las diferencias entre ricos y pobres y, por vía de la justicia social, atraer a los pobres de nuevo al redil; esta estrategia se denominó “Doctrina Social de la Iglesia”, campaña iniciada por León XIII que, en Francia tenía dos filósofos brillantes: Jacques Maritain y Emmanuel Mounier.
Los falangistas chilenos no creían en la lucha de clases, impulsada por la izquierda, por consiguiente, dentro de sus filas se practicaba el cooperativismo, organización en la cual había, por una parte, cristianos muy avanzados políticamente y, por otra, partidos aristócratas conservadores y “compasivos” ante la pobreza del pueblo, quienes afirmaban que no bastaba con que sus esposas ejercieran la caridad, sino que se hacía necesario implementar la justicia social.
Jesús de Nazaret no era un revolucionario – como lo sostenía un utópico de la I Internacional Socialista, idea que indignaba a Carlos Marx – el problema no era el “corazón de un mundo sin corazón”, sino que los obreros deberían destruir el capitalismo, y no conformarse con bendiciones y lamentaciones, haciendo creer que Cristo había realizado una revolución política.
La Democracia Cristiana chilena, al comienzo usaba los mismos términos que el marxismo, y la revolución, esta vez, tenía un apellido cristiano, incluso, la frase “revolución del proletariado”. Este Partido tenía la ventaja de que desde hace siglos el cristianismo había sido el credo de los mártires, esencialmente había atraído a pescadores, a fin de terminar convirtiéndose en la religión del “imperio romano de Constantino”.
En 1964 los democratacristianos realizaron una reforma agraria, expropiando fundos de más 80 hectáreas, creando un cisma entre las clases altas, hijos de los antiguos encomenderos, y “sus propios hijos” que, militando en la Democracia Cristiana, los despojaba de parte de las tierras, heredadas de los tatarabuelos godos.
“La Revolución en Libertad” resultó un fiasco y las reformas se quedaron a medio camino, abriendo el espacio a una revolución de verdad, dirigida por Salvador Allende quien, en la realidad, implementó la verdadera reforma agraria, bajo la dirección del ministro de Agricultura, Jacques Chonchol, (el mismo ministro que la había comenzado durante del gobierno anterior, de Eduardo Frei Montalva).
La Democracia Cristiana terminó por destruir los Partidos Conservador y Liberal en las elecciones parlamentarias de 1965, y, además levantar a los campesinos contra los patrones, que es el peor agravio para los derechistas y, como decía Maquiavelo, “se puede permitir matar al padre, pero jamás ser despojado de su propiedad, el único dios para la derecha.
Entre los democratacristianos siempre han existido fracciones: la derecha, en el caso más actual, con Mariana Aylwin a la cabeza, y se pueden considerar como derechistas de tomo y lomo, y según la historia, su padre conspiró contra el gobierno de Allende, junto a la mayoría derechista de ese Partido.
Los derechistas, seguidores de Mariana Aylwin sólo se distinguen de sus colegas conservadores en que a los primeros les da vergüenza repetir la estulticia de demonizar a los comunistas, cuan ya hace más de treinta años cayó “el Muro de Berlín”, y los ex jefes del Partido Comunista de la antigua URSS son más reaccionarios que cualquier Partido derechista europeo,, (Véase Polonia, Hungría…, ´un polaco católico es más fascista que los mismos fascistas´. (Ver el papado de Jun Pablo II).
El anticomunismo hoy, y en Chile en particular, es una estupidez, pero los partidarios democratacristianos del “camino propio” ya se dieron el lujo de haber pactado con los comunistas, incluso, sin haber leído el programa de gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet y, decepcionados, ahora se pasaron a la derecha, algunos apoyando al candidato de esta colectividad, Sebastián Sichel, a fin de evitar el triunfo de una senadora valiente, Yasna Provoste, a quien la muy siútica señora de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Marta Larraechea, al verla como diaguita, morena profesora de Educación Física…, se preguntó ´qué hacía como militante de la Democracia Cristiana, cuando estaría mejor en el Partido Comunista´.
Usar el nombre de Jesús para defender a los ricos siempre ha sido un buen negocio para llegar al poder.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
31/07/2021