Chile al Día Crónicas de un país anormal

Murió el depredador Fernando Karadima

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Afortunadamente, hay muchos sacerdotes entregados a su ministerio y apostolado en medio de los pobres pero, por desgracia, existen algunos degenerados e, incluso, pedófilos, al servicio de sus inclinaciones, y protegidos por los ricos, (en Chile, los Matte y demás). Hay un Cristo pobre y, otro que se dedica a los placeres mundanos y le agrada el roce con potentados y militares.

Hay curas que han bendecido a los torturadores en la última dictadura de Pinochet y sus secuaces, también otros clérigos cómplices de los nazis que los asilaron y, luego, fueron enviados a América Latina; hay papas canonizados que bendijeron a pedófilos, (el caso de Juan Pablo II, condescendiente con el pedófilo Marcial Maciel, jefe de Los Legionarios de Cristo, y de otro “santito afín a Francisco Franco, José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, que gozaba durante la guerra española cuando los franquistas fusilaban a los llamados “rojos”).

El haber descubierto en Chile la conducta pedófila de un gran número de sacerdotes de esta tendencia fue una casualidad: mientras el Canal Nacional daba a conocer la historia delictiva de Maciel, una llamada telefónica de un televidente le recordó a la periodista investigadora, Paulina de Allende Salazar, que en nuestro país había un cura peor que Marcial Maciel, Fernando Karadima, quien se hacía pasar por el “santito”, y su carta de presentación consistía en hacer ver que había sido discípulo del padre Alberto Hurtado.

La iglesia de El Bosque era el lugar privilegiado para el encuentro dominical de los grandes empresarios y de las “señoras” beatas, quienes por el hecho de poseer riquezas y poder, se creían ganadores del cielo al legar parte de su dinero y de sus propiedades al cura Karadima, (“santo” que reproducía obispos y curas e, incluso, se ufanaba de contarse entre los dilectos amigos de Augusto Pinochet, y en su parroquia había habilitado una sala especial para recibir siempre al Nuncio de turno, entre ellos, al Nuncio Apostólico Ángelo Sodano, amigo incondicional del dictador y asesino, Augusto Pinochet).




Karadima gozaba de muy buena fama en los jóvenes de la “Acción Católica”, a quienes ofrecía convertir en sus secretarios, situación que aprovechaba para seducirlos sexualmente, dada la vulnerabilidad de muchos jóvenes de “buena familia y de ojos claros y muy guapos”, pero que tenían debilidades  familiares, que Karadima aprovechaba para manosearlos y, la postre, violarlos.

James Hamilton, Juan Carlos Cruz y Andrés Murillo se atrevieron a enfrentar el monstruoso poder de la iglesia católica, acusando las depravaciones a que eran sometidos por Fernando Karadima, en la parroquia de El Bosque y en otros lugares, como en sus habitaciones privadas.

Pasaban los años, y los curas pedófilos se amparaban mutuamente, y cuando el caso era muy grave y se hacía público, (casos del Obispo Cox, Cristián Precht y a otros),  se les enviaba a Alemania  o a otros países).

En Chile la pena de cárcel no existe para los ricos, tampoco para los curas degenerados, (salvo el caso del “cura Tato”, que pagó varios años por sus abusos).

¡Y la iglesia chilena se ha lavado las manos! En su visita a Chile, el Papa Francisco defendió con ardor a uno de los discípulos y cómplices del degenerado Karadima, sobre todo al obispo de Osorno, Jaime Barros, quien era su segundo en el poder, incluso, llegó a convertirse en secretario del Cardenal Francisco Fresno.

Si la justicia chilena es lenta y parcial, al menos el Papa Francisco ha logrado corregir sus errores con respecto a la investigación de los diferentes casos  de abuso sexual por parte de los clérigos, y en el caso chileno, redujo al laicado a Fernando Karadima, confinándolo en un convento de monjas, donde pasó sus últimos días, con los consecuentes privilegios.

Si el infierno existiera estaría colmado de Papas, Obispos y Curas degenerados. Afortunadamente hay verdaderos apóstoles de Jesús, que viven con los pobres y para los pobres quienes, en gran parte, han logrado salvar a un episcopado, cada vez más mediocre y materialista y amante de lujos y reconocimientos, claro, por parte de sus benefactores, pero la sentencia bíblica reza: “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico pueda llegar al reino de los cielos”.

Karadima ha hecho un daño a la iglesia, que él aprovechaba para saciar sus instintos y atesorar riquezas de las muchas herencias de parte de “abuelitas beatas” que, por lo regular, tienen miedo al infierno y están convencidas de que al donar sus propiedad ya tienen asegurado el cielo.  La situación de los católicos en Chile ha disminuido: en 1960, el 70% se decía católico, y  hoy, apenas el 40%.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

27/07/2021

 



Historiador y cronista

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